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El desencanto de Podemos

miércoles 15 de noviembre de 2017, 19:24h

Cuando la apatía parecía ser la constante en la vida política española, desde las tertulias políticas de las televisiones y radios se empezaba a gestar una nueva forma de hacer política diferente de lo existente, sobre todo por su manera de presentarse ante la opinión pública. El movimiento nacía del mundo universitario, pilotado por un grupo de jóvenes profesores que cuestionaban algo para entonces intocable: la transición y sus efectos colaterales. Ellos iban más allá de los pactos establecidos mediante consenso de todas las fuerzas políticas en aquellos tiempos, extendiendo su crítica hacia lo que denominaban el régimen de 1978 en alusión a la Constitución de ese mismo año.

La figura más representativa de este nuevo movimiento es Pablo Iglesias, a quien el destino en forma de padres, quisieron poner como nombre de pila, aquel mismo de uno de los iconos del socialismo, creador del partido y figura incuestionable y referente total en el seno del PSOE. El nuevo Pablo Iglesias utilizaba un verbo fácil y agresivo, defendiendo argumentos que recordaban en gran parte, los esgrimidos por el partido socialista en los primeros años de la reinstauración democrática española. Yo mismo escribí hace algo más de dos años en otro medio, dos artículos titulados Cuando el PSOE era Podemos (partes 1 y 2), donde analizaba el paralelismo de las posiciones defendidas en su momento por el líder del PSOE Felipe González y las actuales de Pablo Iglesias. Recordaba a modo de ejemplo como por aquel julio de 1976 y en el marco de la escuela de verano del PSOE en Galapagar, Miguel Boyer, que seis años más tarde sería superministro de Economía y Hacienda, se pronunciaba a favor de la nacionalización de la banca, nada más,…. ni nada menos. Eran otros tiempos y los socialistas transitaban por aquel entonces por la oposición liderando la izquierda, pero estando aun lejanas sus metas, con lo cual se podía decir casi de todo sin el peligro de tener que cumplir los compromisos.

La irrupción en el panorama político de Podemos, una fuerza tan arrolladora como inesperada, nos hacía reencontrar grandes similitudes entre esta nueva formación política y aquel ilusionante proyecto socialista. Es evidente que los tiempos son muy distintos, pero las sensaciones no tanto. Aquel grupo de jóvenes del “traje de pana”, levantaron las mismas ampollas en ciertos sectores conservadores, como ahora levantan “los jóvenes profesores universitarios”. Alfonso Guerra declaró por entonces que el PSOE podía llegar al poder, pero no veía muy claro cuáles iban a ser las reacciones de los banqueros, militares y los americanos de cara a un Gobierno 100% socialista.

Y así, día tras día ocupando portadas llegamos a encontrarnos a Podemos, un partido que desbordaba las expectativas teóricas en intención de voto, gracias a unas propuestas rompedoras, que ilusionaron a muchos españoles que soñaban con un cambio real de políticas y sobre todo, de renovación de rostros de los dirigentes. Aquel eslogan socialista de “Por el cambio”, se tornaba equiparable al “si se puede”, pero al igual que ahora, también se cuestionaba la profundidad y veracidad de aquellas promesas que conllevaban un considerable riesgo sobre todo para los poderes facticos. Con todo ello, el éxito obtenido en las elecciones al parlamento europeo de 2014 donde Podemos consiguió cinco diputados, conmocionó el espectro político español. No se tenía en cuenta a la nueva formación en ninguno de los escenarios previstos, es más, había una cierta sorna cuando se les mencionaba. Tras su entrada en el Parlamento Europeo, las sonrisas de algunos, aun permanecen congeladas.

Podemos en su puesta inicial en escena y tal y como dijo Pablo Iglesias “viene para asaltar el electorado socialista” pues era evidente que los tiempos habían llevado al PSOE hacia posiciones irreconocibles para un partido tradicionalmente de izquierdas y los jóvenes profesores, eran conscientes de ello. Con el paso del tiempo Podemos se fue consolidando como un partido con gran peso específico en la nueva política española. Aquel movimiento gestado en el seno del 15-M, se había organizado, había tomado como principal vehículo de comunicación las redes sociales y suponía una fuerza política capaz de crear inquietud por igual, tanto en la derecha, como en la izquierda. Las elecciones municipales de 2015 fueron otro de los objetivos de Podemos, tendiendo la mano a movimientos vecinales y sociales de claro carácter reivindicativo, que clamaba ante la injusticia representada por los recortes, la precariedad en el empleo y los salarios de miseria. El resultado fue espectacular y feudos como Madrid, Barcelona o Valencia, eran ocupados por las listas apadrinadas por Podemos.

Después de decenas de años de no hablar de política, en España se volvían a escuchar reivindicaciones capaces de revolver conciencias. Podemos crecía y el cuerpo electoral con ellos. El votante socialista de toda la vida, empezaba a cuestionarse su voto y miraba de reojo a su izquierda. Los sondeos preelectorales favorecían a Podemos y el trasvase de votos del PSOE hacia la formación morada, empezaba a plasmarse. Solo había que esperar, puesto que las elecciones generales, estaban próximas. La primera llamada a las urnas resultó fallida tras aquel pacto PSOE Ciudadanos con Pedro Sánchez como candidato a la Moncloa, al cual no apoyaron los de Pablo Iglesias. Alguien tildó la jugada como maestra: dejar caer a Sánchez y disolución de las cámaras para tomar nuevas posiciones. Para la siguiente confrontación electoral, sumaron a Izquierda Unida en una coalición de izquierdas que debería fructificar en el tan anhelado sorpasso a los socialistas, para convertir a Podemos en líderes de la oposición, rompiendo la tradicional alternancia bipartidista. Este episodio sin embargo, fue el primer gran batacazo de los efímeros triunfadores de los sondeos, pues todas las empresas encargadas de realizar una prospección electoral, los daba como grandes triunfadores. La coalición Unidos Podemos acabo en un gran fracaso que sorprendió a todos, incluidos los propios dirigentes. Una vez más, aun con los peores resultados de su historia, el PSOE era la fuerza que lideraba la oposición, pues su marca, aunque deteriorada, era mucho más fiable que la de Podemos. Primer aviso a navegantes.


La maniobra urdida desde las filas del socialismo más estático y desfasado, perpetro el descabalgamiento de Pedro Sánchez al cual se culpó de ser el padre y la madre de todas las derrotas. Después sobrevino aquel triste episodio, también un 1 de octubre, donde le movieron la silla en una maniobra que buscaba situar a Susana Díaz como lideresa del centenario partido. Evidentemente, la crisis de los socialistas, reconfortaba a Podemos, pues la figura de la presidenta andaluza no desataba pasiones entre los históricos votantes del partido socialista y menos aun tras ver su comportamiento con el líder democráticamente elegido. Este escenario, representaba a satisfacción las aspiraciones de los de Iglesias. La gestora del PSOE que sustituyó a Pedro Sánchez, certificaba la claudicación socialista plasmada en forma de abstención en la sesión de investidura, que acabaría con Rajoy de nuevo al frente del gobierno.


Pero Podemos no ha sabido jugar sus bazas. La lucha de poder entre Errejón e Iglesias y el desplazamiento de líderes históricos de la formación morada, han desfigurado lo que podía ser una alternativa real, para convertirse en un partido sin identidad y de confusa ideología. Los devaneos proindependentistas, mezclados con un artificial fervor patriótico, han acabado por despistar a sus seguidores. El inmenso error de calificar a los detenidos por el intento secesionista como “presos políticos” ha acabado de soliviantar a los muchísimos votantes de izquierdas que saben lo que era sufrir persecución política, cárcel, torturas en inclusive la muerte, por el hecho de expresar su deseo de tener algún día una España libre y democrática. Utilizar paralelismos con la dictadura para definir el proceso catalán, es sencillamente un insulto a la inteligencia y una gravísima falta de respeto a los represaliados del franquismo.

Podemos se desinfla cual globo de feria, mientras el PSOE crece una vez que ha recuperado su discurso de izquierdas y ha salido del oscuro túnel por el que estaba transitando mientras se buscaba un nuevo líder creíble. El tiempo ha devuelto a Pedro Sánchez a liderar el partido, pero un Pedro Sánchez reforzado, con un discurso reconocible y mucho más asentado en sus postulados, mientras Podemos, paradójicamente, no puede. La sensación que transmite el partido de Iglesias, con la mal llamada equidistancia, es un camelo que no convence a nadie. El independentismo ha llamado a la conciencia de todos los españoles sin excepción, a unos por el sentimiento soberanista y al resto, por el sentido comun, pero Pablo parece no enterarse. Del entusiasmo al desencanto en política, hay un estrecho margen y bien lo saben los ciudadanos.

El votante socialista prestado a Podemos, al igual que el turrón, vuelve a casa (Ferraz) por Navidad.

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