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Antonio López: "Creo en el trabajo, creo en la vida, a pesar de todo"

miércoles 11 de mayo de 2016, 08:59h
Antonio López: 'Creo en el trabajo, creo en la vida, a pesar de todo'
(Foto: EP)

Miembro de número de la madrileña Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1993, Antonio López García (1936) es, sin duda, uno de los pintores más populares y queridos en España. Nació en Tomelloso, Ciudad Real, y comenzó a formarse como pintor, cuando aún era casi un niño, con su tío Antonio López Torres, también pintor. En él ejerció una influencia muy notable, al decir de los expertos, la obra de Salvador Dalí de quien tomó el gusto acusado por la realidad y el predominio del dibujo sobre la pintura. Entre 1950 y 1955 realizó estudios de pintura en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y, muy poco después, contrajo matrimonio con la pintora María Moreno.

Precisamente en estas fechas, el Museo Thyssen-Bornemisza presenta una exposición dedicada a un grupo histórico y generacional de pintores y escultores que han vivido y trabajado en Madrid desde la década de 1950, unidos tanto por las vinculaciones de su formación y de su trabajo como por sus relaciones personales y familiares. En él figuran, además de Antonio López García y María Moreno Julio, Francisco López Hernández, Esperanza Parada, Isabel Quintanilla y Amalia Avia. Todos comparten temas como el bodegón, el interior doméstico, las calles y los patios, la figura humana o la ciudad de Madrid.

La temporalidad y el deterioro de lo material son notas que definen el estilo hiperrealista de Antonio López. Y, dentro de la realidad que le rodea, busca los aspectos más cotidianos tratados con un enorme detallismo fotográfico. Su obra abarca desde las vistas madrileñas (Gran Vía, Madrid desde Torres Blancas), retratos de sus propios familiares (Los novios), objetos de uso cotidiano (Taza de wáter y ventana) o simplemente elementos de la naturaleza (Membrillos y granados). Los objetos y los sucesos de la vida ordinaria son los que destacan como los protagonistas de sus cuadros. Está considerado como el padre de la escuela hiperrealista madrileña y su estilo ha influido en muchos otros artistas españoles.

J.M.V.- ¿Qué significa Tomelloso, su pueblo de nacimiento en la mancha ciudadrealeña, para usted? ¿Qué tiene un pueblo como ese para haber dado tantos artistas (usted, su tío, García Pavón, entre otros)?

A.L.- Tengo una casa en Tomelloso y he ido y trabajado mucho por allí. He pintado, he dibujado, y todo aquel mundo ha sido una inspiración permanente y desde siempre. En los últimos tiempos, sin embargo, y por diversas razones, voy con mucha menor frecuencia. Y respecto al alto índice de artistas por habitante de un pueblo como el mío, no sé muy bien a qué puede deberse. Es verdad que en la Mancha no ha habido tantos artistas como, por ejemplo, en la vecina Andalucía. Y, sin embargo, Tomelloso es un pueblo con mucha vitalidad y energía y, quizás, si hay algún motivo de que allí se den más artistas, ese puede ser uno.

P.- ¿Qué ha aportado Antonio López a la pintura y a la escultura, y qué han dado estas a Antonio López?

R.- Lo que me ha dado a mí la pintura, sí que lo sé. Lo que yo haya podido aportarle a ella es mucho más difícil de saber… El arte me ha dado mucho. Empecé a los 13 años. Iba a ejercer algún trabajo común (en un comercio, en una fábrica…) allí en Tomelloso porque por aquel entonces estaba estudiando contabilidad y máquina, y, de repente, surge ese cambio que para mí fue algo radical… A mí no me gustaba nada lo que se me preparaba. ¡Nada, nada! Hubiera preferido mil veces ir al campo, a trabajar, pero mi padre no quería que trabajase la tierra, y descubrir la pintura para mí fue como ver un ángel que te coge de la mano y te lleva a un sitio lleno de futuro, y de un futuro que te gusta. Allí, en la pintura y en la escultura, en este trabajo, me encontré con obras y con artistas que me gustaban mucho, y mi propio trabajo, que me da para vivir como quiero. ¡El arte me ha dado mucho, muchísimo...!

P.- ¿Está hoy la pintura en declive frente a otras artes visuales (el cine, la fotografía, el arte audiovisual…)?

R.- No creo que esté en decadencia. Yo lo veo así. Si los demás lo ven de otra forma, que lo digan. En este momento hay más pintores que nunca. Y no en España, en el mundo. Más facultades de Bellas Artes que nunca, más centros de enseñanza de pintura y escultura que nunca, y más artistas que nunca. Y con diferencia. ¡Algo tendrá de atractivo este mundo!

P.- ¿Está suficientemente valorada su obra pictórica y escultórica por la crítica y por el público, las galerías, los museos...?

R.- Esos son ámbitos muy distintos. En mi caso, creo que estoy muy valorado por el público. Creo que la gente me estima.

P.- Víctor Erice plasmó en 1992 su proceso de creación en ‘El sol del membrillo’, ¿Qué recuerdo le ha dejado aquella experiencia…? (http://www.rtve.es/alacarta/videos/especial-antonio-lopez/antoniolopez-entrevista-espiritu-luz1mov-codecmaster-wmv/1123509/)

R.- Allí había un gran número de personas que tenían cosas que mostrar interesantes para los demás. Toda la gente que aparece en la película tiene verdadero amor al trabajo: unos son albañiles, otros pintores… Y todos ellos dan la sensación de estar haciéndolo con verdadera motivación, no quejándose, ni lloriqueando, sino con gusto. Y yo creo que eso, en este momento, es muy importante poder mostrarlo con sinceridad. Allí no estamos fingiendo nada. Esa parte positiva del mundo del trabajo es algo muy valioso en este momento. Unido a la naturaleza, a que esas personas están trabajando al aire libre, bajo el cielo casi todo el tiempo, con el viento, el sonido de los pájaros… todo eso vale mucho.

P.- Y descubrir al espectador la vida propia que adquiere una obra. Quizás eso explique que, a veces, usted tarde tanto en darlas por terminadas, ¿no?

R.- Hay veces que se tarda mucho, otras menos. En esta película, el cuadro tuvo su fin porque no pude continuarlo. Cuando trabajas, como lo hago yo, estás muy en manos del mundo real, porque la obra va surgiendo y está en relación con la persona que está posando, de que venga o no, que se marche de viaje, que el árbol no se seque, que las frutas no se caigan, de mil cosas… Es una situación muy azarosa y eso convierte este trabajo en algo muy diferente al de otros pintores no realistas, que trabajan en su estudio, y que no tienen esa dependencia del mundo real. Esta dependencia enriquece una obra al tiempo que la llena de conflictos, pero mi trabajo es así, y, en general, ha sido siempre así hasta que en la pintura surgieron los lenguajes más recientes, en los cuales la pintura ya no tiene esa relación tan directa con el mundo objetivo.

P.- Prácticamente hasta hace dos siglos, no mucho más, la pintura se hacía siempre por encargo. Ahora, sin embargo, no es así…

R.- Sí. Prácticamente desde los impresionistas. Manet, por ejemplo, no sé si ya haría algún trabajo de encargo. O Corot, que ya empieza en Francia, a mitad del XIX, junto a un grupo de pintores, a recorrer el camino de la libertad… Este hecho tenía que llegar porque no hay un credo que abarque a todas las personas. El credo es muy individual y, si el artista es muy personal, su obra tiene que tener también ese carácter.

P.- ¿Y cómo nota el artista el camino que debe seguir?

R.- Te educan ya en la individualidad. Te están diciendo todo el tiempo que lo importante es que tengas personalidad, que hagas una obra independiente, que no te parezcas a los demás... Sé tú mismo… Estás oyendo todo esto desde el primer momento en que te pones a estudiar Bellas Artes. Luego no es así. Estás muy influido por los pintores de tu época, pero la invitación constante a que seas tú mismo está siempre ahí.




P.- La misión primera del arte es la de emocionar. ¿Por qué unas obras emocionan más que otras, y unas a unos individuos y no a otros?

R.- …Y otros pasan totalmente del arte... Que a ti te emocione más Bacon que Picasso, está muy bien. Pero hay mucha otra gente que no sabe ni siquiera quienes son Picasso o Bacon. Lo verdaderamente importante es la diferencia de valoración que unas y otras personas dan al arte, a la pintura, a la literatura, a la música. Que uno elija uno u otro camino del ate no tiene importancia. Pero que haya personas que entreguen su vida en la pasión por un determinado tipo de arte, y, al mismo tiempo, que haya otras que no les importe absolutamente nada, y que eso suceda en la misma época y en el mismo espacio, porque eso no pasa con nada más, es verdaderamente llamativo.

P.- En qué medida se siente próximo o menos próximo a algunos de nuestros artistas como Velázquez, Goya, Tapies o Chillida?

R.- La proximidad en la época te crea una relación muy fuerte. Con Tapies o con Chillida, que les he conocido, y que han vivido prácticamente las mismas cosas que yo (estamos en el mismo país, tenemos casi la misma edad, etc.) tienes mucha afinidad. Velázquez o Goya, aunque te impresionen mucho, están muy lejos en el tiempo. Pero, vamos, son cuatro artistas en los que pienso mucho. Cada uno por un motivo.

P.- ¿Le preocupa lo que vayan a decir de usted dentro de cien años?

R.- No, no me importa nada. Y eso, en el caso de que aún estemos aquí dentro de cien años. ¡A saber cuáles sean los problemas a los que tengan que enfrentarse las personas dentro de un siglo! Me preocupa mucho más el presente. Y con ello quiero decir hacer el trabajo lo mejor posible, poner en ello toda mi voluntad y todo mi conocimiento y mi esfuerzo. Llego hasta ahí. Avanzar mucho más no me sale de dentro, ni siquiera lo pienso. Pero, ni en relación a mí, ni en relación a nada…

P.- Vitalmente, ¿se considera optimista, pesimista, realista...?

R.- Supongo que debo de tener un fondo de optimismo porque tengo 80 años y sigo trabajando con fe. Creo en el trabajo, creo en la vida, a pesar de todo.

P.- Alguna vez le he oído decir que vivimos en una sociedad prepotente y caprichosa que ha perdido el norte. ¿Eso afecta también al arte?

R.- Cuando generalizas y te recuerdan tus palabras, te dices “¿yo he dicho eso?”. Pero sí, creo que el hombre ha perdido el norte. Es mejor no tener norte, que tener un norte equivocado. En siglos anteriores, el XIX, el XVIII o el XVII, el hombre tenía mucho más claro cuál era su destino, incluso aunque pudiera estar equivocado. Es mejor a veces no saber a dónde vas porque, a lo mejor, puedes encontrar cosas interesantes en el camino.

P.- Si tuviéramos que hacer un balance de estos últimos 40 años ¿Cómo estamos en el terreno político?, ¿y en el artístico?

R.- Estamos mejor, obviamente. Mucho más cómodos. La gente tiene más libertad. Pero, por otro lado, creo que se vive peor. Los niños viven ahora mucho peor que hace 40 años. El poder y el dinero nos van arrinconando mucho. Por un lado, te deja libre y, por otro lado, te tiene completamente prisionero porque te genera nuevas necesidades económicas. Y creo que todo esto va a peor.

P.- ¿...Hasta el punto de afectar también a la amistad?

R.- No. Si eliges bien a los amigos, aguantan la democracia, la república, la monarquía y lo que caiga. Y yo he elegido muy bien a los amigos. Hemos pasado de una cosa a la otra sin que se altere nada. Nos hemos alterado nosotros porque ya somos más viejos… Pero, volviendo a la cuestión anterior, yo creo que el hombre ha perdido capacidad de esfuerzo, fe en sí mismo, y han surgido movimientos en el mundo del arte, que son muy interesantes, pero que anulan los movimientos anteriores, que también podían ser muy interesantes. Unos y otros no conviven muy bien. Pero, en cierto modo, eso ha pasado siempre. No veo una gran diferencia entre lo que hay ahora y lo que había hace 40 años en el mundo del arte. Los ladrones siguen siendo ladrones, las buenas personas siguen siendo buenas personas, los inteligentes siguen siendo inteligentes, y la gente interesante sigue haciendo obras interesantes ya desde hace siglos.

P.- Miguel Hernández habló de las tres heridas: el amor, la muerte y la vida. ¿Cómo se ha enfrentado, se enfrenta y se enfrentará usted a las tres?

R.- Me parece que Miguel Hernández era una persona un tanto aparatosa. Con muchísimo talento, pero un mediterráneo aparatoso. Yo no veo heridas en esas cosas. Son cosas naturales, como todo. Como el sol, que también acabara apagándose. Es un final que no tiene por qué llevar aparejada la muerte, sino una transformación. Para mí todo esto es algo natural, y está bien como está.

P.- ¿De qué tiene más el manchego Antonio López, de Sancho o de Quijote?

R.- (Piensa, por primera vez, unos instantes la respuesta…) Don Quijote no me gusta mucho porque el hombre pierde la cabeza y, cuando la recobra, dice también muchas tonterías. Y Sancho Panza es un buen hombre, que está bien. Un hombre realista que conoce muy bien sus capacidades. Don Quijote, sin embargo, es una persona peligrosa porque se pasa la vida metiéndose en conflictos, y metiendo en ellos también a los demás.

P.- ¡Pero al hombre, al menos, lo guiaba la buena voluntad!

R.- A veces, no basta con la buena voluntad.

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