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Invitación a cóctel

Invitación a cóctel

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 18 de mayo de 2015, 11:05h
            Cuando éramos algo más cursis, todas las recepciones se llamaban cocteles y las señoras se ponían vestidos de coctel, que eran como vestidos de gala a los que les habían cortado la mitad de las faldas. Luego no se servían cocteles sino, en las reuniones más lujosas, whiskys y algún cava o champagne, salvo en Barcelona, donde sobrevivieron heroicamente algunos barmans competentes en esta compleja materia. En Madrid, en los tiempos remotos de Perico Chicote, aquel legendario barman acudía personalmente a estas ceremonias sociales y asesoraba con amabilidad a los invitados, aconsejándoles algunas combinaciones y hasta sugiriéndoles cortésmente la forma de beberlas correctamente. Después, una ola de autenticidad castiza decidió         que no se invitase a un coctel sino a una copa de vino español. Si se servía Jerez o un buen vino de Rioja, la cosa no iba mal. Lo peor vino cuando aquellos eventos, a los que algunos nostálgicos seguían llamando cocteles, se convirtieron en unas reuniones en que se servía Coca-Cola, cerveza o gaseosas coloreadas de limón o naranja. En estos vulgares bebercios existían unos experimentados camareros que insinuaban a los invitados que consideraban de más categoría la posibilidad de ofrecerles un gin-tonic sigilosamente preparado para ellos.
 
            Hoy estamos en tiempos en que la política intenta volver a los viejos tiempos del coctel. Se afirma que el bipartidismo es algo malo, como sería dar a elegir exclusivamente entre blanco o tinto en un vino de honor. También parece algo contraproducente que una minoría consciente se abstenga para permitir predominar a una bebida consagrada como, por ejemplo, champagne para todos. Ahora se presenta como recomendable una mezcla heterogénea de ingredientes políticos que compongan un coctel extravagante, aunque produzca previsible resaca.
 
             El pluripartidismo, agitado locamente en la coctelera de los pactos, está considerado como un trago recomendable y depurador de las secuelas de la anterior ingestión de bebidas homogéneas. Esto puede parecer deseable a las iniciativas partidistas sobrevenidas, ávidas de entrar en las mezclas de la coctelera, porque se reconocen incapaces de competir como alternativas de gobierno enteras y responsables. Pero no puede parecerle deseable al pueblo que, como tal, sabe que le interesan instituciones consolidadas y estables que muy difícilmente pueden emanar de un coctel pluripartidista, aunque entre en la combinación un barman de Barcelona. Estabilidad y eficacia son las cualidades apreciadas para el interés general, sea cualquiera la orientación política predominante, sin tragarse la ficción de que las combinaciones heterogéneas enriquecen el debate, en días de campaña y dentro de las instituciones, aunque no ofrezcan ninguna expectativa de mejor operatividad con sus apasionadas mezclas de sabores.
 
            Nadie que quiera sinceramente el bien general puede aconsejarle a los electores que dispersen sus votos en torno a improvisaciones o caprichos multicolores. Creer que la política puede desarrollar sus cometidos como la junta de una comunidad de vecinos mal avenidos es no conocer cómo malfunciona una comunidad de vecinos ni cuál es la responsabilidad de un cuerpo de gobierno. Sin embargo, el caótico líder socialista Pedro Sánchez, olvidando que rige una formación con razonable capacidad de gobierno en niveles local, autonómico y central, se ha permitido programar  la marimorena, autorizando a su partido a pactar donde quiera y como quiera, asumiendo el rencor destructivo de fuerzas frustradas antes que el entendimiento con quienes comparten con su partido la lealtad constitucional y el equilibrio del sistema. A Sánchez le gustan más los cocteles tropicales que el vino español. Cocteles con toda clase de ingredientes, aunque resulte un coctel Molotov, es su consigna irresponsable en vísperas de unas elecciones municipales. No sabemos qué contubernio se le ocurriría si llega a cuajar como aspirante viable a un gobierno pluripartito de la nación española.
 
            Se debe advertir a los ciudadanos, desde una cierta experiencia, que un coctel heterogéneo puede sentar mal a su sistema digestivo. Invitar a cocteles en política es una irresponsabilidad pero, en este tiempo de campaña se exhiben obscenamente activistas que solo pueden invitar a cocteles, haciendo campañas con  promesas que nunca podrán cumplir por su propia cuenta y con temas ajenos a los propios de unas elecciones territoriales. Se presumen combinaciones mal amalgamadas solo para dificultar el gobierno de las fuerzas más votadas. En este ambiente de coctelería no parece lo más conveniente que un partido socialista con historia de gobierno esté dirigido por un político con vocación de barman.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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