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San Chávez

San Chávez

sábado 09 de marzo de 2013, 11:02h
En el principio fueron los Chinchorros del Altiplano andino; el embalsamamiento y momificación de sus muertos para preservarlos de la gusanera como premio o castigo se convirtió en un importe sistema de control de los vivos. Luego la idea surgió entre los faraones; dioses encarnados para el bienestar de su pueblo; sólo ellos tenían el privilegio del embalsamamiento ritual para asegurarse la vida eterna si convencían a su pueblo de adorarlos más allá de la muerte. Todo el tinglado ideológico montado en torno a las inundaciones anuales del Nilo, tan necesarias para Egipto como el petróleo hoy para Venezuela se cimentaba en ese culto necrófilo. Los cristianos utilizarán también a los muertos para apuntalar su iglesia; su sangre o pedazos
de su cuerpos se convertirán en reliquias, reservando el privilegio de la incorruptibilidad a sus santos y beatos, dejando en manos de Dios la decisión de apuntar con el índice a los elegidos para la gloria envueltos en dulces fragancias de rosas y jazmines.

La contemplación y cercanía de los restos preservados en milagro era un cauce para dirigir las potencialidades celestes entre los pobres humanos, condenados a volver a ser polvo. En el siglo XVI el Concilio de Trento ya estableció en la necesidad de instruir "a los fieles en que deben venerar los santos cuerpos de los santos (...) para ser glorificados". A estas alturas parece ya claro que las luces han perdido todas sus batallas contra la sinrazón y el pensamiento mágico de la humanidad. Un físico y matemático, profesor de la Universidad del País Vasco llamado Juan Carlos Gorostizaga acaba de publicar un libro defendiendo el modelo de universo geocéntrico de Aristóteles y la Biblia. Considera históricos hechos como la expulsión de Adán y Eva del Paraíso o el episodio del Diluvio Universal. Poco sabemos de las creencias del nuevo hombre fuerte de Venezuela, Nicolás Maduro, aparte de su fervor por los gurús hinduistas, una fe que abre las puertas a cualquier abracadabra, a los espíritus "lwa" del vudú, por ejemplo, y a la resurrección de los muertos que caminan, otra forma de utilizar los cuerpos de los difuntos por parte de los hechiceros caribeños.

El odio político también ha profanado el cuerpo de algún dictador como Cronmwell. Desenterrado de la abadía de Westminster en 1659 fue troceado y arrojado a los perros, pero su cabeza fue expuesta en lo alto de una pica durante veintiséis años, hasta que la fuerza de una tormenta rompió la madera del asta podrida, rodando su cráneo por el suelo, de donde fue recogido y guardado por manos decididas a todo para atesorar la reliquia.

Por eso no es de extrañar que en nuestros tiempos algunos cuerpos, como los de Hitler o Bin Laden, se hayan hecho desaparecer para evitar el culto de los fanáticos. Otros, pocos, han merecido el honor de los grandes faraones, con el embalsamamiento para la eternidad: Mao, Ho chi Minh, Lenin, Stalin, Enver Hoxha, o Kim Il Sung son algunos de ellos. Lideres militares o militarizados, agresivos en sus planteamientos mesiánicos y maniqueos. Hubieran podido firmar las palabras de Jesucristo; "Quien no está conmigo está contra mí".

Ángeles contra demonios. La Luz en lucha eterna con la Oscuridad. Proletarios y burgueses. Chavistas y antichavistas. Héroes populares enfrentados a villanos políticos, dispuestos a echar a latigazos a los mercaderes corruptos fuera del templo, como el mismo difunto caudillo bolivariano o el payaso Beppe Grillo. Rocambolescas fueron las peripecias del cuerpo embalsamado de Evita Perón, desaparecido entre 1955 y 1971 y llevado de acá para allá, entre los intentos de los militares argentinos por evitar el culto a las reliquias de la diva y los intentos necrófilos de peronistas y montoneros para recuperarla, hasta descansar, por fin, en su mausoleo, que es como las familias ostentosas utilizan a sus muertos para impresionar a los vivos.

Muy pronto florecerán las capillitas dedicadas a San Chávez, preservado como los faraones, se imprimirán estampitas con su efigie nimbada de eternidad y se atribuirán a sus poderes taumatúrgicos una explosión de milagritos caribeños y prodigios improbables en las peregrinaciones a su sarcófago. Hugo será el nombre de miles de niños venezolanos, sustituyendo a muchos Kevincosner o Jeimsbond, su invocación curará las escrófulas, sanará con el don de su verborrea a los mudos y embarazará a las orantes estériles, pero nada devolverá la vista y las luces a tanto ciego.
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