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Díez negritos

Díez negritos

miércoles 11 de junio de 2014, 20:57h
Los malos resultados en las europeas se han llevado por delante a Alfredo Pérez Rubalcaba, a Patxi López y ahora a Pere Navarro. El socialismo acusa una grave crisis política, que en el caso de Navarro se ha visto duplicada por sus dificultades para mantener el equilibrio entre las dos almas tradicionales de su partido, el PSC: la obrerista y la catalanista que, hoy por hoy, mira con simpatía el independentismo.
Los equilibrios de Pere Navarro son similares a los que ha tenido que hacer Josep Antoni Duran para tratar de buscar el sendero de la famosa tercera vía, es decir, una alternativa para Cataluña situada entre el actual autonomismo y el pretendido independentismo de Artur Mas y Oriol Junqueres. Duran también ha salido tocado de esa situación. El domingo se barajó la posibilidad de que dejase sus cargos en CiU y de que se presentase en solitario a unas posibles elecciones autonómicas anticipadas. La federación nacionalista logró parar el golpe. Duran seguirá de momento en su lugar, pero la opción de la fractura queda latente.

La política catalana vive en momento crucial y difícil que está dejando a sus espaldas un reguero de víctimas políticas como en la novela de Agatha Christie. Pere Navarro es el último de estos negritos. No ha logrado mantenerse al frente del PSC ni siquiera tres años. La indecisión y la divergencia de opiniones en el seno de su partido han sido las principales causas de su caída. Pero en esos corto periodo, Navarro ha tenido que lidiar también con la corrupción y con las secuelas de una grave crisis económica que su partido no supo resolver cuando gobernaba.

Navarro fue elegido por una amplia mayoría del 83% en diciembre de 2011 en sustitución de José Montilla como primer secretario del PSC en un congreso tranquilo. Los críticos, los famosos catalanistas hoy escorados hacia el independentismo, presentaron una candidatura encabezada por Joan Ignasi Elena, que apenas obtuvo el 25% de los sufragios de los delegados. Pero Navarro, en busca de esos famosos equilibrios, incorporó a ese sector crítico a su ejecutiva. Sin embargo, ese gesto no evitó ni ocultó las discrepancias que cada vez fueron más evidentes y, para desgracia del líder del PSC, más públicas.

Los alcaldes socialistas de la Cataluña interior se decantaban cada vez más por un independentismo que es mayoritario en las ciudades que gobiernan. Los dirigentes de la corona metropolitana de Barcelona, en cambio, apostaban por una Cataluña unida a España, tal y como demandaba el PSOE. En este contexto, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, adelantó las elecciones catalanas a noviembre de 2012 y el PSC incluyó en su programa el derecho a decidir, o sea, abogaba por la celebración de una consulta independentista siempre y cuando fuera legal y acordada con el Estado.

Desde el primer momento, se vio que eso iba a ser fuente de problemas. Y también quedó claro que Navarro no es hombre de decisiones drásticas. Durante el debate de investidura de Mas, el líder socialista anunció que su partido se abstendría a lo largo de la legislatura en todas las cuestiones relativas a la consulta y al soberanismo. ¿Cómo podía la tercera fuerza política de Cataluña soslayar el único debate que la política catalana tenía sobre la mesa? Navarro rectificó a los pocos días, pero el conflicto no desapareció.

Por el contrario, se intensificó cuando CiU y ERC decidieron llevar al Congreso de los diputados una iniciativa a favor del derecho a decidir. Era en realidad un trampa para cazar al PSC. Y surgió efecto. Los diputados del PSC rompieron la disciplina de voto del grupo socialista -con excepción de Carme Chacón, que se ausentó de la votación- y votaron diferente que el resto de sus compañeros del PSOE causando un enejo sin precedentes en Alfredo Pérez Rubalcaba.

Las relaciones con el PSOE estaban maltrechas, pero las cosas en Cataluña no mejoraron. El sector catalanista no se dio por contento y exigía todavía más: una defensa cerrada del referéndum independentista. En paralelo, el secretario de Organización del PSC, Daniel Fernández, que era el gran aliado de Navarro para tratar de contentar al sector crítico, fue imputado en un caso de corrupción y tuvo que dejar su cargo. Y al mismo tiempo, Navarro nombró portavoz del grupo parlamentario del PSC a Maurici Lucena, recién llegado de Madrid, lo que provocó recelos e insatisfacción entre algunos diputados que aspiraban a ocupar ese cargo.

Como las cosas iban de mal en peor, el líder del PSC decidió por una vez tomar el toro por los cuernos y buscar la reconciliación con Rubalcaba. Lo hizo a través de Miquel Iceta y se llegó a un acuerdo: el PSC renunciaba a demandar la celebración del referéndum y el PSOE ponía a cambio en marcha una reforma de la Constitución en la línea federalista. El pacto irritó a un más a los críticos y Navarro vio como lo que él le había hecho a Rubalcaba se le devolvía como un boomerang, ya que en una votación crucial en el Parlament tres de esos diputados críticos desoyeron las órdenes de Navarro y rompieron la disciplina de voto.

Este sector crítico, que cuenta con Marina Geli, Montserrat Tura, Joaquim Nadal o Rocío Martínez, entre otros, no tiene una gran fuerza en el seno del PSC a juzgar por el gran respaldo que las propuestas de Navarro solían tener en los órganos de gobierno del partido. Pero sí tiene fuerza mediática y, un día sí, otro también, alguno de sus miembros salía en la televisión o en la radio criticando abiertamente a Navarro. Durante la rueda de prensa para anunciar que tira la toalla, el todavía líder del PSC no pudo evitar reprochar a estos críticos su deslealtad.

Y así estaban de liadas las cosas, cuando llegaron las elecciones europeas del pasado 25 de mayo y el PSC pasó de ser la primera fuerza política a la tercera plaza, por detrás de ERC y de CiU. Un batacazo que ha tenido sus consecuencias. Al día siguiente de la jornada electoral, más de uno esperaba que Navarro imitase a Rubalcaba y anunciase su retirada. No fue así, pero el líder de los socialistas catalanes no ha podido aguantar más de dos semanas.

Contaba con el apoyo del poderoso alcalde de Cornellà, Antoni Balmón, pero ya no con el del candidato del PSC a la alcaldía de Barcelona, Jaume Collboni, ni con los de los presidentes de las federaciones de Girona, Juli Fernández, y Tarragona, Xavier Sabaté. Ante esta tesitura, Navarro ha optado por dimitir. El hombre que irritó a Rubalcaba al pedir a deshora la abdicación del Rey, deja su cargo el mismo día en que en el Congreso se votó la marcha del monarca.

Y deja también muchos interrogantes abiertos. La dimisión de Navarro se formalizará el sábado en el Consell Nacional del partido. Es de prever que una gestora se haga cargo del PSC hasta que un nuevo congreso elija a su sustituto. Para ese congreso aún no hay fecha. Varias voces piden ya que se celebre antes del verano, pues a nadie se le escapa que el otoño política catalán será muy, pero que muy caliente y que el PSC necesitará un líder fuerte para torear lo que se avecina. Pero Navarro no quiso comprometerse a dar una fecha y es que el congreso del PSOE, previsto para julio, puede ser un impedimento para la celebración inmediata del del PSC.

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