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Reforma, una palabra desnaturalizada

lunes 29 de febrero de 2016, 08:52h

Está visto que desde hace cuatro años, la palabra reforma es un término recurrente cada vez que se habla de política y sobre todo desde la crisis económica. Los españoles nos hemos ido acostumbrando a que cada vez que suena esta palabra y parafraseando la sevillana “algo se nos muere en el alma, cuando un derecho se va”. La reforma laboral trajo el abaratamiento del despido y los contratos basura, la ley mordaza la perdida de libertades ya consolidadas y la reforma de la educación, la unánime condena de todos, menos de Wert y los palmeros del grupo popular.

La palabra reforma se ha convertido en un sinónimo perverso en lugar de mantener su verdadero sentido etimológico, pues Reforma quiere decir mejorar o enmendar de lo que está equivocado y me parece que aquí, no hemos sabido interpretarlo como tal, salvo en un caso de gran trascendencia en la llamada transición española.

El denominado Proyecto de Ley para la Reforma Política que tuvo lugar en España el 15 de diciembre de 1976, tuvo como resultado final la aprobación de dicho proyecto con el 94,17% de los votantes y una alta participación con un 77,8% del censo electoral. En aquel momento un Adolfo Suarez comprometido con el cambio político de España, propuso reformar el régimen franquista para adaptarlo a los nuevos tiempos donde un joven Rey Juan Carlos con claras ideas democráticas en mente, propugnaba un nuevo modelo político homologable al resto de países europeos. Por aquel entonces, la palabra reforma era la utilizada para dar el finiquito al franquismo, sin que se dieran cuenta (o eso decían) los entonces procuradores franquistas de los que procedía el propio Suarez, al cual le llovieron las críticas más feroces de aquellos que nunca llegaron a pensar que uno de los suyos les traicionaría. En la mafia “uno de noi” es algo sagrado. Con esta consulta se acabó liquidando el Régimen y apagando la lucecita de El Pardo.

La oposición liderada por el PSOE y el PCE, atacó frontalmente el mencionado plebiscito y propugnó la abstención como forma de protesta, aun cuando tan solo obtuvo un 22,2% de respaldo. Se enfrentaba entonces la palabra reforma auspiciada por el gobierno de Adolfo Suarez, contra la palabra ruptura que defendía la oposición aun en la semipenumbra, pues estaba claro que cualquier modificación sobre lo que se defendía desde el poder, tenía un tufillo tardofranquista, aunque luego se pulverizase desde dentro con las legalizaciones de partidos tan férreamente censurados como el PCE. En aquel entonces, la abstención era casi un paripé, porque se sabía que ganaría el SI ampliamente sobre el NO que propugnaban los camisas azules que llenaban por aquel tiempo la Plaza de Oriente.

Reforma también fue aquella incalificable acción acontecida el 2 de septiembre de 2011 cuando se aprobó la única (hasta ahora) reforma constitucional tramitada de forma urgente, donde se incluía el principio de estabilidad financiera obligado por Angela Merkel, para limitar el déficit publico de manera prioritaria, haciéndolo equiparable a los derechos y libertades emanantes de la Carta Magna. Fue aprobada con 316 votos a favor y solo cinco en contra de C.Canaria, UPyD y dos votos socialistas, uno que votó por error y Antonio Gutiérrez ex secretario general de CC.OO. Los síes de PP y PSOE se encontraron con la abstención de CiU y PNV, presentes en el hemiciclo y que no votaron. IU, ERC, NBG, ICV y Nafarroa Bai, se ausentaron durante la votación, al igual que los diputados del PSOE De la Rocha, Pérez Tapias y Barrio de Penagos. Pedro Sánchez por aquel entonces diputado raso socialista, votó a favor siguiendo la disciplina de voto.

Se justificó la modificación constitucional por la presión de los mercados que obligaría a hacer más recortes, como de verdad se debería denominar, en lugar de ese eufemismo de las reformas, como se dice ahora. PP y el PSOE no introdujeron ninguna cifra, pero fue regulado por una ley orgánica.

El nuevo artículo tras la reforma, en su apartado 3 dice: Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta...

El artículo 135 con esta nueva redacción, supone la subordinación absoluta de la Administración, a los designios de la UE u otros órganos rectores, pues se anteponen los pagos a terceros, pulverizando gran parte del estado de bienestar, como quien pincha un globo de agua cuyo efecto molesta a todos, salvo al gracioso que lleva el alfiler.

Ahora nos encontramos con un pacto entre el PSOE y Ciudadanos, ese partido que quiere sorber y soplar a la vez, en un ejercicio imposible de respiración humana, que dice estar en el centro derecha, donde también habita el PP y que propone una reforma exprés de la Constitución, como si con el exclusivo anuncio de la misma, se pudiera llevar a cabo sin los consabidos dos tercios de votos de la Cámara. El documento que rubrica Rivera con Pedro Sánchez, representa una escenificación más propia de firmar en el libro de honor de visitantes ilustres del Congreso, que de ser la antesala de una investidura.

Estamos ante una nueva vuelta al estrellato de la palabra reforma, puesta en boca de nuevo por partidos de corte liberal, al que de manera inequívoca, se suma el PSOE, pues la palabra esta secuestrada por mucho que pedro sanchez, se encargue de ponerle el apellido progresista. Tanto el PP como Ciudadanos, propugnan un gobierno que continúe con un plan de reformas escasamente progresistas, pues en los últimos tiempos, con cada reforma, lo que en realidad ha llegado ha sido un recorte de derechos y prestaciones, cuando lo que necesitamos en estos momentos es un gobierno que nos devuelva la dignidad en el empleo y los derechos perdidos.

Volvemos a vivir en la incertidumbre y poco se aclara el panorama con un pacto que la aritmética destroza a las primeras de cambio su viabilidad, pero a pesar de ello la investidura está en marcha, pero no parece nada probable una fumata azul genovesa que les permita avanzar con el pacto, pues esto no hace más que sumar un nuevo escenario a la ceremonia de la confusión en la que estamos instalados.

Nos enfrentamos a una situación compleja en la que todo sigue igual que hace dos meses, salvo la corrupción en el Partido Popular que cada día nos trae nuevos protagonistas, aunque de manera increíble y según las encuestas esto no le afecta en materia de votos, pues aunque se encuentren culpables entre sus dirigentes, sus votantes prefieren hablar de Venezuela que de Rita Barberá y sus concejales. Debe ser por aquello de que estamos en tiempo de Fallas y caloret.

Tengo la sensación que alguien está jugando con el voto de millones de españoles defraudados y confundidos con lo que está pasando. Tener un Gobierno en funciones, nos demuestra que también se puede vivir sin que tomen decisiones. La verdad es que vivimos mejor, pues cada vez que se ponen a legislar, me sube la bilirrubina cuando veo a Soraya como portavoz en sala de prensa acompañada de algún miembro del gabinete subiendo el IVA, o encomendándose a la Virgen del Rocío contra el paro. Han conseguido que del telediario lo más interesante sea la información meteorológica y la crónica de tribunales, antes que ver la escenificación de la nada. Lo más grave es que yo me pregunto, ¿podemos permitirnos el lujo de tener un país en funciones por más tiempo?

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