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Muerte en Venecia

Muerte en Venecia

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 31 de marzo de 2014, 10:25h
            Es imborrable el recuerdo decadente de aquella película de Visconti en la que la peste iba cercando a la ciudad de los canales con sus venenosos tentáculos. Su arte cosmopolita, con influencias de Oriente y Occidente, de Roma y de Bizancio, de Austria y de Francia, de lo gótico y lo renacentista, resultaba infectado por los efluvios que expulsaban al internacionalismo de sus visitantes e intoxicaban el milagro acuático de un archipiélago cuyos islotes habían superado su aislamiento con la magia de sus canales, para retrogradar la ciudad hacia islas de soledad con olor de cementerio.
 
            Ahora, la capital del Veneto, tan italiana después de haber sido todo; joya de la diadema soberana de Bizancio, República Serenísima de los Dux incapaz de defenderse por sí sola de los turcos, dominio napoleónico, subsidiaria de Austria, república revolucionaria y, definitiva y plebiscitariamente italiana; ahora le ha salido un político llamado Luca Zala, un presidente regional al que se le ocurrió la idea de dar marcha atrás a la moviola de la historia y predicar como aspiración de benéficas consecuencias la independencia "de Roma", a la manera de como un Artur Mas cualquiera aspira a la independencia "de Madrid", que da menos miedo que decir claramente desgajarse de Italia o de España. El personaje no es nuevo en la plaza. Antes estaba en la llamada Liga Norte, empeñado en dividir Italia, con lo de la consulta, como el de por aquí, y sin problemas formales de legalidad porque, según él, sirve la votación "on-line". No se le pasa por la cabeza que este jaez de consultas no tiene ningún valor en una democracia institucionalizada en el marco de un Estado de Derecho. Como ocurre con este estilo insolvente de política, el tal Luca Zala plantea cuestiones tan pintorescas sobre si la Venecia independiente puede o no puede ser miembro de la Unión Europea o de la OTAN, como si fuese él quien puede poner condiciones a la Unión o la OTAN y ser llamado a dialogar sobre su utopía sin pensar que la única contestación posible a nivel internacional sería que hiciese sus propias moneditas y se defendiese con sus propias góndolas. No pasa por su mente que todos los italianos son los que debieran ser consultados legalmente, de acuerdo con las normas establecidas en una Constitución. Para rematar su delirio, dice inspirarse en Cataluña, procedimiento para no ser tomado en serio cual un desafinado y falto de elegancia Artur Mas que, en un velatorio funerario, rompió con la proverbial cortesía catalana, correctamente representada por los señores Roca, Pujol y Durán, para ponerse a especular con lo que "hoy no toca", como hubo de reconvenirle el citado Miquel Roca.
 
            Como se puede suponer en un personaje de tendencias regresivas, este líder localista ya había destacado en la Liga Norte con tan interesantes intentos como el de prohibir la píldora anticonceptiva o la adopción de hijos por parejas homosexuales. Temas de especial urgencia, a su entender, en un territorio con industria siderúrgica, construcciones aeronavales, industrias textiles y del vidrio y la cerámica y, por descontado, turismo internacional y arte universal. Actividades todas ellas que se verían desfavorecidas por los límites de una nacionalidad raquítica. La ingenuidad de ciertos sentimientos locales, más propios de los "hinchas" de un equipo de futbol que de criterios políticos, es como un veneno ponzoñoso que recuerda las escenas pestíferas de "Muerte en Venecia".
 
             En Venecia, como en Barcelona -digamos por seguir las similitudes que alegaba Luca Zala- esta epidemia nacionalista es como la peste. Hay un olor pútrido que repugna a los olfatos sensibles y les invita a escaparse del ambiente mefítico. Va a ser necesaria una intensa actividad de higiene pública para limpiar de gérmenes de moribundia la bella imagen de estas admirables ciudades. La verdad es que, a la postre, Venecia solo muere en la película de Visconti. Aunque a veces parezca que se hunde cuando sube demasiado la marea. Solo los políticos de poco vuelo, como los citados aquí y allá, creen que el impulso de las mareas los lleva hacia alguna parte. Las mareas suben y bajan por influjo lunático y solo dejan  huella de hasta donde llegaron las aguas en cada intervalo. En esta ocasión, el anunciado referéndum telefónico-digital, en una región de cinco millones de habitantes, fue contestado, según el "Corriere del Veneto", por menos de cien mil ciudadanos. El ingeniero Gianluca Busato, mago de la demoscopia, pretendió contar, sin garantía ni control alguno, que habían participado más de dos millones de votantes, conformándose, en todo caso, con menos de la mitad de los venecianos. Fue como esas evaluaciones de manifestaciones entre nosotros que suelen hablar de millones refiriéndose a plazas de área calculable en pocas decenas de miles. Se trata de justificar errores de cálculo con afirmaciones pintorescas como las que hizo el cómico Beppe Grillo diciendo que "Italia es un arlequín de pueblos, lenguas y tradiciones, la unidad no tiene razón de ser". Por eso los payasos proponen una Europa de ochenta Estados, dentro de cada cual convivirían distintas fórmulas separatistas locales. Estas experiencias debieran aconsejar a Artur Mas, tan serio y circunspecto él, no seguir haciendo payasadas en Cataluña.
 

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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