miércoles 24 de julio de 2013, 16:20h
Hay ganas de que Rajoy comparezca en el
Parlamento, pero será, toda vez que es perfectamente previsible lo que
va a decir, por hacerle pasar el mal trago de comparecer. Lo que para
cualquier servidor público en una democracia es una excelente ocasión
para conectar directamente con la sociedad y para transmitirle,
explicarle o proponerle lo que sea, para Mariano Rajoy es una de las
siete cosas más horribles del mundo. Comparecer. Hablar. Explicarse.
Mucha rabia y mucha inquina debe haber contra el todavía presidente del
Ejecutivo para obligarle a hacer todo eso.
A menos que la memoria me falle, posibilidad no del todo
descartable, no recuerdo a Mariano Rajoy decir una sola verdad en el
curso, dilatado ya, de su actividad política. No soy, pues, de los que
esperan que el 1 de agosto, cuando medio país desconecte de todo por
pura supervivencia estival y mental, suelte alguna durante su forzada
comparecencia en el Senado, que me parece que es el sitio elegido porque
el natural, el Congreso, está en obras. Tan desconfiado soy de su apego
a la verdad, o, cuando menos, a decirla, que reputo como posible,
incluso, que no le guste el vino. Así, pues, ¿qué revelaciones pueden
esperarse de él sobre el caso Bárcenas, es decir, sobre el caso PP? De
un señor que cree, y lo dice y lo repite muy serio, que un presidente
del Gobierno no tiene que andar dando explicaciones, cuando eso es
precisamente lo que debe hacer y cuantas veces para ello se le requiera,
no puede esperarse ninguna, salvo tal vez esa, tan cara para él, de que
cuando ejercía de registrador de la propiedad ganaba más dinero. ¡Pues
sí que tenía que ganar una fortuna de confirmarse lo de los
sobresueldazos posteriores!
Pero puede que haya otro ser humano al que le haga menos gracia
aún tener que dar explicaciones: Pérez de los Cobos. El Congreso, y no
digamos la gente, también le pide que las dé en sede parlamentaria, pero
¿cómo explicar la ocultación del carnet del PP cuando se examinó para
miembro del Constitucional? ¿Y como explicar que su "voto de calidad"
como presidente del mismo, tan determinante, no está contaminado por la
fidelidad ideológica y programática al partido de sus amores?
Comparecer. Hablar. Explicarse. Qué mala uva tiene la gente, que
pretende eso de quienes tanto lo aborrecen.