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No piense. Ya lo hacen por usted

martes 08 de marzo de 2016, 23:00h

La pasada semana había expectación e interés por oír los discursos de los representantes de las formaciones políticas en el Congreso. Yo era una de esas personas que deseaba conocer las argumentaciones y propuestas de los dirigentes de esas formaciones. Y como se anunciaba la retransmisión de la sesión de investidura por la radio, me dispuse a oírla. Inmenso error. No se lo recomiendo. Las personas que participan en las tertulias (periodistas, comentaristas o miembros de empresas de opinión) son las que hablan. Y en lugar de dejar que el oyente escuche al político que esté interviniendo, ellas son las que explican lo que estos dirigentes políticos están diciendo, explicaciones que completan además con muchas otras ideas u opiniones suyas sobre el líder o formación política en cuestión. De tal manera que cuando consigues oír (o leer después en la prensa escrita), en diferido, el discurso de que se trate, ya tienes en tu cabeza un montón de juicios que no buscabas pero que te han dado y que te predispone, quieras o no, la opinión que te vas a formar. Porque al fin y al cabo lo de menos es que cada cual juzgue por sí mismo y se haga su propia idea de lo que está viendo u oyendo.

Así, por ejemplo, me he enterado de que llevo equivocada toda mi vida y de que 130 (131 finalmente) son más que 161. Y que como el PSOE, encargado de proponer la formación del nuevo Gobierno, buscaba la mayoría, pensó que si a sus 90 diputados conseguía sumar los 40 votos de C’s, obtendría una mayoría superior a los 161 votos que podría obtener si sumaba sus 90 diputados a los 71 de las fuerzas de izquierda, que han pedido, e insistentemente vienen pidiendo, un gobierno de cambio y progreso.

Porque al fin y al cabo, lo que quieren, según Pedro Sánchez y demás representantes del PSOE, es lograr una “mayoría de cambio”. Formulación tan genérica que no compromete a nada. Y para ello no hace falta la izquierda, que según Sánchez es minoritaria en la Cámara. Lo que te lleva a pensar, aunque a lo mejor también es un error, que si el PSOE piensa que la izquierda es minoritaria es porque ve a C’s como una fuerza escorada hacia la derecha, y hacia ese camino es hacia donde el PSOE ha preferido tirar. Lógicamente está en su derecho, pero sería recomendable que no acuse a las formaciones de izquierda (especialmente hay que analizar los ataques furibundos que lanza hacia Podemos) de “apoyar a la derecha y llevarnos a nuevas elecciones”.

Y, aunque a lo mejor también estoy equivocada en esto, pienso que a los 5.500.000 de personas que votaron al PSOE y a los más de seis que votaron a Podemos, Mareas, Compromís e IU/UP, lo que de verdad les importa es qué cambio va a haber. Porque no es lo mismo formular una (o doscientas) propuestas enunciadas de tal forma que no dicen nada, que ponerse de acuerdo en un programa con medidas (aunque sean 10) concretas, argumentadas y explicitadas de tal forma que no cabe la menor confusión. Lo que hemos oído es que van a hacer un Gobierno del “bien común” (por cierto, todavía no he conocido ni ahora, ni en la historia, a ningún político que haya reivindicado el “mal común”) y si hiciéramos caso a la opinión publicada, con esta formulación ya tendríamos el gobierno que España necesita.

Y, en mi opinión, lo que importa es saber qué se va a hacer para conseguir ese bien común. Y, sobre todo, si el nuevo Gobierno va a tener la valentía suficiente para defender ese “bien común” gobernando para la mayoría social, aunque eso pueda suponer en algún momento colisionar con los intereses de una minoría que lo tiene todo. Si va a considerar que hay vida más allá de Madrid y hay que coger por los cuernos el toro de las nacionalidades (ojo, esto no es separatismo. Hay soluciones dentro de una unión voluntariamente y mayoritariamente aceptada). Si va a tener la firmeza necesaria para no doblegarse ante los poderes financieros que gobiernan desde Bruselas en los casos en que esas medidas supongan más sufrimiento o un deterioro insoportable de las condiciones de vida de la mayoría de la población española.

Otro de los ejes sobre los que se han articulado los mensajes de PSOE, C’s y la mayoría de la prensa, es que el problema es… ¡Rajoy! Y la única solución es echarle a él.
Tonta de mí, pensaba que era otra cosa. Pensaba que es algo más complejo, que el mal viene de más lejos y que la responsabilidad no es de una sola persona sino de toda una forma de gobernar que, por desgracia, se lleva realizando desde hace muchos, demasiados, años. Puesto que al fin y al cabo el fraude y la evasión fiscal son esencialmente cosa de las grandes fortunas y corporaciones; que en los desahucios también tienen que ver las entidades bancarias, que los recortes van más allá de la voluntad o los deseos de una sola persona, que en la privatización de la educación, la sanidad, el agua o las pensiones tienen también fuertes intereses las grandes corporaciones; que estas mismas corporaciones buscan como sea contratar con las administraciones públicas porque donde está el verdadero negocio es en la gestión privada de las necesidades sociales que deberían ser atendidas por las administraciones públicas. Que les interesa además que los representantes elegidos en esas administraciones sean lo más afines posible a sus intereses, y hagan los contratos públicos de forma que les garanticen ganancias aun en los casos en que incumplan lo que han firmado. Muchas cosas que no me estoy inventando sino que están poniendo al descubierto los numerosos casos de corrupción que se están destapando. No parece que la solución de los problemas de España se limite a la sustitución de Rajoy.

Y entonces piensas si a lo mejor no eres tú la que está equivocada, si lo que en verdad ocurre es que hay otras razones no tan explícitas y se intenta que con mucho mensaje difundido a través de cuantos altavoces tienen (casi todos) la opinión pública acabe convenciéndose, culpando a quien no es responsable y apoyando un pequeño cambio de nomenclatura para que lo esencial siga igual.

Y cuando han pasado casi cinco años de aquel 15M de 2011, te acuerdas de una de las recomendaciones que se hacían desde la Puerta del Sol: “Apaga la tele, enciende tu mente”. Quizás no sea necesario apagar la tele, pero sí que es imprescindible que nadie ni nada nos impida pensar.

Lourdes Lucía
@lourdeslucia10

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