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Los momentos más duros del presidente Suárez

Los momentos más duros del presidente Suárez

viernes 21 de marzo de 2014, 19:11h
Lo que marcó definitivamente su vida y le apartó de la política fue la enfermedad y muerte de su mujer, Amparo Illana, que fue la verdadera clave en la vida de Adolfo Suárez y de su familia. La muerte de Amparo, unida a la enfermedad de Mariam, su hija primogénita, le sumió en la soledad y el desamparo y en un proceso de decadencia mental, del que él es consciente durante mucho tiempo, con enorme sufrimiento interior ante lo inevitable, hasta que llegó un día en que perdió completamente la conciencia. Entonces  su hijo lo anunció oficialmente. Fue ese momento tremendo en que ya no conocía a nadie, ni a sus hijos ni al Rey, ni recordaba quién era ni sabía  que había sido el protagonista de la Transición a la democracia y el primer presidente constitucional. ¿Cuándo empieza la enfermedad mental degenerativa? Puede afirmarse, sin ninguna duda, que mucho antes de lo que se piensa; desde luego, los primeros síntomas inquietantes, hace más de veinte años. El año 1992, en un viaje a Londres se hospeda en la residencia del embajador, Alberto Aza, que había sido su jefe de gabinete en la Moncloa, y le pide ayuda a la mujer de Aza, que es homeópata, a la que confiesa que está perdiendo del todo la memoria.

Es verosímil que la enfermedad de Adolfo Suárez tenga su origen en el enorme sufrimiento a que fué sometido con el acoso y derribo inmisericorde al que le sometieron después de las elecciones de 1979, desde el momento mismo de la investidura, el Partido Socialista y el resto de las fuerzas políticas, incluidos algunos sectores de su partido. Acoso y derribo al que contribuyó gran parte de la prensa, el mundo militar y el ala más conservadora de la Iglesia. Se sintió completamente solo y desamparado. Desde la misma sesión de investidura, con un desastre de planteamiento, se dió cuenta de que había perdido la iniciativa política. Según colaboradores directos, el día más amargo de su mandato presidencial fue el de la moción de censura. Ese día se sintió traicionado hasta por su  amigo y colaborador más cercano, el vicepresidente  Fernando Abril Martorell, que pocos meses después pretendió suplantarlo en la presidencia, convencido de que el presidente Suárez estaba bloqueado, sentía pánico al Parlamento y no estaba en condiciones de seguir gobernando.

A la misma conclusión llegó el Rey, que, sin perderle el afecto y la gratitud, se dio cuenta de que lo mejor era su sustitución. La pérdida de la confianza del Rey Juan Carlos, pérdida  de la que él fue muy consciente, acabó por derrumbarlo y ponerle en el trance de la dimisión. Cuando se la presentó en la Zarzuela, el monarca se sintió liberado, según me confesó Sabino Fernández Campo, testigo directo. En mi libro que acaba de aparecer "Secretos de la Transición" revelo por primera vez la causa inmediata, el detonante de la dimisión del presidente Suárez. Estos son en síntesis los hechos: El viernes, 23 de enero de 1981, Suárez recibe en la Moncloa, con gran discreción, la visita de Leo Tindemans, presidente del Partido Popular Europeo y representante de la Internacional Demócrata Cristiana. Acude de la mano de Javier Rupérez a convencer a Adolfo de que la UCD se incorpore a la Internacional Demócrata Cristiana en el inminente congreso de Palma de Mallorca. Suárez se lo promete y también le promete la entrada de España en la OTAN. Tindemans lo ve eufórico, haciendo planes de futuro y sin dar ningún signo de que vaya a dimitir. Al día siguiente, sin embargo, comunica por la noche su decisión en la intimidad de la casa. ¿Qué pasó el sábado, 24? Pasó lo siguiente: el Rey participaba desde por la mañana en una cacería en la sierra de Cazorla, acompañado de destacados representantes de la vida social y económica, hasta un total de doscientas personas. A mediodía le comunican desde la Zarzuela  que debe volver  urgentemente. Y se suspende la cacería. El Rey vuelve en helicóptero a pesar de que la tarde de enero se ha vuelto hosca y es  arriesgado  volar. En la Zarzuela le esperan un grupo de altos jefes militares, hondamente preocupados por la situación, que han entrado sin ser convocados. El Rey llama a Adolso Suárez y entran juntos en la sala donde esperan los militares. Después el Rey deja al presidente con los  generales para que se pongan de acuerdo y abandona la sala. La reunión, con pistola o sin pistola encima de la mesa, que Suárez considera una encerrona, se vuelve tormentosa. Y, en resumidas cuentas, se convierte en el hecho clave que explica la dimisión del primer presidente constitucional. El golpe del 23-F fue para él la cumbre de su amargura y de sus malos augurios. Su conversación a solas con Tejero  -que lo tiene aislado y secuestrado en un despacho del Congreso-, que ofrezco literalmente en el libro, es uno de los diálogos más impresionantes que se recuerdan en la moderna historia política de España. En ese trance, en esa situación límite,  por si quedaba alguna duda, demostró Adolfo Suárez  su altura política y toda su dignidad.
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