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Madiba, la sonrisa de la libertad, en Oviedo

Madiba, la sonrisa de la libertad, en Oviedo

domingo 08 de diciembre de 2013, 09:54h
El jefe de Prensa de la Fundación Príncipe de Asturias entonces recuerda en Astures.info la visita a Oviedo de Nelson Mandela en 1992, cuando recibió el premio con la actriz Elizabeth Taylor.
"Que sepan que he vivido / luchando por la vida y por la paz".


Así comenzó Felipe de Borbón su discurso de entrega de los Premios Príncipe de Asturias aquel 31 de octubre de 1992, víspera del día de difuntos, en el que el fallecido expresidente surafricano lució en Asturias el lazo rojo contra el sida que le había impuesto la actriz Elizabeth Taylor.

"Acudo a estos versos de Blas de Otero para rendir homenaje a la obra del presidente De Klerk y de Nelson Mandela. Siempre en los poetas encontramos las palabras justas para definir las más hermosas tareas".

Cuando el Príncipe de Asturias comenzó aquel discurso sorprendió a muchos. En lugar de saludar a la Reina y las autoridades, sus primeras palabras fueron para citar a Blas de Otero, y después, sólo después, cumplió el protocolo de los saludos. Fue un principio rompedor, como toda la ceremonia posterior.

Pero fue más rompedor después, cuando -en pleno auge de la época de corrupción con Felipe González en el gobierno- afirmó que "para que en una sociedad impere la libertad y la justicia, como ya se decía en la antigua Grecia, la política debe estar subordinada a la moral". Una frase plenamente vigente en la actualidad (debería estar presente incluso en la propia Familia Real).

Fue un año de discursos de gran contenido. También rompedor el discurso de Elizabeth Taylor, hablando sin tapujos de preservativos y de la moral católica.

Aquel 1992 Nelson Mandela recibía en el Teatro Campoamor de Oviedo el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, un año después recibiría el Nobel -ambos galardones compartidos con el entonces presidente de Sudáfrica, Frederick W. de Klerk- y otro año más tarde, en 1994, Madiba (como le llaman en la lengua de su país) se convertía en el primer presidente negro de Sudáfrica tras décadas de un régimen racista basado en el más duro sistema de apartheid.

Siempre que me preguntan quién me impresionó más en aquellos casi quince años que trabajé en la Fundación Príncipe de Asturias siempre cito a Nelson Mandela. Le faltaban dos años para alcanzar la presidencia -algo que sonaba a obvio, pero siempre incierto- de Sudáfrica.

Es difícil no recordar su sonrisa permanente, su mirada a los ojos, su inglés con fuerte acento sudafricano... Sentir que dabas la mano a un ser dispuesto a todo por la paz. Y sus paseos y sus visitas por Oviedo preguntando sin parar y saludando y disfrutando con humor del afecto y el cariño de todo el mundo. Pero era la dignidad en persona. No daba "puntada sin hilo". Cada frase sonaba a elaborada, pero salía de su acento como si fuera natural y acompañada de su sonrisa.

Hasta sus escoltas se sentían perdidos ante el despliegue de seguridad que rodeaba el acto principal, y la sencillez que les rodeó en sus paseos por la capital del Principado. Mandela recordó que era ya su tercera visita a España. Pero el resto de su equipo estaban acongojados ante el recibimiento popular que encontraban en cada esquina.

Incluso 'despistó' a parte del equipo de seguridad y se abrazó a diversas personas que pasaban por la calle a la salida de Campoamor. Problemas de no ser aún jefe de Estado. Mientras tanto, 'la Taylor' escondía sus doloridas piernas en un camerino del Teatro, pero ambos se encontraron a solas en el Hotel

"No dará la mano al embajador"

El presidente De Klerck no acudió a Oviedo -sí que fue a los Nobel- y envió a su embajador en Madrid. Pero la dignidad sonriente de Mandela se impuso. Miembros de su equipo advirtieron a la Fundación de que Mandela daría la mano a De Klerk, con quien había firmado aquella transición de "un ciudadano un voto" (incluyendo a la población negra y que suponía, por tanto, el fin del apartheid), pero "no estrechará su mano" con un representante durante décadas de aquella triste época del apartheid, como era el embajador sudafricano en España, Frederick G. Conradi, encargado de representar a De Klerck en la ceremonia.

En una larga e inolvidable tarde/noche, Graciano García, entonces director de la Fundación, y su equipo, lograron solucionar todo con un fórmula que gustó a ambas partes: que Mandela entrase del brazo de otro de los premiados y de gran simbolismo, Elizabeth Taylor, que recibía el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia del mismo año como co-presidenta de AmFAR, la Fundación Americana para la Investigación sobre el Sida (AmFAR - American Foundation for Aids Research). Una foto mundial.

A cambio, entrarían solos los otros premiados compartidos: el embajador de Sudáfrica, por un lado, y la otra co-presidenta de AmFAR, Mathilde Krim, una entrañable médica de origen suizo y una de las primera investigadoras sobre la enfermedad en Estados Unidos), por otro.

Un cambio de orden para transmitir, con la complicidad de ambos, la lucha y la búsqueda de la paz y la solidaridad. Taylor entró del brazo de Mandela entre aplausos. Con el entonces presidente del Congreso Nacional Africano y después presidente habló bien y largo aquella jornada sobre la importancia de la lucha contra el sida en África y los tabúes de aquel continente. Ideas que el propio Mandela debía tener, pero que adoptó después, como presidente, como propias; a pesar de las creencias de gran parte de su propio partido, su vicepresidente y parte de su población que aseguraban en los medios rurales -entre otras barbaridades- que el sida se podía curar teniendo relaciones sexuales con mujeres vírgenes.

Si Taylor recordó en su discurso -leído en un prompter que hubo que alquilar en Madrid; porque en Asturias aún no había de esas cosas- que era el quinto centenario de la llegada de Colón a América, Mandela recordó que aquel año "en julio, el mundo festejó con ustedes la celebración en su País de los Juegos Olímpicos, una espectacular reunión del mundo en paz consigo mismo. En distintas ceremonias, España es capaz de reunir lo nuevo y lo viejo, y forjar una identidad común a partir de la riqueza, cultura y civilización de sus diversas regiones".

Mandela había afirmado que "La situación de muchas partes del continente africano no puede describirse más que como calamitosa. El espectro del hambre, la inanición, la violencia y las enfermedades como el sida, se cierne sobre nosotros en un momento en el que, la ciencia y la moderna tecnología alcanzan las alturas de mayor logro. La comunidad internacional responde con diferentes formas de ayuda. Agradecemos y necesitamos esta solidaridad, pero con la matización de que nuestro continente necesita, por encima de todo, ser desarrollado para promocionar y realizar nuestro potencial humano al máximo".

La presencia en Oviedo de Mandela y Taylor sorprendió a mucha gente, pero se logró en parte por las gestiones del periodista David Kirby, redactor de 'The New York Times' y jefe de Prensa de la actriz para los temas de sida.

No quiero olvidar que otra impresionante personalidad, su ahora viuda, Graça Machel, recibiría también un Premio Príncipe de Asturias en 1998 junto con Emma Bonino, Olayinka Koso-Thomas, Fatiha Boudiaf, Rigoberta Menchú, Fatana Ishaq Gailani y Somaly Mam por representar "en sus distintos campos de actividad el esfuerzo por mejorar la condición de la mujer y la del conjunto de las sociedades a las que sirven".

Nelson Mandela, Graca Machel. Referencias en un continente devastado, pero también referencias para lo que se supone que es el primer mundo, desolado también.

** Felipe Escudero, Oviedo



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