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España no está para bromas

España no está para bromas

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 17 de noviembre de 2014, 10:45h
            Ya pueden pronosticar lo que quieran los colegas tertulianos y nuestros colegas políticos seguir llamando proporcionalidad a la cobardía y corrupción a la rapiña. Pueden entretenernos con las historietas del pequeño Nicolás, el vodevil del diputado viajero y el coche de alta gama del alcalde de un villorrio. La picaresca que subyace en el subsuelo de la vida pública es como el pus que forma forúnculos en la epidermis, mientras más adentro crecen tumores malignos silenciosamente. Son cuadros patológicos que demandan tratamientos médicos enérgicos y radicales. Pero el enfermo sobrevivirá, como siempre ha sobrevivido a peores plagas. Ni está herido mortalmente ni va a curarse con mutilaciones ni con purgas de hierbas tropicales. España está muy contrariada, que ahora dicen indignada, pero no está para bromas que amplifiquen los problemas en vez de solucionarlos.
 
            Cuanto más necesitado está el pueblo español de vitaminas vigorizantes y de vacunas contra la peste no puede equivocarse tragándose las píldoras de curalotodo de cualquier predicador en plaza o dejándose arrancar la muela del juicio. Ni esta nación secular es un cadáver del que pueden separarse miembros en una mesa de disección ni sus músculos, aparentemente dormidos, han perdido su fuerza. Una pereza gobernante es responsable de que ocupen excesivo espacio mediático dos bromazos que solo sirven para distraer al público de los verdaderos problemas de nuestros días.
 
            Uno es el prehistórico nacionalismo, mejor llamado separatismo, cantonalismo o paletismo, que insiste con terquedad de asno en proponer a Europa y al mundo la balcanización de España como una meta estratégica aceptable para los ciudadanos de una gran nación y para sus vecinos. No es presentable, más allá de una casa de orates, que una de las más sólidas estructuras nacionales de la Unión Europea, del área del Euro, de la Alianza Atlántica, que acaba de obtener silla en el Consejo de Seguridad de la ONU, con una cultura de proyección internacional, una economía con capacidad de exportación y unos profesionales de primer nivel en todas las actividades humanas, se pueda encandilar con banderines estelados de insolidaridad, desintegración e insolvencia financiera. Es absurdo imaginar que un pueblo con un demostrado instinto de supervivencia y adaptación a través de siglos borrascosos pueda dejarse tentar por los anzuelos de unos pescadores en rio revuelto y ser llevado a la cesta asfixiante en que terminan las sociedades inmaduras y los Estados fallidos.
 
            El otro bromazo es que los españoles, justamente irritados por la degeneración de algunas figuras partidarias o por el incumplimiento de algunos programas, vayan a trasladar su confianza al primer cantamañanas que se presenta con ínfulas proféticas de redentor y aniquilador de una casta maldita, con el deseo de sustituirla aplicando las técnicas populistas que mantienen en la miseria a terceros países. La broma del líder purificador que todo lo sana por arte del birlíbirloque ha quedado en el mundo para los payasos de la política que aparecen en los entreactos para distraer al personal mientras se cambia el decorado.
 
            La situación compleja que vive España no se soluciona con mitologías de heráldica medieval ni con estandartes apolillados de las "revoluciones" del Siglo XX. Siempre han surgido políticos improvisados que intentan aprovecharse de los momentos de malestar económico o de dispersión social para subirse a la ola de protestas contra la arquitectura de las naciones y de sus sistemas de convivencia y soñar que la ira rellene, por sí misma, los vacios institucionales con sus demagogias separatistas o izquierdistas. Pero la ira por si misma solo produce incoherencia. Sin programas realistas de progreso, las respuestas de recambio destructivas y fugaces son tentaciones efímeras que la Historia nos demuestra que solo conducen hacia la nada.
 
            La situación por la que pasamos exige, simplemente, el reencuentro de la representación política con sus bases sociológicas reales que están ahí, en trance de desconcierto, pero fieles a sus principios. Para liberarlas de su desencanto o de su abstención solo se necesita más autenticidad y menos basura. Parece evidente que algo tiene que cambiar y esperemos que así sea. Pero el cambio no será para alimentarnos con despojos separatistas o ropa vieja cubana. El edificio necesita un fregado de fuerte detergente en todas sus plantas para recuperar a un sector importante y quizá decisivo que parece extraviado en los vericuetos de la demoscopia. Que parezca extraviado en este momento no quiere decir que se trate de una tropa inconsciente. A la hora de la verdad, todos los españoles saben que tienen mucho que perder y nada que ganar con aventurerismos iluminados de patrocinio sospechoso e incierto desenlace. España es demasiado valiosa para todos y cada uno de los españoles, incluidos los peor situados, para que nadie desee jugársela en la tómbola de las sorpresas.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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