Ea. Se acabó lo que se daba. Al mes de agosto le queda apenas unos días y
ya tenemos a todo el personal agotando las horas de playa para mantener
el moreno y haciendo cuentas de por cuanto le ha salido el mesesito
dichoso en el apartamento de Matalascañas. Seguro que por un pico.
Porque lo de menos, al fin y al cabo, es el alquiler que uno ya cuenta
con los tres mil euros menos en la cuenta del Santander. Lo peor han
sido los gastos extra, ya saben, las cervecitas del aperitivo, las
comidas en el chiringuito, el arroz con los amigotes, las cenas en la
terracita de la,plaza, los cubatitas a ocho euros en el bar de Curro,
los helados de los niños y los miles de gastos que se acumulan durante
treinta días de merecido asueto. Adiós a la paga extra y a ese tan soñado
nuevo televisor de pantalla gigante para ver los partidos de la Liga.
Uno no para de ir al cajero y tirar de tarjeta pese a que cada día ve
como la cuenta va disminuyendo paulatinamente como si se tratara de un
infalible reloj de arena, tres mil, dos mil quinientos, dos mil, mil
quinientos, mil, quinientos, trescientos...¡Dios, es que no me va a
quedar ni para la gasolina de vuelta! Y, para colmo de males, este año
el día 31 cae en domingo con lo que no me va a dar ni tiempo para
descansar en casa del estrés de colocar en el maletero del Megane el
complicado rompecabezas de maletas, sillas, tumbonas, neveras,
sombrillas y las miles de chorradas inútiles que mi señora ha comprado
en los mercadillos durante todo el mes, y de aguantar las cinco horas de
atasco que se van a formar en la autovía de Huelva en dirección a
Sevilla. Ya le dije a la parienta que mejor nos íbamos el sábado y así
podíamos descansar al menos un día y evitarnos el tráfico, pero se me
volvió como una fiera y me dijo: "Sí, hombre, y nos perdemos un día del
alquiler que ya lo tenemos pagado. ¿Tú eres gilipollas o qué? Como se
nota que no eres el amo de la casa y no sabes ahorrar ni valorar el
dinero que entra en el hogar" Uf. Menos mal que ella no trabaja y que el
único que aporta fondos a la cuenta del Santander es mi menda, porque
si fuese al contrario acabaría crucificado sobre la roca de Torre la
Higuera.
De todas formas estos últimos días de agosto han sido
bastante críticos. penas he podido pegar ojo pese a que las noches han
sido fresquitas a más no poder. Entre la escasez de fondos que padezco y
los recortes de gastos para evitar que la cuenta del Santander acabara
en números rojos, uno estaba como Santa Teresa, ya saben, aquello del
vivo sin vivir en mí. Y eso que no quiero ni pensar lo que va a ocurrir a
partir del próximo lunes cuando mi señora acuda a Mercadona para llenar
despensa y el frigorífico, a El Corte Inglés para comprarle a los niños
los uniformes, los zapatos, los libros y todo el material escolar, y a
Zara para ver como viene la moda del próximo otoño-invierno. Porque
todavía en El Corte Inglés se puede aplazar un mes el pago con la tarjeta
del triángulo verde, pero en los otros sitios hay que pagar a tocateja y
es un corte que la cajera del Mercadona, agobiada por una cola de
treinta carros repletos, se vea obligada a decirle a uno, tras varios
intentos: "Lo siento, caballero pero su tarjeta no tiene fondos
suficientes para pagar la cuenta. ¿Quiere pagarla en efectivo?" Eso
quisiera yo, tener trescientos euracos en el bolsillo para las pizzas,
el jamón, la leche, el pescado, los solomillos, el arroz, las pastas,
los detergentes y las lejías de Hacendado, las cervezas y las coca-colas
que mi parienta ha acumulado en el carro después de más de dos horas
recorriendo pasillos arriba y abajo acumulando productos sobre el carro
como si fuésemos la familia de
Sánchez Gordillo.y del
Cañamero.
Y
llega uno a casa, a la cómoda placidez de su piso, agobiado por la
cruda realidad que le rodea, pone la tele para entretenerse y evadirse y
el tonto de turno sale hablando del síndrome postvacacional, de la
depresión por volver al trabajo, de estrés de la vuelta al curro. Y no
sólo eso, sino que aparecen varios expertos en la materia, psicólogos,
sociólogos, psiquiatras, que dicen avalar científicamente la chorrada de
todos los años. ¿Estrés postvacacional? ¡Venga ya! Si lo que estoy
deseando es volver al trabajo en la Junta de Andalucía, salir con los
compañeros todas las mañanas una hora a desayunar en el bar de al lado
de la Consejería, encender el ordenador, leer los periódicos digitales,
chatear con los amigotes, ver las caras serias de los mandamases por el
asunto de los cursos de formación y los EREs fraudulentos, y repasar los
papeles que me ha dejado en la mesa mi compañero Pepe que, ese sí que
sabe, está soltero y se marcha todo el mes de septiembre a una isla
perdida de Caribe. ¡Ojalá y le coja un huracán al muy capullo!
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