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La columna de G. Lendoiro: Club de campo de Madrid: ¿Lujo para unos pocos en suelo público?

La columna de G. Lendoiro: Club de campo de Madrid: ¿Lujo para unos pocos en suelo público?

lunes 06 de mayo de 2013, 11:22h

Que llegue la primavera y el buen tiempo y comiencen los saraos al aire libre es todo uno. Más de 15 años alternando (casi siempre por trabajo) en lugares donde acude la gente fina y elegante han hecho que pocas cosas me sorprendan ya. Sin embargo ayer me sorprendí. Mucho, además. A pesar de lo mucho que me recuerdan algunos lectores de este medio sobre mi actitud "sorprendentemente conservadora" en mí subyace (no se sabe desde cuando) un punto crítico que hace que algunas cosas me chirríen por mucho que me den una copa de champán francés para que me calle. Con poco, además, me conformaría si eso sucediera.

El pasado domingo, día de la madre, aquí servidora acudió con marido e hijas al club de campo por una invitación generosa de una amistad. A pesar de ser día para disfrutar y olvidar tareas laborales una no puede obviar su lado periodista, ése que observa y luego cuenta lo que le choca. Que ojo, puede que usted, querido lector, lea esto y no esté de acuerdo conmigo que, además, tampoco me sorprendería. El caso es que allí me planté dispuesta a pasar mi día, el de la madre, con un sol estupendo y una temperatura más que agradable. Aire libre, animales, niños a tutiplén y buen tiempo. Además, se celebraba el campeonato de Hípica de SM el Rey (que, por supuesto, no estaba ni se le esperaba) por lo que el ambiente estaría más....completito. Muchas carpas con restaurantes para celebrar el día pero, ¡ojo!, las carpas con restaurantes son de acceso restringido. ¿A quiénes? No, claro que no. A los que han sido invitados por los patrocinadores del evento. Que hasta me puede parecer natural y normal. Pero ¿entonces no debería ser acceso restringido para ellos en esos días? Porque las opciones para comer, abiertas al público eran: Puesto de perritos calientes o restaurante Arturo a 30 euros por persona donde se servía un bufé libre con una imitación de paella que bien podría usarse como argamasilla para ir colocando ladrillos, un pescado que no se lo comería ni una recién salido de una ayuno de cuarenta días con sus cuarenta noches y un sucedáneo de pasta que era mejor ni olerla. ¿En serio se puede tomar así el pelo a la gente? Ah, un momento, el dueño de este grupo hostelero no es ése que acumula hasta 16 reclamaciones administrativas de la Seguridad Social que suman 544.214 euros? Bahhhh, chorradas, calderilla para pipas, ¿cierto?. Tenga usted una multa de tráfico de 197 euros sin pagar y verá qué rápido le embargan esa cantidad aunque seae lo único que le queda por pasar el mes y se quede usted sin dinero para pañales. Pero, en España, se ve, todavía hay clases y este Grupo no sólo debe "supuestamente" ese dinero sino que, además, tiene contratos con el Ayuntamiento. Pero no se vayan que todavía hay más. El restaurante de la deliciosa paella era el de la plebe y, of course, estaba bien retirado del circuito hípico. El del mismo grupo pero molón, estaba en una de las carpas y, por supuesto, sólo se podía acceder con la invitación de los patrocinadores, ni siquiera los propios socios del club de campo tenían acceso a ellas. Todo muy democrático. Así que si tenías hambre (y durante una jornada entera el hambre te puede venir) o comías perrito caliente o la paella de argamasilla a 30 leuros el cubierto. También está la opción de llevarte la comida en un taper pero creo que en ese ambiente eso no está muy bien visto.

Mi pregunta es la siguiente: según la pagina web del club de campo actualmente comparten propiedad Patrimonio del Estado y el Ayuntamiento de Madrid que, si no me equivoco, son dos organismos públicos, uno nacional y el otro local. Entonces, si es algo público, ¿por qué el acceso es restringido para unos cuantos privilegiados que no se sabe muy bien quién decide que sean? Porque si lo que la gente "bien" desea (como lo ha hecho toda la vida) no mezclarse con el populacho (que me parece stupendo), entonces deberían hacer lo que se ha hecho de toda la vida cuando tienes pasta gansa: pagar por ello. No verá usted a un multimillonario veranear en Benidorm e irse en Easy Jet sino en su jet privado a una isla privada. Pero lo que no parece muy adecuado es pretender, en lugar público, sostenido y sustentado en su mayoría por los impuestos de los ciudadanos, hacer esas grandes y ostentosas diferencias de ciudadanos de primera y de tercera. Si lo que quieren es no reodearse de la chusma, del pueblo, de nosotros, que privaticen y lo compren. Porque, además, ese dineral vendría de perlas a las arcas municipales para, por ejemplo, volver a subvencionar las vacunas que muchos niños están dejando de ponérselas porque sus padres no pueden pagarlas. Y se me podrían ocurrir muchas cosas más. Ya está bien, opino, digo, de tanta gilipollez que la gilipollez de toda la vida de Dios se la paga uno y no los ciudadanos con el dinero, cada vez más asfixiante, de sus impuestos.

Y sí, es cierto que al Club de Campo se accede durante el resto del año siendo socio. Y que ser socio supone una cuota alta de ingreso pero, sobre todo, una larga lista de unos diez años de espera. Siempre ha habido clases, señores. Por mucho que sean tierras de todos.

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