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A patadas por la vida

A patadas por la vida

viernes 26 de octubre de 2007, 19:25h

Ha nacido una estrella mediática. Sergi Xavier no es el único tipo chulesco que anda a patadas por la vida. Pero su alevosa agresión a una chica ecuatoriana, amplificada en una cinta vista una y mil veces, lo ha convertido en referente del matonismo racista.

A diferencia de otros, que graban sus fechorías para dejar constancia de ellas, los abusos de Sergi Xavier han tenido el testigo mundo y aséptico de una cámara de metro. Otros, digo, filman el maltrato a sus compañeros de colegio, a disminuidos físicos o psíquicos o a indigentes indefensos y cuelgan orgullosos sus hazañas en alguna web. Sergi Xavier no ha tenido necesidad de eso para hacerse famoso y, si Dios no lo remedia, convertirse en personaje de algún programa de bazofia televisiva y cobrar sus buenos cuartos por ello.

Ése es uno de los efectos perversos de una acción que, de no ser atajada de raíz, puede hasta acabar teniendo imitadores. Y es que la de Sergi Xavier no acontece de forma aislada. ¿Cuántas brutalidades iguales o mayores que la suya permanecen impunes cada día sin nadie que las denuncie y sin una cámara que las registre?

Porque, ésa es otra, ahora que todos nos rasgamos las vestiduras, hay quien increpa al impávido testigo del ataque, el pobre chico argentino que no osó ni mirar qué estaba ocurriendo. ¿Tenía que haberse jugado el tipo frente al energúmeno agresor? Casi coincidiendo con este suceso, otro joven intervino en Valencia para evitar el maltrato de una muchacha por su pareja. Nuestro héroe se llamaba Daniel Oliver y ahora está muerto de un puñetazo.

Son, pues, muchas las acciones violentas que ocurren cada día, muchas de ellas con el común denominador del abuso del fuerte sobre el débil, sea éste joven o viejo, inmigrante o mendigo, mujer o inválido.

Claro que existe también racismo en las actitudes de este tipo, pero no hay que simplificar bobaliconamente el problema. El caso de Sergi Xavier iba a acabar en el olvido, con una fiscalía pacata y cobarde, si no hubiese hecho de ello un asunto de estado el escandalizado Gobierno ecuatoriano, mandando a su ministra de Exteriores. Entonces, sí: hasta el presidente Rodríguez Zapatero mostró su indignación y un azorado ministro Fernández Bermejo se precipitó a anunciar el ingreso en prisión de su autor.

¿Habrá que esperar que sigan interviniendo personalmente los ministros en el futuro para que algunos delitos no queden impunes? Sería lamentable y evidenciaría que nuestro sentido de la justicia está a merced de la repercusión mediática que tengan los acontecimientos.

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