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Una Galicia otoñal pintada entre colores cálidos y fríos

miércoles 16 de noviembre de 2016, 12:31h
Como siempre decimos en Galiciaenteira.com, nuestra comunidad no se cansa de ser maravillosa. Y lo es los 365 días del año, ya sea cubierta de nubes o con esos cálidos rayos de sol que sacan los colores a lo mejor de su vegetación. Eso sí, existe una injusta creencia que ha impuesto a este rincón del noroeste de España el sambenito de ser una tierra para disfrutarse especialmente en verano. ¿Y qué hay entonces de su poderío termal? &...

Como siempre decimos en Galiciaenteira.com, nuestra comunidad no se cansa de ser maravillosa. Y lo es los 365 días del año, ya sea cubierta de nubes o con esos cálidos rayos de sol que sacan los colores a lo mejor de su vegetación. Eso sí, existe una injusta creencia que ha impuesto a este rincón del noroeste de España el sambenito de ser una tierra para disfrutarse especialmente en verano. ¿Y qué hay entonces de su poderío termal? ¿En qué lugar deja esto a esas frescas rutas de senderismo ataviados con un buen gorro de lana? Si en Galicia la lluvia es arte, lo es mucho más la suavidad con la que los termómetros comienzan su descenso hasta cubrir de blanco las cumbres de Manzaneda o Pena Trevinca. Un frío amable que se cura fácilmente con un caldo caliente y un templado cucurucho de castañas asadas.

Durante el mes de octubre Galicia todavía acoge celebraciones dedicadas a la vendimia. Después, la recogida de uva en zonas con denominación de origen, como el entorno del río Avia -en la comarca de Ribeiro, en Ourense-, deja paso a la recolecta de castaña en otros bosques ourensanos lejanos al mar como los de Boborás, en el noroeste de la provincia. En Boborás, además, las rutas pensadas para el senderista descubren construcciones de gran valor histórico como los Pazos de Arenteiro o la iglesia románica de San Martiño de Cameixa.
Pero Ourense guarda otro as en la manga para el turismo de otoño e invierno: sus aguas termales. A las Burgas del centro de su capital -magnífica por su casco viejo- conviene sumar las cercanas fuentes de agua caliente de Outariz o de Chavasqueira, a orillas del río Miño.

Próximos a esta corriente de agua, pero en Pontevedra, se yerguen los montes de la comarca de A Paradanta, con importantes enclaves como el monasterio de A Franqueira -en A Cañiza-, destino de peregrinaciones llegadas desde los ayuntamientos pontevedreses de Redondela o Tui. Además, los amantes del embutido están de suerte: los cerdos cañicenses regalan el mejor jamón de la comunidad. El resto de ayuntamientos que conforman A Paradanta -Arbo, O Covelo y Crecente- guardan a buen recaudo, entre carballos, alcornoques y pinos, otros puntos de interés turístico nada desdeñables como los Muíños de Portofurado.
En la misma provincia, la comarca de Baixo Miño ofrece una postal turística atemporal: la de la desembocadura de su río en el oceano Atlántico. La subida al monte de Santa Trega -en A Guarda- no solo permite disfrutar de este espectáculo fluvio-marítimo entre Galicia y las tierras portuguesas de Caminha, sino también de restos arqueológicos de la cultura castreña.
Esta comarca sorprende asimismo con otras construcciones castrenses en el monte Aloia, en Tui. El ayuntamiento tudense es también conocido por su zona vieja -punto de partida del Camiño Portugués- y por su catedral, Santa María de Tui, emplazada en un marco sacro en el que cohabitan devotos, peregrinos, vecinos y terrazas.

Volviendo al Atlántico divisado desde Santa Trega, es inadmisible olvidar el trayecto que une a A Guarda con la comarca de Vigo -pasando por O Rosal (imprescindibles sus Muíños do Picón e do Folón) y Oia hasta llegar a Baiona por la PO-552-. El mar batiendo contra las rocas y las vistas a las islas Cíes la convierten en una de las rutas más bonitas de Galicia. Y se equivocan los que creen que esta estampa es solo para el verano. De hecho, a nadie le sorprende encontrarse a surfistas en las rías de Vigo, de Aldán, de Arousa o de Pontevedra durante los meses de otoño.
Lo mismo ocurre en la provincia de A Coruña y en su famosa Costa da Morte. Su Camiño dos Faros -que separa a Malpica de Fisterra- es, durante el otoño y el invierno, un remanso de paz. Además, en playas como Razo -Carballo- todavía queda algún surfista valiente en noviembre.
Pero A Coruña ofrece también rutas bajo el cobijo de los árboles -como la de las Fragas do Eume (en Ferrolterra)- y otros entretenimientos de interior como el de los museos de su capital de provincia o el de la conocidísima catedral de Santiago de Compostela.

¿Y Lugo? Lugo comparte con Ourense una de las principales maravillas gallegas, la Ribeira Sacra. Sus rutas, con vistas a los impresionantes cañones del río Sil, ponen al visitante en contacto con enigmáticos monasterios y con escalonados viñedos que dan uno de los mejores caldos de la comunidad. Además, calentarse frente al llar de alguna de las casas rurales de la Ribeira será todo un acierto antes de visitar localizaciones como Cabo do Mundo o el entorno de A Veiga -en Chantada-. Es muy difícil no quedarse 'corto' al describir esta zona con olor a uva Mencía así que, en los reportajes de Galiciaenteira.com, intentamos cuidadosamente recoger todas sus fortalezas.
Y cuando los gallegos quieren calzarse los esquís, regresan a Ourense. Esta vez para ir directos a la estación de Manzaneda.

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