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Reina Juana
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Reina Juana (Foto: Sergio Parra)

'Reina Juana', quintaesencia teatral

miércoles 01 de junio de 2016, 17:52h

Concha Velasco es una sublime 'Reina Juana', en un bellísimo monólogo de Ernesto Caballero dirigido magistralmente por Gerardo Vera. Esto es, en esencia, el magnífico montaje que estas semanas puede verse en La Abadía y que va a permanecer en su Sala Juan de la Cruz hasta el próximo día 12. Escribir un texto como este, dirigirlo o interpretarlo con el resultado que pueden comprobar y disfrutar los centenares y centenares de espectadores que se acerquen a ver una función, justifica toda una existencia. Supongo que a autor, director y actriz les queda aún mucho más y mejor por hacer, pero, de verdad, que esto ya justifica toda una vida, sin duda.

El argumento de 'Reina Juana' arranca con la confesión de Juana I de Castilla ante el padre Francisco de Borja la noche anterior a su muerte. A partir de ahí la monarca va desgranando sus miedos, sus amores, sus pesadillas, los estados de ánimo que han marcado toda su vida, que es tanto como decir lo esencial de la historia de la España de su época. Y en ese postrero flashback la reina alza su voz, unas veces llena de rencor, otras de odio, otras de amor o de venganza, pero siempre con una lucidez extraordinaria, contra quienes la han llevado al destierro convirtiéndola en una sombra, un espectro, una don nadie: primero, su marido Felipe 'el Hermoso' ("Bienaventurados los que se entregan en brazos del prójimo porque de ellos será el reino del amor", le dice Felipe a Juana); después, su padre, Fernando 'el Católico', que la recluye en Tordesillas ("No acatar las órdenes del que manda, te convierte en una extravagante, en una loca", le confiesa su hija al que fuera modelo de príncipes para Maquiavelo). Y, finalmente, su hijo Carlos V, que la ignora ("El poder es una condena", le dice). A ninguno de ellos les importó hacerla pasar por enajenada para poder incapacitarla en sus funciones y poder así concentrar en ellos todo el poder.

Todo eso, y mucho más, lo concentra Concha Velasco en hora y media sobre el escenario, en una de sus más logradas interpretaciones de su larga y fructífera carrera como actriz, que un público diverso, concentrado y atento, de principio a fin, de cuanto sucede en escena, se levanta unánime y premia, puesto en pie, una de las mejores definiciones de un personaje que la actriz vallisoletana ha llevado nunca a escena. Está sublime, genial, etérea o contundente, según marque la acción y la psicología del personaje en cada uno de esos momentos de las cuatro décadas que revive, recordando el qué, porquién, cuándo, dónde, cómo y porqué se encuentra en esa prisión, apartada, señalada y ninguneada por su propio padre, su marido y, después, su hijo.

He leído en alguna crónica periodística del estreno de 'Reina Juana' en Sevilla, en el histórico Teatro Lope de Vega, que el público se levantó y aplaudió por bulerías a Concha Velasco, del mismo modo que lo hacía con Curro Romero-espero que me perdonen los animalistas por la cita- cuando destapaba su pequeño frasco de esencias taurinas. No me extraña nada ese entusiasmo porque tampoco en Madrid es muy común ver levantados a todos los espectadores de La Abadía, y la Velasco lo consigue cada tarde.

Conjunción astral

La primorosa y evocadora escenografía del montaje es de Gerardo Vera y Alejandro Andújar: una pared con ventana enrejada a la derecha; a unos metros de ella, un camastro, y unos metros más a su izquierda, un reclinatorio que la reina Juana I de Castilla utiliza para confesarse con el padre Francisco de Borja y, finalmente, una gran puerta en la pared de la izquierda. Al fondo del escenario, varios paneles gris oscuro donde se van proyectando a lo largo de la obra hermosísimas imágenes alusivas a su confesión, los distintos reyes, sus padres, sus hijos, su esposo, el mar de Laredo donde pone rumbo a su casamiento con Felipe el Hermoso, lluvia, tormenta, la catedral de Toledo, velas encendidas, la revuelta de los comuneros...

Al milagro escénico, y de manera también decisiva, contribuyen la riqueza, el refinamiento y el colorido del vestuario diseñado por Andújar (túnica gris oscuro con bordados dorados en el cuello, un amplio abrigo gris oscuro, una gran capa roja, un precioso velo color marfil del día de su boda…), la luz de Juanjo Llorens, que recuerda los cuadros de Rivera, la música y el espacio sonoro de Luis Bustillo,y el realismo mágico del vídeo escénico de Álvaro Luna, que conformantodo el paisaje interior y exterior de esa celda real.

Juana I de Castilla aparece en la fotografía de Caballero adornada de las más excelsas virtudes para una mujer, no solo de la época, sino de cualquier tiempo y lugar: inteligente, muy culta y sensible, hablaba varios idiomas, ama la música y educa a sus hijos en esa cultura, apasionada, lúcida y rebelde,valiente, mujer de principios que no se casa con nadie y menos con la mentira, y dispuesta a sufrir lo que venga con tal de no doblegarse a la arbitrariedad.

Su discurso está lleno de perlas que, por sí solas, darían horas para la reflexión y la discusión: "Cuando nacemos, todos somos extranjeros, nacemos en un mundo que no nos pertenece", "…El odio y el amor están tan próximos como el juicio y la locura", "…Somos espejos que reflejamos la imagen que se espera de nosotros".

No sé si la visión de Caballero es históricamente ortodoxa -en todo caso, los historiadores tienen la última palabra-, pero sí que puede decirse que literariamente es una joya, y que el montaje urdido por Vera de esta 'Reina Juana' es verdaderamente primoroso y marcará una huella indeleble en el recuerdo de todos los espectadores que tengan la suerte de poder conseguir una entrada para el espectáculo.

‘Reina Juana’,de Ernesto Caballero

Dirección: Gerardo Vera

Intérprete: Concha Velasco

Ayudante de dirección: José Luis Collado

Producido por Siempre Teatro y Grupo Marquina

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 12 de junio de 2016

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