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Ismael el asqueroso, Óscar el llorón y un montón de ponferradinos enfermos

Ismael el asqueroso, Óscar el llorón y un montón de ponferradinos enfermos

martes 12 de marzo de 2013, 13:11h
Lo más sorprendente para mí es qué demontres hace un condenado en política activa. Soy de los que cree que para ser político hay que tener un expediente intachable en todos los aspectos y, muy especialmente, en lo referente a igualdad entre ciudadanos independientemente de su raza, credo, sexo o posición social; a reconocimiento de la verdad y al manejo de fondos públicos y privados. En otras palabras, nadie que haya sido afectado judicialmente por estos temas y, encima, haya sido condenado debería poder volver a la política en ninguna circunstancia. Así que encontrarme otra vez con el sinvergüenza de Ismael Álvarez me desmonta.

No menos sorprendente es que algunos ponferradinos le dieran tantos votos como para conseguir seis concejales con una formación claramente espuria -o son tontos o están enfermos- comandada por un delincuente. Y si la sorpresa pudiera engordar, tampoco entiendo por qué el PP pactó la alcaldía con semejante sinvergüenza. ¿Tan grande es el gusto por pillar poder?

Ahora el sinvergüenza se revuelve y pone la alcaldía en bandeja al PSOE y echa Ponferrada a los pies de los caballos. Los socialistas, en un alarde de estupidez institucional difícil de imaginar a priori, aceptan al delincuente, compran la alcaldía y se rasgan las vestiduras cuando todos nos quejamos asombrados.

Nadie, de todas formas, ha explicado un porqué enorme: ¿Por qué deja el delincuente de apoyar al PP, pacta con el PSOE y decide retirarse de la política? Aquí hay un pastel que muchos no nos vamos a comer.

En este asunto asqueroso lo primero sería reforzar las leyes para que un acosador sexual no pueda ejercer nunca cargo público tras ser condenado, lo segundo expulsar de la política partidaria a todos los concejales del PP que han gobernado con el depravado y a todos los del PSOE que ahora se coaligan con él para hacerse con la mamandurria. A ver, no es que se vayan, como ya se han ido los del PSOE, es que se les expulse, destierre, excrete y proscriba. Si quieren, que monten otro partido o que se hagan la manicura, pero que por lo menos sea claro a los ojos y oídos de la ciudadanía que semejantes comportamientos no tienen cabida en la vida política seria. Lo tercero es que Óscar López se dé cuenta de cuál es su realidad: se tiene que ir pero ya. Eso de poner el cargo a disposición es una estupidez: los cargos delegados siempre están a disposición de quien los nombra. Lo que tiene que hacer es irse, dejar de poner cara de pazguato y dejar de creer que nos da penita o que somos tontos o que el tonto es él.

Por último, Nevenka Fernández. Alguien debería pedirle disculpas, alguien debería decirle Señora Fernández, estamos avergonzados de todo cuanto ha pasado con Ud. incluyendo el interrogatorio miserable, mezquino y matonesco a que la sometió el fiscal durante el juicio en que Ud. recuperó la razón social -lastimosamente no la dignidad y eso es lo que querría que ahora fuéramos capaces de darle- y el sinvergüenza fue condenado. Es increíble que en mi sociedad, que mis conciudadanos, permitan que la víctima reconocida por la razón judicial siga estigmatizada y haya tenido que abandonar el país y que, sin embargo, el delincuente convicto y condenado siga siendo el puto amo en una ciudad de 70.000 habitantes que, si quisiera ya lo habría desterrado y colgado la sentencia en alguno de los pinos centenarios del Parque del Temple.

Una sociedad capaz de entregar seis concejalías a un violador en potencia, a un delincuente condenado por algo tan repugnante como es el abuso de dominio hasta la anulación de la voluntad de otro ser humano, es una sociedad enferma. Sí, puede que Rato tergiversara, puede que Bárcenas esté chantajeando al PP o que Pallerols y su rizada coleta de mafioso nos resulten intolerables; puede que la boba del florero nos parezca una mema gritona que renuncia a los mossos para salir en los periódicos sin motivo y que los ERES de Andalucía sean una infamia sobre el reparto equitativo de la (poca) riqueza común, pero nada de eso me resulta comparable a reelegir a un violador condenado por acoso sexual. Estamos yendo para atrás, mucho más de lo que siempre había creído.
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