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Mas y el sacerdocio. ¿Estás pensando en un elefante?

sábado 12 de septiembre de 2015, 09:26h

Me encontré con mi vecino en el kiosco de prensa y se empeñó en que fuera con él a su casa para devolverme un libro que le había prestado hacia unas semanas. Por cortesía le dije que no me corría prisa, pero se empecinó y le acompañé. Tenía alojado en su vivienda a un amigo australiano que había venido a pasar las vacaciones en España para mejorar su conocimiento del idioma. Le había dejado desayunando tan feliz, y cuando regresó conmigo continuaba el hombre sentado a la mesa de la cocina, pero estaba inmóvil, cabizbajo, con los codos hincados sobre un periódico abierto y las manos trenzadas en mitad de su pelambrera. Alzó la vista hacia nosotros y pudimos ver sus ojos enrojecidos. “¡Canallas!”, soltó con voz trémula. Mi vecino y yo, perplejos, nos miramos sin comprender. “Sí”, continuó enardecido, “sois unos miserables, los españoles, unos abusones despiadados”.

Reparé en ese momento en que el sajón tenía abierto el diario por una página en la que destacaba el título de un artículo que yo había leído días atrás: A los españoles. Por Artur Mas. Se me escapó un “¡Santo Dios!” en forma de susurro. Le di un codazo a mi vecino y se lo hice ver. Soltó una carcajada y comenzó a dar una explicación a su inquilino con cierta ternura: “Escucha, Tim…”. Pero el australiano no podía contenerse, se puso de pie empujando la silla hacia atrás y continuó lanzándonos sus improperios, algunos acompañados de gotitas de saliva. “Parece mentira que seáis capaces de tener sojuzgado a todo un pueblo durante siglos, pagándoles con migajas cuando os han ayudado tanto; tratando a los catalanes como súbditos, con insultos y menosprecios…”. “Eh, eh, ¡para el carro!” replicaba mi vecino sin ser escuchado. “Hay que ser malnacido”, insistía Tim, “para pisotear su dignidad, para responder con libelos furibundos cuando lo único que han hecho es pedir justicia, libertad y democracia…”. Me largué sin llamar la atención, pero aun tuve tiempo de escuchar algunas diatribas: “¡Desgraciados! ¡Oh, my God! ¡Con lo que os han amado y os siguen amando!”

En casa busqué el artículo y lo leí de nuevo, esta vez con la atención que el hartazgo me impidió poner en la primera ocasión. Me pareció lógico que cualquier australiano con un poco de sensibilidad acabara en un mar de lágrimas tras su lectura. En esta respuesta de Mas a Felipe Gonzalez (firmada al alimón con seis o siete conspicuos independentistas) no hay nada nuevo: carretas de victimismo, por momentos sazonado con la cursilería propia de algunos de los peores programas de la televisión (“Catalunya ha amado a pesar de no ser amada”), lectura torticera de la Historia a mansalva (las dictaduras las sufren todos los ciudadanos, no los territorios, y lo trágico es que te quitan la palabra, no la lengua), falacias a espuertas (claman por los valores del estado de derecho, piden justicia y democracia, al tiempo que llaman a la sublevación contra el estado español, democrático, y propugnan el incumplimiento de la ley; me trae a la memoria el paradójico proceder franquista cuando eran los rebeldes quienes condenaban a los republicanos defensores de la legalidad por el delito de rebelión y de adhesión a la rebelión) y abundante cinismo (aman, toleran, tienden la mano… cuando todo el mundo sabe que han separado a los ciudadanos encuadrándolos en “los nuestros” y los desafectos; de nuevo me recuerdan al franquismo). Resumiendo, patrioterismo de todo a cien y manipulación de la realidad; el racarraca habitual.

Nada nuevo. Pero en los diez párrafos que configuran el escrito sí aparecen dos cuestiones que me hicieron prolongar la reflexión. La primera es lo mal escrito que está. A todas luces le falta una corrección ortográfica, gramatical y de estilo literario. No me voy a extender, porque el texto está plagado de frases inconclusas, falta de preposiciones, etc. (solo dos muestras: en el tercer párrafo, hablando de cómo actúa Catalunya, dice “…impulsando tenazmente una mejora de las condiciones de vida fomentada en una sociedad más libre…”. ¿Fomentada? La otra es todo el quinto párrafo, donde queda patente que el autor no tiene ni idea de la diferencia entre un punto, una coma y un punto y coma). Me pregunto a quién le habrán encargado la redacción (o traducción, si está escrito en catalán) del artículo. A las hijas de Francesc Homs seguro que no, pues este prohombre del independentismo, portavoz de la Generalitat, ha manifestado que sus hijas no hablan el castellano porque él las ha prohibido ver las televisiones españolas viniendo a demostrar que todo lo dicho en al artículo de marras es verdad (lo de los amores, lo de la tolerancia…) y que entre los centuriones del nuevo régimen no hay hispanofobia. Tiene Goebbels el asunto.

La segunda cuestión es el elefante. Cuando leí, hace años, el libro de George Lakoff (“No pienses en un elefante”) me pareció ridículo que tuviera que venir un erudito a decir algo tan evidente: cuando alguien dice algo tenemos, por un lado, lo que dice explícitamente y, por otro, lo que da por supuesto. Y muchas veces discutes lo explicito pero “compras” sin darte cuenta lo que el otro te cuela por debajo como si fuera un axioma. Lakoff reprochaba a los demócratas estadounidenses que pensaran en un elefante (anagrama de los republicanos), es decir, que aceptaran sus parámetros sin darse cuenta. Aquí Mas (como siempre, por otra parte) nos habla como si su palabra fuera la de todos los catalanes, como si él fuera el sumo sacerdote, el único médium que puede hablar en nombre de los dioses (en este caso, la divina patria) para mostrar el camino a los catalanes, y en nombre del pueblo catalán para escarnio de los infieles. Lo que pretende que le compremos es que los independentistas y los catalanes son lo mismo.

Por favor, no se lo compres, no les hagas el juego en su campaña de propaganda, no digas “los catalanes me tienen…”, ni “si lo que quieren los catalanes es…”, no pienses en un elefante. Di los independentistas, los soberanistas, los secesionistas, los ultranacionalistas o los pesaos del Mas, lo que quieras, pero no confundas a estos con “los catalanes”, por favor, no seas tú también un cretino. No ofendas a millones de catalanes que no tienen nada que ver con esta demencia, que son gente noble, interesante, generosa, simpática… ¿Qué también hay cerriles, amargados, obtusos…? Pues claro, en todas partes cuecen habas y de todo hay en la viña del señor. Personalmente le pagaría el viaje solo de ida a unos cuantos conciudadanos míos a coñacistán y a gañanolandia en la seguridad de allí se encontrarían como en casa.

Podemos hacer malabares con las palabras, pero al final el lenguaje nos retrata. Un dato curioso; en el escrito se dice tres veces “catalanes” y quince veces “Catalunya”. Una vez la gente y cinco la patria. Claro, la gente es pacotilla, pero la patria es una entelequia perfecta, divina. Una pequeña corrección: no dice quince veces “Catalunya”. En la decimotercera lo escribe con “ñ”; no se sabe si es por error o si el autor llegó al orgasmo en la duodécima y la siguiente le pilló en frío. Y una pregunta: si el texto estuviera en catalán, ¿pondrían Espanya o España? No se confundan, no soy un pijotero ni un nacionalista español, sencillamente es que me hacen gracia estos dislates de las nomenclaturas politicamentecorrectas. ¿Qué dirían si escribiera que he estado recientemente en London? Que soy tonto del culo. Como el que se le ocurrió poner en los carteles de la M-40 “A Coruña” en lugar de “La Coruña”.

“Al final no te llevaste el libro”. Volví a encontrarme a mi vecino en el kiosco, y de nuevo se empeñó en que fuera a su casa a recogerlo. “Ni de coña”, repliqué. “Por el australiano no te preocupes. Se largó al día siguiente a Barcelona a ver si conseguía apuntarse”. “¿Apuntarse?”, repetí sin acabar de entender. “Sí, a apuntarse de catalán”, dijo al borde de la carcajada, “tenías que haberle escuchado, parecía un chiste de Gila”. “Pero ¿no le has explicado la verdad?”. “Quita, quita”, dijo mi vecino haciendo aspavientos, “¿Tú sabes cómo come el tío ese? Si me pasaba el día en Mercadona. A parte de que no le hubiera disuadido. ¿Has visto lo que prometen? La mayor renta per cápita de Europa, el paro abolido, un ejército amable y sin armamento, las mujeres que volverán a ser mujeres… Si hasta parece que van a acabar con el mosquito tigre”.

Lo dicho, no pienses en un elefante. Bastante tenemos con estos, que solo piensan en Dumbo sobrevolando alegremente los mundos de Yupi.

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