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Las tergiversaciones de Pedro Sánchez

jueves 14 de enero de 2016, 19:31h
En las filas del PSOE hay mucha gente que sabe que el discurso que impulsa Pedro Sánchez para tratar de formar Gobierno no es sólido ni creíble. Pero por diferentes causas ha decidido no mostrar sus críticas fuera del entorno socialista. Creo que se equivocan. El intento de Sánchez sólo tiene dos salidas: es un camino cegado o una contribución colosal a la profundización de la crisis. Por eso creo que es necesario mostrar los falsos argumentos de Sánchez desde la propia perspectiva socialdemócrata. Sólo algunos de ellos.

Ante todo, creo que Sánchez sabe que miente cuando hace una lectura interesada del resultado electoral. Repite una y otra vez que los electores han señalado que quieren cambio y no quieren mantener un gobierno del PP. Para hacer esa presunción hay que juntar votos y escaños para mostrar que el PP ha perdido su mayoría absoluta. ¡Vaya deducción sofisticada! Como si el hecho de que el PP perdiera su mayoría absoluta, pero fuera la fuerza más votada, no podría dar lugar a otras opciones: un pacto a la alemana (PP, PSOE, Ciudadanos), un gobierno minoritario del PP, un gobierno de PP y Ciudadanos, con la abstención del PSOE, incluso un gobierno de Ciudadanos con el apoyo del PP y PSOE. Es decir, si lo que cuenta es la opción de pacto más votada, no hay ninguna duda de que sería el pacto a la alemana, que sumaría más de los dos tercios del electorado.

Cuando se refiere a la causa de que el lectorado no querría un gobierno PP siempre hace alusión al comportamiento del PP cuando tuvo mayoría absoluta. Desde luego, todo indica que el electorado no quiere repetir eso, pero, precisamente a partir de la distribución del voto, ¿por qué no pensar que lo que quiere la gente es un gobierno PP condicionado, sujeto a alianzas y controles de otras fuerzas más progresistas? Eliminar esa opción responde de nuevo a una visión interesada o es simplemente un insulto a la inteligencia.

En esa lógica, el último recurso de Pedro Sánchez consiste en afirmar que el PSOE “es incompatible con el PP”, aunque suele agregar: “bueno, a excepción de algunas cuestiones de Estado”. ¿Y cuáles serían las otras cuestiones que lo harían incompatible? E inmediatamente habla de la agenda social y recuerda los recortes. Otra falacia. Para que eso tuviera verdadera relevancia habría que descartar de partida que la agenda social del PP no podría cambiar en los próximos cuatro años o que el PSOE no se atendrá a los acuerdos fiscales contraídos con la Unión Europea. Las dos cosas son completamente falsas. Se tratan de juicios a priori o de ocultación flagrante.

Pero hay algo más grave que todo eso. Sánchez asegura que en los asuntos de Estado (unidad de España, lucha antiterrorista) el gobierno de Rajoy contará con el apoyo del PSOE. Parece lógico. Pero no tiene suficiente sentido de Estado como para pensar que hay situaciones de crisis nacional donde las políticas y los acuerdos de Estado adquieren una relevancia superior y deben orientar la política general. Sacar a España de la profunda crisis política en que se encuentra (que ya pone en riesgo la recuperación económica) es el más claro y urgente asunto de Estado en esta coyuntura. Y todo lo demás debe subordinarse a ello. Tener una conciencia superficial de la crisis en curso es ya una completa irresponsabilidad.

Y desde una perspectiva progresista es radicalmente falso que “el PSOE esté obligado a entenderse con Podemos”. Es algo como sugerir que las fuerzas progresistas de Venezuela estuvieran obligadas a entenderse con el chavismo para levantar una opción de izquierdas. En el PSOE se sabe que Sánchez no destaca precisamente por su nivel teórico, pero alguien debería decirle que una izquierda del siglo XXI ya no califica como en el pasado: ya no puede haber una izquierda autoritaria o una izquierda demagógica. Eso es una contradicción en los términos, desde la visión socialdemócrata, que no impulsa el desarrollo humano. Por lo tanto no es de izquierdas.

Está muy bien que Podemos haya canalizado la indignación social hacia el Congreso de los Diputados, pero eso no garantiza en absoluto que esa formación política haya asumido la seriedad y el respeto no sectario con los demás, planteado una agenda social sostenible (en relación con la recuperación económica) o decidido respetar las reglas del juego democrático. De hecho, lo que ha mostrado tras las pasadas elecciones indica todo lo contrario. ¿Y con esa fuerza política está obligado a entenderse el PSOE para hacer un gobierno de izquierdas? Me pregunto a quien trata de engañar el señor Sánchez. Y creo que eso lo saben perfectamente los barones que hoy le critican.

Insisto, la razón por la que los líderes territoriales socialistas han pactado con Sánchez es porque piensan que el PSOE se encuentra hoy ante una grave encrucijada: si confrontan a Podemos pueden perder votos por la izquierda, pero si se asocian a Podemos serán fagocitados sin remedio. Sánchez les ha convencido de que es mejor arriesgarse a lo segundo. El problema es que tal opción puede llevarse el país por delante. Decididamente, atrás, muy atrás, quedó el planteamiento de aquel estadista que dijo que estaba dispuesto a sacrificar el partido para salvar el país. Por eso sostengo que barones y baronesas serán cómplices del costo social que entrañe una profundización de la crisis política. Es necesario que salga a la luz lo que se dice en muchos círculos socialistas: si el PSOE es un partido de izquierdas solo tiene dos caminos, mantenerse en la oposición o encarar nuevas elecciones. Lo demás es tergiversación e irresponsabilidad.
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