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'Una habitación propia', la premisa indispensable
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'Una habitación propia', la premisa indispensable

lunes 12 de diciembre de 2016, 16:51h

Dentro del trimestre que el Pavón Teatro Kamikaze, bajo el epígrafe común de Femenino plural, viene dedicando a debatir sobre la situación de la mujer en el siglo XXI, el Ambigú del Teatro acoge ahora un montaje tan singular como interesante, tan irónico como provocador, tan sorprendente como evidente, tan duro y aplastante como hermoso e hiriente. Se titula ‘Una habitación propia’, un montaje adaptado y dirigido por María Ruiz partiendo del famoso ensayo de Virginia Woolf sobre los derechos de la mujer.

Encarna a la escritora británica una pletórica Clara Sanchís, una actriz llena de fuerza y delicadeza, de firmeza y decisión, que se funde y se confunde con Woolf durante la más de hora y cuarto de monólogo, interrumpido únicamente por las notas de un piano que ella misma toca con idéntica maestría con la que utiliza su voz, su movimiento corporal y su gesto sobre la escena. ¡Lástima que -al menos en el Pavón Kamikaze- solopueda vérsele entre los días5 y 26 de diciembre!

En mayo de este mismo año ya tuvimos ocasión de comprobar los registros inmensos de esta gran actriz en su intervención en la sesión que sobre los Melodramas de Liszt dedicó la Fundación March, pero aquí Clara Sanchís se muestra aún más genial y sublime, en un papel dificilísimo de mantener a la misma altura durante tanto tiempo, y, más aún si cabe, con un discurso muy literario, pero con un contenido revelador tanto para quienes hayan pasado ya por las páginas del ensayo de Woolf, como para quienes lo descubran por vez primera y, seguro, a renglón seguido acudan a una biblioteca a repasarlo y a subrayarlo con mayor intensidad o con una óptica renovada y profunda.

En muy pocas palabras, la adaptación precisa de María Ruiz recoge lo esencial de las ideas que Virginia Woolf dedicó a través de su ensayo del mismo título, ‘Una habitación propia’, para demostrar descarnadamente que la figura de la mujer ha sido sistemática y cruelmente maltratada a través de toda la historia del arte y la literatura. Mediante un humor inteligente, irónico y punzante, Woolf (o, lo que es lo mismo, Clara Sanchís…) llega a una conclusión tan simple como evidente: “para que una mujer pueda dedicarse a la literatura, necesita independencia económica y una habitación propia donde poder escribir”. Dicho en otras palabras, un espacio personal, propio donde poder aislarse y pensar, y la imperiosa necesidad de no depender económicamente de un marido que muy difícilmente podrá entender, primero, y admitir, después, que su mujer pueda dedicarse a cuestiones tan improductivas, al parecer únicamente destinadas al género masculino.

Todas estas reflexiones de Woolf fueron reunidas en este ensayo escrito en 1928, tras una serie de conferencias que la escritora dictó en la universidad femenina de Cambridge, y poco después de que se aprobase en el Reino Unido la ley del sufragio femenino, lo que lleva a la escritora a decir que, incluso en el dilema de tener que elegir entre la posibilidad de votar y la de ser independiente desde el punto de vista económico, es esto último mucho más importante para alcanzar la libertad de acción de la mujer. Su postura reflexiva y argumentada sobre el papel de la mujer en la historia en general, y en la de la literatura en particular, fue el germen del movimiento feminista de principios del siglo XX, del que ella formó parte importantísima en su gestación y desarrollo posterior.

Las preguntas que Woolf deja en el aire pesan también como losas en los perplejos oídos del hombre y de la mujer actuales que, después de pensarlo detenidamente, llegan a conclusiones verdaderamente desalentadoras al respecto: “¿Por qué apenas sabemos nada de las mujeres antes del siglo XVIII?, ¿…Por qué hasta mediados del XIX se le negó al género femenino la posesión de bienes materiales?, ¿…Por qué el poder, el dinero y la influencia siempre han sido cotos reservados a los hombres?”.

La historia, vista con ojos imparciales, pone sobre la mesa que, efectivamente, a través de los siglos, la mujer ha sido sometida, humillada, ninguneada, olvidada y, lo que aún es mucho peor, convertida en transparente, en innecesaria para explicar el cómo y el por qué de los acontecimientos sociales. Habrá quien piense que este es un discurso ya superado y caduco, pero a mí me parece que, desgraciadamente, no es así. Y esto lo digo entrando en el fondo de la cuestión que aquí se plantea por María Ruiz, partiendo del ensayo de Virginia Woolf. Si nos quedamos en la forma, en la materialización dramatúrgica de la adaptación, es magnífica, porque la palabra de la escritora cala, emociona y conmueve a través de la soberbia interpretación de Clara Sanchís. El montaje es, para mí, una pieza cardinal, indispensable para hombres y mujeres que así cobrarán conciencia de que hay multitud de actitudes, de prejuicios y hasta de conceptos que hay que borrar para siempre y de un plumazo.

‘Una habitación propia’

Texto: Virginia Woolf

Adaptación y dirección: María Ruiz

Intérprete: Clara Sanchís

Vestuario: Helena Sanchís

Música: Clara Sanchís a partir de J.S. Bach

Diseño gráfico y fotografías: Diego Ruiz e Isabel de O’Campo

Una producción de: Los Pájaros con la colaboración de Nuevo Teatro Fronterizo

El Pavón Teatro Kamikaze, Madrid

Hasta el 26 de noviembre de 2016

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