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Cuando la libertad de expresión tiene límites políticos, no existe: el caso Nóos y la Corona

viernes 15 de junio de 2018, 07:44h

Dos sentencias muy recientes y por asuntos que tienen que ver con el trato de favor, la corrupción política, la utilización de cargos o posición próxima al poder para lucro político o personal, están teniendo una respuesta muy diferente.

El caso Gürtel ha llevado a Rajoy a la oposición, desalojar al PP del Gobierno y ese caso, junto a la presión popular encabezada por mujeres y pensionistas a lograr que fuera insostenible no hacer algo para al menos limpiar el aire viciado de los despachos del gobierno. El caso Nóos que también indigna a los sectores más sensatos y democráticos del pueblo español, tan solo ha levantado una suerte de toreo de salón de las representantes y los representantes políticos, pues con la corona hemos topado.

Hay miedo cerval a plantear y denunciar los excesos de la familia real, distante, envarada, hiper-operada de caderas o de estética que sufrimos. Amén de sus casos oscuros que nunca, nunca ven la luz. Una autocensura o censura lisa y llana campa por el estado español, lo cual demuestra que no estamos ante una democracia madura. Mientras en Francia, dos expresidentes de la República han pasado en los últimos años por los tribunales por actos cometidos durante su mandato o en los propios EE.UU existe una figura ya utilizada que permite destituir un presidente, o se puede uno reír y burlar del estrambótico Trump y caricaturizarlo en la televisión, sin que el cómico de turno tenga que exiliarse a Canadá o Bolivia. Todo esto demuestra que nuestra democracia, cuyo jefe del estado es un no electo, es de muy baja calidad y que el oscuro cielo de la dictadura franquista que impuso la institución, nos sigue controlando.

Nuestra Constitución supuso o pudo suponer un avance, pero se hizo vigilada desde Campamento, El Goloso, Marines, Betera, Alcalá de Henares… Los y las veteranas saben que me refiero a la División Acorazada Brunete o a la División Mecanizada Maestrazgo o a la Brigada Paracaidista. No se puede negar. Camacho habló en aquellos tiempos de forma constante de los ruidos de sables. Era según la propaganda del régimen el rey quien frenaba los tanques y eso le confería un poder real más allá de lo constitucional.

Bien, ahora con un Ejército exponencialmente más pequeño y poco dotado, las cosas parecen seguir igual y encima sin motivos de preocupación.

El caso Nóos debiera exigir que las fuerzas políticas democráticas exigieran un control de la corona, su familia y sus negocios. Pero también de como utilizan su poder. Pues de forma contraria a lo que se nos dice, sí que tienen poder, insisto. El caso Nóos nos debería hacer formularnos la pregunta de ¿Quién controla la monarquía? Porque si alguien del pueblo decimos algo o hacemos algo como se puede hacer en los EE.UU gracias a la vigente ley mordaza y otras, nos jugamos la cárcel. Además el guapo de Urdangarin no es sino un chivo expiatorio.

No se puede ser republicano de salón, por llevar una chapita en el pecho u ondear la bandera de la II República. No se puede utilizar de forma sectaria y partidaria la bandera republicana que era la de Azaña, Alcalá Zamora, Fernando de los Ríos o Indalecio Prieto e incluso la de Alejandro Lerroux, (pues ellos entre otros muchos la trajeron en 1931), de forma sectaria por un partido político comunista y luego no poner toda la carne en el asador para cuestionar desde el parlamento las actividades de la corona o su propia existencia. Ahora.

Ningún, ninguna demócrata del estado español, debiera permitir que existan personas irresponsables ante la ley en el siglo XXI y que encima estén exentos de cualquier crítica que verdaderamente lo sea. Si eso es así y así es, no se puede afirmar que somos una democracia semejante a las de nuestro entorno, pues EE.UU, Francia o Alemania son más democracias que nosotros y ciertamente mientras exista la ley mordaza u otros privilegios del monarca, lo son.

Por tanto si el caso Gürtel ha supuesto una censura política, el caso Nóos también debe suponer la censura de la Corona.

Claro, estamos ante algo más que una monarquía. Estamos ante un engranaje de intereses, negocios y juego de poder del que la corona, no es sino su escaparate y clave de bóveda. Pero personalmente al menos me veo en la obligación de denunciar que a la Corona nadie la controla y que eso no es democrático. Si les pagamos un sueldo, también en aras de la libertad les podemos decir que se ganen la vida de otra forma y no a nuestra costa.

Por cierto los países más influyentes son republicas.

Carlos Martínez García

Politólogo y ex portuario. Miembro de la plataforma socialista pro PSF.

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