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La cultura política castiza: ¡ojalá el Gobierno no negocie y fracase!

viernes 04 de noviembre de 2016, 17:38h

Estoy atónito ante las valoraciones que están haciendo los medios políticos y periodísticos acerca de la formación del nuevo Gobierno de Mariano Rajoy. La coincidencia es abrumadora: continuismo y falta de talante negociador. No me extrañaría que cualquier observador extranjero pudiera pensar: ¡Estos españoles están locos, llevan un año sin gobierno y cuando ya consiguen uno, parecen estar vaticinando –deseando- su fracaso”. Incluso me han descolocado los titulares del diario El País al comentar los seis nuevos integrantes del gabinete: “Caras nuevas para la misma política”. Cabe preguntarse si es que ese diario tiene una infalible bola de cristal que le permite saber por anticipado cual será la política que impulsará el nuevo gobierno de Rajoy.

No creo decisivo comentar los matices sobre las características de los nuevos ministros y los balances de poder internos que reflejan la formación de este gabinete. Lo que me parece crucial es valorar si el nuevo gobierno posee en principio la capacidad para lograr lo que supuestamente es necesario: atender los intereses generales de los españoles y hacerlo desde la necesaria concertación a que está obligado un gobierno en minoría parlamentaria.

Alguien ha dicho que hay dos formas de formar gobierno: una, incluyendo personas muy competentes, con autonomía relativa, donde el Presidente de Gobierno es a la vez árbitro y orientador, y otra, integrando personas políticamente afines, embridados en corto por el Presidente. Supuestamente Rajoy habría elegido esta segunda opción.

Sin embargo, la vida siempre es un poco más complicada. Porque lo que ha hecho en realidad Rajoy es una mezcla de las dos opciones: ha integrado gente de probada competencia técnica y política, pero evitando la presencia de versos sueltos y manteniendo las bridas de la gestión gubernamental. En eso último coincido: Rajoy quiere conducir la acción y no sólo armonizar. Pero eso es algo perfectamente entendible si el diagnóstico que todos hacemos es que esta legislatura será acabadamente complicada. Como buen gallego, Rajoy comienza preventivo. Pero eso no determina que el gobierno vaya o no a modificar la política de los cuatro años de mayoría absoluta o que no puede ser capaz de consensuar políticas fundamentales.

El Ministro de Educación, Méndez de Vigo, en su primera comparecencia como portavoz del gobierno, ha insistido en que Rajoy le ha indicado que hay que escuchar, negociar, concertar. Pero Méndez parece una voz que clama en el desierto. Nadie parece creerle de entrada. Lo tiene crudo el hombre.

Y es que en vez de tomarle la palabra al nuevo Gobierno de Rajoy, la cultura política castiza parece jugarse más a la posibilidad de que no sea capaz de negociar y acabe fracasando. No importa si con ello perdemos todos, si pierde el país. Lo importante es acertar en el pronóstico autocumplido de que vamos a hacer todo lo posible para comprobar que Rajoy no se la puede. En otras palabras, sigue imperando la falta de sentido de Estado.

Así que de nuevo me toca hablar con incorrección política. Podemos pensar que Rajoy no es ni de lejos nuestro candidato a liderar el Gobierno, incluso podemos opinar que en realidad no se merece volver a ser Presidente de Gobierno. Pero eso no debe impedirnos hacer todo lo posible por lograr que Rajoy y su nuevo Gobierno sean capaces de sorprendernos con una aceptable capacidad de negociar para introducir cambios en las políticas anteriores. Esa y no otra debe ser la apuesta de quienes desean sacar el país adelante.

Claro, alguien podría preguntar: ¿pero es que hay algún indicio de que Rajoy pueda darnos esa sorpresa? Pues me atrevo a señalar uno en clave partidaria interna. Hasta ahora Rajoy se ha manejado entre el ala centrista y el ala dura de su partido. Sin embargo, a la hora de formar gobierno ha preferido incorporar elementos técnicos a su círculo próximo. La cuota andaluza, por ejemplo, se ha distanciado notablemente de los Arenas y compañía. No hay que descartar la posibilidad de que Rajoy aproveche las circunstancias para reconducir hacia el centro el partido, en la perspectiva de dejarle a su sucesor (que difícilmente saldrá de este Gobierno) un PP mucho más centrado y próximo a la sociedad.

En todo caso, más allá de buscar indicios puntuales, en medio de la difícil coyuntura que vivimos, lo importante es evitar el juego personalista o partidario, que trata de conducir al Gobierno a su inevitable fracaso. El arte opositor consistirá en marcar estrechamente al nuevo Gobierno para que cumpla sus promesas. No está el país para seguir en crisis permanente.

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