Kiti Mánver, un "Juan" sublime, en 'Las heridas del viento', de Juan Carlos Rubio
jueves 04 de diciembre de 2014, 18:45h
No somos perfectos, está claro. Nos gustaría ser lo que
no somos, tener lo que no tenemos, despojarnos de lo que nos molesta. Pero no somos perfectos, ya digo,
¡qué le vamos a hacer! Esto pensaba yo hasta que el pasado miércoles vi a Kiti Mánver encarnar en el escenario a Juan, el protagonista de 'Las heridas del viento', la obra de Juan Carlos Rubio (recuerden, el autor
de 'Humo', y 'Arizona')
que
ha vuelto durante unos meses al Off del Teatro Lara y cuyas representaciones terminan en este escenario el
próximo día 17 de diciembre.
Después de ver a Kiti,
digo, dejo de enunciar esas carencias en plural, y me las aplico únicamente a mí.
Kiti Mánver actriz es perfecta. Incluso,
de otro planeta, el reservado a los dioses de la escena. Se encarna en el
escenario en un hombre, Juan,
homosexual e inteligente. Dos minutos
después de aparecer en escena con una peluca rubia y con unas kilométricas
pestañas postizas y rojo carmín en los labios, Kiti Mánver, sentada sobre una silla de tijera, como el resto de
los aproximadamente 70 espectadores que
caben en la sala, se va despojando lentamente de peluca, pestañas y carmín, al
tiempo que se ajusta chaqueta, pantalones, zapatos varoniles y corbata, para transformarse,
ante los 140 atónitos ojos de los espectadores, en Juan. Desde entonces, se desgrana una íntima historia a través de
la cual un hijo, con su padre recién muerto, descubre a través de unas cartas que
encuentra en una caja bien cerrada, que su padre tenía relaciones amorosas con
otro hombre. El hijo no puede resistir la tentación y acude a conocer al amante
de su padre. Ese amante es Juan. No,
no es Kiti Mánver, es Juan.
Cada uno de los pasos, los
movimientos de manos, de cara, de ojos,
cada uno de sus gestos son enteramente
masculinos. Y su voz, tanto o más. Un
verdadero prodigio de interpretación el de una verdadera actriz que, sobre las
tablas descubrí hace ya muchos, muchísimos años, en compañía del maestro Manuel Galiana, haciendo la función de 'Ay, Carmela'. Desde entonces, que ya era
una buena actriz, y con unas cuantas películas más en su haber (varias, como
todos saben, de Pedro Almodóvar), Kiti se
ha convertido en un ángel con plumas
y, a sus sesenta y tantos, menos asexuado de lo que confiesa Juan, el personaje que representa.
Mánver
está
soberbia, magnífica, sensible, estremecedora. Emociona, hace cómplice al
espectador, lo transporta a esa relación
con el padre del joven hijo que acaba de descubrir esa faceta
oculta de su padre, una vez muerto, y
los dos actores, sobre un escenario totalmente vacío, con la iluminación justa y
adecuada a cada momento dramático, y con dos humildes sillas de tijera
colocadas, unas veces, en el pequeño
escenario, y, otras, ocupando su lugar en la primera fila, van desgranando una
historia bellísima, llena de humanidad y
poesía tanto por su factura formal y estética -la que le ha dado el autor, Juan Carlos Rubio-, como por la
recreación de los dos actores en escena, Kiti
Mánver y Dani Muriel (estupendo también en su réplica a la Mánver), que dibujan en apenas hora y
cuarto de representación una historia inolvidable para los afortunados
espectadores que, a lo largo de varios meses, han ido dándose cita con ellos en
los distintos escenarios por los que ha pasado 'Las heridas del viento'. Y,
además, una obra con un final totalmente inesperado para el público.
Sería una verdadera pena que ningún director, autor o
empresario, no pusiera a Kiti Mánver
ante la oportunidad de refrendar sobre el escenario con otra obra cualquiera,
la actriz inimitable, irrepetible que
lleva dentro y que, día tras día, han podido ver ya miles de espectadores, los
que han acudido a disfrutar con este emocionante, exquisito y bello drama de Juan Carlos Rubio que el Lara ha tenido
la inteligencia y el acierto de haber
traído nuevamente a esos históricos salones de la calle Corredera Baja de San
Pablo, que tanto y tan bueno han visto a lo largo de las decenas y decenas de años
de existencia.
Larga vida al Lara, larga vida al teatro, y el mayor de
los reconocimientos a una artista, Kiti
Mánver, que para mí ya ha pasado al Olimpo de los dioses del arte dramático. Inolvidable este Juan de Kiti Mánver para los amantes del buen teatro. Un personaje lleno de sentido del humor (deliciosas esas
charlas con su gato ausente), amargura
(¡qué fuerza en cada gesto de Kiti,
o de Juan!). No se la puede perder.
Si es necesario, soborne a quien haga falta.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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