Abdicación del Rey

La decisión tomada por el Rey de abdicar en su hijo hay que interpretarla como un gesto más de la generosidad y sentido común que ha regido siempre la vida del monarca. Consciente de que lo que demanda la sociedad española es una serie de reformas y cambios que revitalicen la vida pública y devuelvan la confianza de los ciudadanos en las instituciones, don Juan Carlos ha optado por dar el primer paso para llevar a cabo en la primera institución del Estado esa renovación generacional que parece imprescindible en estos momentos. Para no dar un paso en falso en una cuestión tan delicada el Rey ha consultado con los líderes de los partidos mayoritarios y se ha asegurado de que iba a contar con su apoyo para realizar este relevo sin sorpresas ni sobresaltos. Ambos, Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español, han mostrado su lealtad y respeto al pacto constitucional que se estableció al redactar la Constitución para respetar y no cuestionar la forma de Estado.

La abdicación, no obstante,  ha sido un acto no exento de riesgos. El más importante el deshonesto oportunismo de algunas fuerzas de izquierda que quieren subordinar la legitimidad del nuevo rey con la celebración de un referéndum previo sobre la forma de Estado. Una exigencia que los miembros de esos partidos han trasladado a la calle ante la impotencia de que las Cortes Generales, con una mayoría de los dos grandes partidos, acepten su peculiar y poco constitucional demanda que llevaría a dinamitar el orden establecido en la Carta Magna. Esos partidos que reclaman la celebración de una consulta popular, seguida de la apertura de un proceso constituyente, saben que o aprovechan este momento para tratar de implantar la república o tendrán que esperar inevitablemente a conseguir una mayoría en el Congreso de los Diputados que les permita llevar a cabo esos cambios de forma legal. La protesta, según afirman sus líderes sin ningún tipo de recato, va a seguir en la calle

- Especial abdicación del Rey
- Patinazo del 'New York Times'