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Editorial: El gesto

sábado 13 de junio de 2015, 12:13h

El de Felipe VI despojando a su hermana Cristina del título, a todas luces ya inmerecido, de duquesa de Palma, ha sido, sin duda, un gesto. Habra quien quiera verlo como oportunista, olvidando que el oportunismo es la primera célula de cualquier actuación, pública o privada. Sin oportunismos, sin electoralismos, seguiríamos anclados en la era del derecho de pernada. Así que, a nuestro juicio, el ‘gesto’ está lejos de ser aquel ‘rasgo’ que consagró al gran Larra y comenzó a procurar su desgracia. El ‘gesto’ de Felipe VI hacia su hermana, tozuda en renunciar a sus privilegios dinásticos y, por tanto, contumaz a la hora de perjudicar a la institución encabezada primero por su padre, ahora por su hermano, está plenamente justificado: si la aristocracia es el gobierno de los mejores –o debería serlo--, qué duda cabe de que la esposa de Don Iñaki Urdangarín no es merecedora de pertener al que debería ser tan selecto club.

Ahora, la Infanta se empeña en mostrar al mundo las úlceras de la unidad familiar, sin duda mal aconsejada –inexplicablemente—por alguien con tanto sentido común y tanta experiencia política como el abogado que encabeza la defensa de doña Cristina, el ex portavoz parlamentario del grupo catalán y ‘padre’ de la Constitución Miquel Roca. El enfrentamiento abierto por la mujer de Urdangarín con quien hoy encarna la Jefatura del Estado, llamando públicamente mentiroso a su hermano, actuará contra ella, no contra el Rey, cuya actuación en este caso ha sido generalmente aplaudida.

Que el choque en la primera familia española se haya producido precisamente en una jornda tan histórica como la de este sábado, cuando figuras pertenecientes a formaciones clara y activamente republicanas, han tomado posesión de los principales ayuntamientos, agrava la actitud de doña Cristina, por más que nosotros pensemos que el ‘vuelco’ político propiciado por las urnas el pasado 24 de mayo servirá más para fortalecer la institución monárquica que para debilitarla. Cada día se hace más necesaria una institución ‘supra omnia’ (sobre todo, por encima de todas, todas, las fuerzas políticas), capaz de aglutinar tendencias irreconciliables y de superar esa absurda dialéctica que algunos, demasiados, quieren abrir entre ‘las derechas’ y ‘las izquierdas’.

Ella, al Infanta, ha dado un paso en falso, y suponemos que Miquel Roca tendrá que explicarlo, ya que ella mantiene un hermético silencio, como si aún estuviese poseída de una ‘grandeur’ de la que hace tiempo la despojó el pueblo español. Su hermano, en cambio, ha tenido otro acierto, uno más de los que jalonan su año al frente de la Corona del Reino de España, y que le han hecho acreedor a la medalla de oro en la popularidad de los ‘políticos’ españoles, según las encuestas. Con razón dice Pablo Iglesias que, si el ciudadano Felipe de Borbón se presentase a las elecciones para presidente de la República, las ganaría de largo. Así que Podemos, con el permiso hasta de Podemos, al menos ahorrarnos esa convocatoria electoral, precisamente cuando nos viene ahora otra, la autonómica catalana, tan absolutamente impertinente y extemporánea.

Sí, ha sido todo un gesto. Un gesto de quien, contra viento y marea, superando bastantes dificultades –las familiares incluidas, desde luego—se perfila como el mejor Rey que haya tenido jamás España. Ojala así sea, porque una brizna de estabilidad, unos gramos de representatividad, unos kilos de sensatez, unas toneladas de seguridad jurídica, nos son más necesarios que nunca.

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