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Artur Mas y la alargada sombra del general Batet

jueves 10 de septiembre de 2015, 13:43h

El 18 de febrero de 1937 Domingo Batet Mestre, general de División, era fusilado en Burgos tras ser condenado en Consejo de Guerra por no sumarse al levantamiento del 18 de julio de un año antes. Su camarada Emilio Mola le engañó y su también camarada y amigo Queipo de Llano no consiguió que Francisco Franco le indultara. El Generalísimo le " devolvía el favor" a Queipo que unos meses antes había ordenado el fusilamiento del general Miguel Campins pese a la opinión en contra de Franco. " Jugar" entre generales siempre es peligroso y más cuando se desata un golpe de estado y una guerra civil.

Batet murió por permanecer fiel al gobierno de la República, que en apenas unos meses conocería hasta siete presidentes distintos. Dos años antes , en octubre de 1934, el mismo Bartet, cumpliendo órdenes del por entonces presidente del Gobierno, Alejandro Lerroux, entró en Barcelona detuvo a Lluis Companys, presidente de la Generalitat, y se suspendió el gobierno autónomo. Las "flores" que se lanzaban al Ejército como "columna vertebral de la Patria" desde los medios de comunicación eran constantes, sobre todo desde las filas de la derecha y con Calvo Sotelo, Honorio Maura y Ramiro de Maeztu al frente.

A Companys y sus seguidores no les gustó la alianza de partidos de la derecha y pensó que podía dar un paso más allá de lo que señalaban las leyes: proclamar la independencia de Cataluña. Se equivocó y en todo lo que pasó ese mes de octubre en España y en los años siguientes bien harían nuestros políticos de hoy, con Artur Mas y Oriol Junqueras de alumnos aplicados, extraer las mejores conclusiones para la tranquilidad y el buen gobierno de todos los españoles.

Con toda seguridad las calles de Cataluña se llenarán de senyeras y esteladas el 11 de septiembre. Se gritarán y core oraran lemas a favor de la independencia. Esperemos que la violencia, si existe por parte de pequeños grupos, sea mínima. El gran día es el 27, un día electoral, con partidos que deberán negociar para formar gobierno y un nuevo Parlamento que, si las encuestas aciertan, tendrá una mayoría de diputados independentistas dispuestos a recorrer un largo camino dentro y fuera de España en defensa de sus tesis. Lo que no habrá el 28 de septiembre, ni el 20 de diciembre, ni en enero, febrero... de 2016 será una Cataluña independiente.

No ha estado nada afortunando el ministro de Defensa sacando al Ejército de los cuarteles al hablar de las elecciones catalanas. Se ha equivocado Pedro Morenés pero mucho más se han equivocado desde 1979 Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy en sus comportamientos con los distintos gobiernos catalanes y, sobre todo, con los partidos catalanes que han dirigido la vida política en las cuatro provincias, CiU y PSC. Convergencia y Unió se ha partido por las diferencias insalvables entre Mas y Durán Lleida, y el PSC se ha derrumbado social y electoralmente, tanto por culpa de Pascual Maragall y la aristocracia republicana que encarnaba como por parte de José Montilla y su tripartito populista.

Recurrir por le gobierno que salga de las elecciones generales de diciembre al artículo 155 de la actual Constitución para responder al más que posible desafío rupturista que plantee un gobierno tan dispar como el que puede salir de la suma de casi veinte grupos, asociaciones y movimientos que se engloban entre "Junts pel si" y la CUP, tendría que contemplar la casi segura movilización de las Fuerzas Armadas para evitar choques entre la Guardia Civil, al Policía Nacional y los Mossos de Escuadra. Una situación mala para todos y en especial para los que viven en Cataluña sea cual sea su pensar político y sus anhelos sociales.

Hagamos unas pequeñas cuentas: de los 135 escaños que conforman el Parlament, 85 le corresponden a Barcelona, 17 a Gerona, 15 a Lérida y 18 a Tarragona. En las tres últimas los votos desde hace veinte años son bastante estables. Es en Barcelona donde el cambio ha sido más profundo y protagonizado por los socialistas que han caído a plomo.

En 1999, por ejemplo, el PSC tenía 36 diputados por Barcelona, cinco por Gerona, cinco por Lérida y seis por Tarragona. En 2012 los datos cambiaban para mal de las huestes que hoy encabeza Iceta: de 36 pasaba a 14, de 5 a 2, de 5 a 1, y de 6 a 3. Un desastre sin paliativos que no parece que puedan mejorar mucho. El PP, el otro gran partido del estado, apenas tenía representación y se ha movido los últimos años entre doce y diecinueve parlamentario. Hoy, con el ex alcalde de Badalona intenta no bajar de diez.

Justo enfrente están los nacionalistas y las nuevas formaciones de Ciudadanos y Podemos. Si los sondeos aciertan o se aproximan a los resultados reales que salgan el día 27 tendremos una mayoría nacionalista por encima de los 68 escaños, con el partido de Albert Rivera en segunda posición y la marca de Pablo Iglesias en tercer lugar. Socialistas y populares no llegarían entre los dos ni a los treinta representantes, un agujero negro para cualquier formación que quiera gobernar en España y un serio problema de estado y personal para Mariano Rajoy y Pedro Sanchez.

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