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Campaña, ¿qué campaña?

domingo 13 de diciembre de 2015, 13:52h

Las encuestas andan locas y los analistas aún más. Imaginen como están los responsables de campaña de los grandes partidos… y los candidatos. Los de arriba se juegan en algunos casos la supervivencia y muchos de los de abajo pueden quedarse también fuera de juego. Y cuando la mayoría de los candidatos no ha pisado nunca la arena de la empresa privada, salir de la política por la puerta de atrás es un riesgo muy elevado. Nadie puede asegurar qué va a pasar el 20-D. Ésta es la campaña de la incertidumbre. No sólo porque los nuevos partidos han matado el bipartidismo, sino porque sigue habiendo un altísimo porcentaje de indecisos, que no sabemos cómo van a decidir su voto. Y, en tercer lugar porque no está claro el espacio político en el cada partido tiene el caladero de votos y el que pueden o quieren conquistar. EL PP gira al centro, el PSOE no sabe si mirar a la derecha, a la izquierda o a la extrema izquierda. Ciudadanos vira a la derecha o a la izquierda tratando de consolidarse en el centro, con el riesgo de confundirse con la nada. Y Podemos ha abandonado el radicalismo temporalmente para convertirse en la “única” alternativa de la izquierda. El 21-D, las cosas pueden ser muy diferentes para todos. Sobre todo, para los electores.

Posiblemente ésta es una de las campañas electorales más atípicas de la historia de la democracia. Los grandes partidos han huido de los mítines multitudinarios –no había público ni ganas- y se han centrado en la televisión. Lo han fiado todo no ya a los debates sino a los programas de entrevistas, amistosos, cercanos, fáciles. Aunque es bueno conocer a los políticos en la intimidad, el problema es que cuando eso se hace sólo y exclusivamente en vísperas electorales y por razones electoralistas, es un timo, otra manera de engañar a los ciudadanos. La política de cercanía hay que hacerla antes, durante y después de la campaña. Lo otro es marketing del malo.

Y cuando los debates no son para proponer ideas o para explicar programas sino para dañar al contrario, tampoco sirven. Se ha demostrado estas semanas. Es difícil que un porcentaje significativo de indecisos haya decidido su voto después de haber escuchado a los candidatos. Es poco probable que muchos hayan cambiado el sentido de su voto por lo que han escuchado. Lo único que importaba es cómo iban los candidatos, qué hacían en el escenario, quién les acompañaba, si estaban tranquilos o nerviosos, se movían o no, el seguimiento en redes… y la encuesta post debate. Nada que previsiblemente vaya a reflejarse en las urnas.

Entramos en la última semana. Si los españoles quisiéramos de verdad profundizar en la democracia deberíamos empezar a preocuparnos por saber qué van a hacer los candidatos si ganan, qué dice su programa, cómo van a respetar nuestros derechos, qué van a hacer para crear empleo, en qué van a emplear de verdad nuestros impuestos. Leerse los programas. ¿Lo haremos? Y luego, deberíamos saber con quién van a pactar y qué. Todos dicen que no van a pactar, pero todos sabemos que esos pactos se van a producir. Lo que no sabemos es cómo van a condicionar el gobierno de España los próximos cuatro años. Por eso es tan importante cada voto. Y por eso, las encuestas sólo son encuestas. Hasta el 20-D.
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