Nos dicen los cronistas que beben de la
Casa Blanca que
Obama se mostró "muy
conmovido" tras visitar la celda en la que estuvo
Mandela preso dieciocho
años. El presidente norteamericano está sacando no poco rendimiento de imagen a
su visita a África, eso es verdad. Pero no menos cierto es que nada puede
compararse al desgaste que está sufriendo debido a las revelaciones de
Edward Snowden;
unas revelaciones que han puesto en pie de guerra a media Europa, que se siente
espiada por los Estados Unidos, y al resto del mundo, escandalizado ante el
espionaje masivo, que afecta a millones de comunicaciones.
Poco puede hacer ahora Washington, ante un escándalo que
sigue a los de Wikileaks, al de la vigilancia ilegal de periodistas y a otros
varios que afectan a la 'pureza democrática' de la que sin duda es
la patria de las libertades. Poco puede hacer la Administración
Obama...excepto rectificar. Y parece que no va a ser así.
Confieso que asistí alborozado a la victoria electoral de
Barack Obama. No porque fuese más o menos de izquierdas que su oponente -hace
tiempo que dejé de creer en estas clasificaciones tan tópicas-, sino porque
era diferente: no era un wasp (blanco, anglosajón, protestante y...rico, que
era el prototipo del político triunfador norteamericano hasta que él llegó a la
Casa Blanca). Era un producto de la
inmigración. Y venía con ideas frescas. Sus primeras batallas contra la
intransigencia del Tea Party me resultaron emocionantes. Luego comprobé que ni
podía acabar con Guantánamo -tal vez tampoco quería-, ni instauraba
toda la transparencia que la lucha contra el terrorismo necesita: la muerte de
Bin Laden, a mi parecer tan cuajada de puntos oscuros, fue un buen ejemplo de
manipulación, que me parece que no necesita más comentarios.
Pienso que gentes como
Julian Assange, el soldado
Manning o
Edward
Snowden han prestado un servicio a la democracia de un país al que yo quiero
seguir admirando, y hasta están prestando un servicio a un presidente al que ya
no podré admirar más, porque están descubriendo su verdadero rostro; tratar de
encerrar al fundador de Wikileaks en una trampa como la que le tendieron en
Suecia, haciéndole aparecer como un violador, me parece incluso hasta
primitivo. Encarcelar de por vida a Manning o perseguir por medio mundo a
Snowden, bajo acusaciones de traición, es simplemente patético. Al final, tres
individuos, sin más poder que la información acumulada, están arrinconando al país
y al hombre más poderosos del mundo. No son las revelaciones de los citados,
sino los errores de Obama y de una Administración demasiado acostumbrada a ser
prepotente, lo que pone en riesgo la seguridad de Occidente, que es lo que
alegan quienes, en realidad, ven en peligro su supremacía comercial -que es
para lo que de verdad se espía--. Porque, al final, lo que esta vigilancia del
Gran Hermano lo que pone en riesgo de verdad es la intimidad y hasta la
seguridad del ciudadano común, como usted o como yo.
Sé que lo que digo es polémico, pero, mientras no se me
demuestre lo contrario, creo que las tres víctimas del sistema a las que me
refiero han actuado de buena fe, movidos por ideales elevados, y merecen más
bien homenajes por haber descubierto la ignominia que encierros por una traición
que yo no veo por parte alguna. ¿Qué le ha ocurrido a Obama, el hombre a quien
tanto admiré?
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