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Matar a Trotsky, un encargo de Stalin a un comunista catalán que casi fracasa al usar un piolet

Matar a Trotsky, un encargo de Stalin a un comunista catalán que casi fracasa al usar un piolet

Asesinar a Trotsky se convirtió en la principal obsesión de Stalin, el líder de la Unión Soviética y que sustituyó Lenin tras su muerte. Desde entonces, el jerarca soviético comenzó una purga personal contra el fundador del ejército rojo y que acabó con su expulsión del país en 1929. Frank Jacson, ingeniero canadiense, fue el que finalmente acabó con la vida de Trotsky en 1940, más conocido bajo su verdadera identidad: el catalán Ramón Mercader.

Tras la muerte de Lenin en 1924 no sólo deja un vacío en la recién fundada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1922, sino que se inicia una guerra paulatina y personal entre Stalin y Trotsky. No solamente les separaban diferencias ideológicas sobre la forma de llevar a cabo la revolución. Trotsky llevaba menos tiempo en el partido, desde el estallido de la revolución, y ya era capaz de hacer sombra al más veterano: Stalin. Trostsky se convirtió para el jerarca soviético en uno de sus enemigos más peligrosos y lo persiguió hasta su muerte en agosto de 1940.

El 14 de noviembre de 1927 Stalin acabó expulsando a Trotsky del partido y, consciente de que su vida corría peligro, Trotsky huyó a Turquía, Francia o Noruega, instalándose finalmente en México. Desde allí, el exlíder del ejército rojo intentó organizar una Cuarta internacional que agrupara al conjunto de fuerzas trotkistas tras el abandono stalinista de la tercera internacional.

Una vez instalado en México, la obsesión de Trostky se acrecentó. Sabía que Stalin iba tras él y lo quería ver muerto. Y así era. El 24 de mayo los servicios secretos de la URSS al mando de David Alfaro Siqueiros, pintor mexicano, dispararon junto con otros 20 hombres más de 300 balas sobre la casa del líder de la cuarta internacional. Hecho del que resultó ileso, a excepción de la herida de pie que le causó a su nieto la rozadura de una bala. Es entonces cuando Ramón Mercader, comunista catalán, hace su aparición bajo la identidad de Frank Jacson, ingeniero canadiense.

En contra de lo que universalmente se cree, Ramón Mercader nunca fue reclutado y entrenado en la Unión Soviética, así lo ha demostrado el historiador Eduard Puigventós en su libro El hombre del piolet. Sino que fue reclutado por los servicios secretos por su propia madre, Caridad Mercader. La familia era de origen catalán y burgués. Su abuelo Narcís Mercader poseía una empresa de textil en la que trabajaba el padre de Ramón, Pau, y que acabará quebrando. Tras quedarse sin trabajo y la mudanza posterior de la familia, el consumo de drogas acabó agudizando las malas relaciones. Caridad decidió huir a Francia con sus hijos. En 1930 Ramón, tras regresar a Barcelona, acabó militando en el Partido Comunista de Cataluña.

Ramón acabó intimando con Sylvia Ageloff, psicóloga y socióloga norteamericana que se encontraba en París, y fue su enlace con el partido en Nueva York, donde se encontraba desde 1939 la sede de lo que sería la Cuarta Internacional de Trotsky. Así es como Mercader inició sus primeros contactos con los círculos trotskistas y lo utilizó para acercarse al líder, pero nunca llegaron a entablar amistad como se cree.

Stalin quería acabar con Trotsky y tras el fracaso de Siqueiros, lo mejor era que el asunto fuese llevado a cabo por una sola persona. Uno de los grupos de los servicios secretos soviéticos encargados a llevar a cabo el asesinato era el formado por Leónidas Eitingon, Ramón Mercader y Caridad Mercader. El encargo fue recibido por Leónidas, pero finalmente lo ejecutó Ramón, tras tomar la iniciativa. La operación Pato (Utka) se puso entonces en marcha.

Ramón consiguió acercarse al líder de la revolución de octubre a través de los círculos trotskistas en los que se había conseguido adentrar gracias a Silvia Ageloff. Guarda también amistad con algunos de los guardas de la casa de Trotsky. Mercader consiguió llamar su atención a través de un artículo que quería escribir, y necesitaba de su ayuda para corregirlo. Hubieron varias visitas a la residencia del teórico marxista. La última, el 20 de agosto de 1940, cuando el catalán le asestó un golpe en el cráneo con un piolet que llevaba bajo su gabardina. Una de las incógnitas era por qué decidió usar un piolet, algo que convirtió al asesinato en algo peculiar. Lo cierto es que llevaba arma blanca y pistola, pero Mercader pensó que la muerte más rápida, silenciosa y efectiva sería esa. Pero lo cierto es que Trotsky pegó un grito, se volvió y mordió a su asesino. Fue atendido por los médicos y sobrevivió durante 26 horas más.

Tras su salida de la cárcel fue acogido por Castro en Cuba, y enfermo ya de cáncer pidió a Santiago Carrillo su vuelta a España recién legalizado el Partido Comunista en abril del año 1977. Pero Carrillo le impuso condiciones que no estaba dispuesto a cumplir: que escribiera sus memorias contando quién le había dado la orden de matar a Trotsky. Carrillo estaba en pleno proceso de formación del eurocomunismo y de revisión del pasado estalinista. Mercader nunca renegó de sus actos y le pareció un precio muy alto. Nunca consiguió volver a España y murió en Cuba.

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