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Trump galopa y corta el viento

lunes 06 de febrero de 2017, 09:49h

Donald Trump fue elegido como Chikilicuatre, una boutade de la peña. Al igual que nuestro insigne representante en Eurovisión, Trump hace aquello para lo que fue contratado y siguiendo las pautas más obvias del free market is democracy, el nuevo CEO de United S.A. despide a unos, palmotea la espalda de otros, ordena a las mujeres vestirse de mujeres (¿?) y castiga a quienes considera oportuno. Con malos modales dice a un presidente que si no va a pagar el muro de la humillación mejor que no acuda a la reunión que tienen y al presidente de Australia casi le cuelga el teléfono por aceptar demasiados refugiados en su país. A Frau Merkel le dijo que lo de la OTAN es una coña marinera que United S.A. no va a sufragar y al bueno de Justin Trudeau le espetó que eso del NAFTA es un acuerdo comercial horrible que va a finiquitar.

Le tengo, sin embargo, por mucho menos tonto de lo que los europeos le consideran y su peligro no está en su impulsividad sino en que le salga bien lo que tiene en mente. Si se mantiene en el lado de la ley que le corresponde y consigue evitar un impeachment, sus medidas darán fruto económico -solo con la anunciada renovación de infraestructuras correrá el dinero por todo el país-, será reelegido y será imparable, lame duck que pa’ lo que le quedará en el convento se cagará dentro.

La idea de penalizar a las empresas que tengan deslocalizada la producción es una medida proteccionista que a mí no me parece mal: la deslocalización ha sido una lacra para los trabajadores europeos en particular. Las empresas descubrieron que los orientales trabajaban más horas, no se quejaban, cobraban poco y cometían pocos errores en la maquila así que el sector textil catalán, el sector de la máquina herramienta del norte de España, los fabricantes nacionales de electrodomésticos, el sector del juguete y las muñecas, el sector del automóvil y hasta los perfumistas cerraron sus fábricas en España y las abrieron en China y cercanías. Eso fue hace 30 años; desde entonces la cosa es ya toda una filosofía empresarial que se aplica con rigor y sistemática en África y América Latina, vamos en cualquier país donde haya miseria que explotar.

La deslocalización es cicatera: poco salario, poco control medioambiental, pocas condiciones laborales y pocos problemas legales. Y miserable: en casa quedan cientos de miles de familias sin trabajo ni expectativas, un país sin producción propia y un frenazo al progreso natural de cualquier nación. El único beneficiado es el industrial que gana más y gasta menos.

La deslocalización y la globalización se llevaron dos cosas fundamentales: los centros de producción y las empresas propias. Los que ya fueran creciditos en los 80 recordarán marcas de electrodomésticos como Agni, Ignis, Corberó, Vanguard, Roselson; o de vehículos tal que Barreiros, Pegaso, SEAT, Ossa, Montesa, Bultaco, Derby, Puch, Sanglas. Empresas españolas con trabajadores españoles, proveedores españoles y clientes mayoritariamente españoles aunque también se exportaba. Hoy solo queda un páramo de aquel tejido empresarial: 43% de las empresas españolas de hoy son simplemente autónomos dados de alta.

Trump penaliza las importaciones y fomenta la producción nacional, o sea, está cambiando el paradigma. Se alzan voces diciendo que ese camino ya lo conocemos y no funciona; que la globalización es irreversible y que si todos hiciéramos lo mismo esto sería un caos. Pues no estoy yo tan seguro porque los medios y la tecnología de hoy son otros y es posible que un reajuste en el desmadre de la deslocalización y una nueva mirada al valor de la propia industria consiga una mejora global en lo económico, lo social y lo medioambiental. Los países se desarrollarán a ritmo y poco cambiará el factor financiero: seguirá existiendo un mercado internacional -siempre ha existido- y cada zona del planeta tendrá sus propios medios para desarrollarse industrial, económica, educativamente. Se minimizará el dumping social y mejorará el medioambiente en muchos aspectos.

Posiblemente no hay otro país en el planeta que pueda dar un golpe de timón al sistema como el que está ejecutando Trump: si United S.A. lo consigue, todos le seguiremos a toda mecha.

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