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Del Bosque versus Gallardón

lunes 17 de junio de 2013, 16:03h
Australia es a España geográficamente lo que Vicente Del Bosque a Alberto Ruiz Gallardón psicológicamente: Antípodas. El seleccionador de "La Roja" es, en aparente contradicción con su aspecto grave y melancólico, un hombre alegre, pues si no lo fuera no jugaría como lo hace el equipo que dirige, como lo hizo en la primera parte del encuentro con Uruguay más exactamente, un delicioso canto a la alegría de vivir, o, cuando menos, de vivir el fútbol. Gallardón, por el contrario, y pese a esa risilla que le emparenta a veces con su colega Montoro, es un hombre taciturno, pues si no lo fuera no contagiaría tanta tristeza a tanta gente, sobre todo desde que se ocupa del ministerio de Justicia y de decirle a las mujeres lo que tienen que pensar y que ser.   

El gol del uruguayo Suárez en los amenes del partido de la otra noche, que llenó de zozobra los últimos instantes de un partido extraordinariamente plácido para nuestra escuadra, suscitó en Vicente Del Bosque el siguiente comentario: "No debimos haber sufrido". Si lo más parecido a la felicidad es la ausencia de dolor, esa mácula de postrer sufrimiento en un encuentro tan jubilar se le antojaba al seleccionador innecesaria. Al dolor, ni agua. Horas antes, había reprendido a los jugadores que se quejaban del cutrerío de las instalaciones de Recife diciéndoles que sus padres habían sido pobres, y que ellos mismos no habían sido siempre ricos. Los jugadores, con la lección aprendida, le brindaron el más bello partido. Qué diferencia, qué antipodismo, con Gallardón, para quien "gobernar, a veces, es repartir dolor".

   Gallardón y el Gobierno al que pertenece reparten, en efecto, dolor, mucho dolor, y no sólo algunas veces, sino todo el rato y con cuanto dicen y hacen. Si no lo repartieran (por cierto, es lo único que reparten), no se habría incrementado en España el consumo de ansiolíticos y antidepresivos casi un 50%, que se dice pronto. Pastillas contra la tristeza infinita, píldoras y grageas para no sentir, para no sucumbir a las servicias, a los daños que recibe el cuerpo y la mente en ésta España tan poco regida por Del Bosque, y tanto por Gallardón.
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