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Un 'crimen' que no beneficia a nadie

miércoles 22 de junio de 2016, 17:55h

Sin que sirva de precedente, por primera vez en nuestros 20 años de amistad voy a dar la razón a Eduardo Inda: esto es digno de Mortadelo y Filemón. ¿A quién beneficia el crimen? Eso casi es lo de menos, ni siquiera el contenido de la reveladora conversación que hace dos años mantuvieron el ministro del Interior, Jorge Fernández, y el director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso; lo peor ha sido descubrir, primero, que vivimos en un país cuya clase política que tanto presume de regeneración aún se permite maniobras tan sucias como burdas a cuatro días de unas elecciones y, en segundo lugar, que si el encargado, precisamente, de escuchar a sus conciudadanos -cuando un juez se lo permite-, es el primer ‘escuchado’ y no se entera, su personaje en este reality-cómic no puede ser otro que el de mi tocayo ‘el Súper’…

Desde el ‘florero-usb’ que ‘alguien’ colocó en el restaurante La Camarga entre Alicia Sánchez Camacho y Victoria Álvarez, la ex novia de Pujol Jr., este es el episodio más chusco del espionaje patrio, tanto el oficial como el extraoficial como el medio pensionista, al que tenemos el disgusto de asistir. Y disculpen que intente, sin mucho éxito, asumir con humor una noticia que revuelve el estómago.

Por supuesto que se graba todo lo que ocurre en el despacho del ministro del Interior, en España y en cualquier parte, desde El Vaticano a Corea del Norte. Forma parte del protocolo de seguridad en una dependencia pública de tanta trascendencia, precisamente, para eso, para la seguridad. Y si no lo hacen, que me devuelvan la parte de mis impuestos destinada al CNI y similares.

Por lo tanto, existiría un registro de esa conversación y, en una de las hipótesis de lo ocurrido, el problema estaría en su custodia. Puesto que es difícil de imaginar -al menos no hasta ese punto- que Jorge Fernández haya decidido suicidarse políticamente filtrando una noticia que claramente perjudica a su partido a cuatro días del 26J, es lógico pensar que alguien “de su entorno”, como ha apuntado De Alfonso, haya aprovechado la evidente falta de control sobre esas grabaciones o, casi peor aún, le haya ‘pinchado’ por su propia cuenta.

De momento llama la atención la buena calidad de las grabaciones filtradas a Público, lejos de aquellas de andar por casa del Pequeño Nicolás.

Ese “entorno” es, por supuesto, muy amplio y ninguno de los que apuntan en esa dirección se refieren al equipo más cercano de Jorge Fernández, sino a difusas peleas internas de los servicios de Seguridad; a personajes oscuros que aparecen, casualmente, en muchas de las investigaciones más sensibles; a vendettas personales, adscripciones políticas…

Vaya usted a saber, mejor no hurgar demasiado en las ‘cloacas del Estado’ que bastante terror despiertan ya las declaraciones del aún jefe de la Oficina Antifraude sobre los registros clandestinos que ha sufrido en su casa y en su coche y los ataques informáticos a su teléfono.

La segunda vía de investigación, no menos deprimente, es la ‘teoría del florero’. Salvo que aquí no hablamos de un restaurante, sino del despacho de un ministro. De Alfonso no descarta que ‘alguien’ piratease su teléfono e instalase un programa ‘zombie’ para espiar todas sus conversaciones y movimientos, aunque desde el punto de vista de la seguridad da igual que se lo cosieran en la solapa al mismísimo Jorge Fernández.

Que lo haga la CIA o el Mossad -como se ha demostrado que lo han hecho- podría entrar en, digamos, lo inevitable cuando se tienen amigos tecnológicamente a años luz, pero si quien lo hace es una agencia de detectives más parecida a la T.I.A. de Francisco Ibáñez hay que hacérselo mirar. Y cambiar de ministro urgentemente, por supuesto.

De paso, convendría revisar el papel de los ‘jefes de seguridad’ a los que aluden Fernández y De Alfonso, uno de los fragmentos más inquietantes de la filtración.

Sin embargo, lo peor de la noticia, insisto, no es que desvele los tejemanejes de uno de los actores del sistema político para destruir a otro, algo tan viejo como la vida misma, ni la película de espías de serie B que han escrito sus protagonistas. Lo verdaderamente terrible es que alguien haya esperado dos años para convertirlo en arma electoral contra no se sabe muy bien quién, PP incluido, pero evidentemente con una finalidad política.

Antes de nada. Mis compañeros de Público han hecho su trabajo: comprobar la veracidad de una noticia y publicarla. Buscar tres pies a su línea editorial para implicar al ‘mensajero’ en la operación sólo busca despistar sobre los presuntos sospechosos.

Es decir, a los presuntos culpables de un crimen que no beneficia a nadie. Está claro que se intenta condicionar el voto en favor de uno de los principales cuatro partidos, lo que como ciudadano me trae sinceramente al fresco. Tampoco falta quien ve la mano ‘independentista’ tras el penúltimo escándalo de esta campaña electoral.

Me da igual que el malo de la película sea uno de ellos o el monstruo del ‘Ibex 35’, se suponía que la nueva “casta” iba a regenerar la vida política y lo que estamos viendo es que nada ha cambiado, todo vale para conseguir o conservar el poder, desde un vídeo difamatorio que insulta a la inteligencia hasta una maniobra tan sucia como la de estos días. Eso no es la ‘nueva política’.

Que no nos digan que no sabían nada. Salvo en raras ocasiones, estas cosas -y algo de experiencia tengo en el tema- no salen de una mano filantrópica y caen del cielo en las redacciones: es ingenuo creer en nadie sabía o había oído nada en ninguno de los cuatro grandes cuarteles generales. Lo triste es que nadie se parase a pensar si era una buena idea.

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