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Celso Giménez y Violeta Gil, integrantes de la compañía La Tristura: "Ocupamos un lugar intermedio entre lo dramático y lo postdramático"

  • "Los vanguardistas nos ven como convencionales, y los convencionales como vanguardistas"
  • "Es verdad que fuimos artísticamente ambiciosos, pero es que hay que serlo"
  • "Todo nuestro trabajo ha tenido siempre mucho que ver con el hecho de pasar mucho tiempo juntos"

miércoles 21 de noviembre de 2018, 11:52h
Celso Giménez y Violeta Gil, integrantes de la compañía La Tristura: 'Ocupamos un lugar intermedio entre lo dramático y lo postdramático'
(Foto: Mario Zamora)
Nació como compañía modesta, decidida, ilusionada, disciplinada, renovadora –incluso, teatralmente hablando, hasta revolucionaria-, y constante. Probablemente en el mejor de sus sueños, Itsaso Arana (Tafalla, Navarra, 1985), Violeta Gil (Segovia, 1983) y Celso Giménez (Valencia, 1983), –el núcleo original de La Tristura (Madrid, 2004)-, no pensaron en ese momento que podrían seguir así durante casi tres lustros. Pero aquí siguen, decididos, valientes, originales, atrevidos, humildes y huyendo de las etiquetas, de las modas, de los movimientos artísticos aunque eso sí, haciendo siempre un teatro personalísimo, equidistante de la modernidad y la tradición y con un principio fundamental en sus montajes: hacer de la emoción, de la sacudida interior del público, el norte de sus espectáculos.

Sus Future Lovers y Cine llenaron en los Teatros del Canal de Madrid durante los pasados meses de abril y mayo (por cierto, Future Lovers vuelve muy pronto por unos días a Madrid). Son fábulas de marcado carácter contemporáneo que emocionan y que beben tanto de la realidad como de la ficción formando un extraño espejo en donde mirar y donde mirarse. En los primeros tiempos fueron la escenografía, el sonido y la luz, y, en los últimos diez años, también la palabra, los cuidadísimos elementos que conforman el universo de La Tristura. Actos de juventud, Años 90, nacimos para ser estrellas, El sur de Europa o Materia prima (Los cuatro niños que protagonizaron esta última, en 2011 tenían 10 años, y ahora actúan también en Future Lovers), son algunas de sus obras, que han sido representadas en escenarios como el del Théâtre de la Ville de París, Cena Contemporánea de Brasilia, el Spielart de Múnich o el Espoon Teatteri de Helsinki.

Nos encontramos con Violeta Gil y Celso Giménez -Itsaso está de rodaje por el Norte de España- y, cafés y tés por medio, nos lanzamos al diálogo sin miedos ni cortapisas. ‘¡Ya vais teniendo una edad…!’, les decimos para romper las posibles primeras barreras, y Violeta, entre risas, recoge el guante y nos responde que “nos sorprendemos cuando se refieren a nosotros como ‘jóvenes’. ¡Hombre! Por un lado sí, somos jóvenes, pero por otro ya no tanto… ¡A este paso seguiremos siendo jóvenes hasta los 45 años!”. Y Celso pone la guindilla a su compañera añadiendo: “se diría que la estimación oficial de la juventud va subiendo con nuestra edad…” (Risas abiertas de ambos). “Parece broma -apostilla Violeta-, pero es que como comenzamos a trabajar tan pronto y formamos compañía antes de terminar en la Escuela, en la RESAD, "muchos de nuestros compañeros, tanto de la escuela como de generación, comenzaron a trabajar bastante después que nosotros”. “Sí. A nosotros nos han pillado todos los años de la crisis -continúa diciendo Celso- Y, aunque eso parezca un inconveniente, al final se volvió una pequeña ventaja porque, de haber esperado a terminar la Escuela, nos habríamos puesto ya en los veintimuchos años, y comenzar se hubiera hecho mucho más duro. Nosotros, al menos, ya existíamos y la travesía se hizo algo más amable…”.

Future Lovers (Foto: Mario Zamora)

“…Generar un mundo, una experiencia”

¿Para qué nació La Tristura?, es la segunda cuestión que planteamos a los dos integrantes de la compañía. Celso comienza respondiéndonos que “aunque hay muchas posibilidades de coger la respuesta a esta pregunta, una de ellas tiene que ver con el mundo en el que estábamos, que no nos hacía sentirnos representados. No nos veíamos ni en el mundo del teatro más convencional, más clásico, ni en el de los destroyers. Teníamos la sensación de que faltaba libertad, la posibilidad de que el teatro ocupara un lugar mucho más grande en el que todo es posible. El teatro es un sistema de sistemas pero, si en él no se pueden hacer ciertas cosas, lo estás acotando demasiado… Ya entonces nos importaba mucho la idea –y aún hoy nos sigue importando-, de que lo que se hacía en escena fuera disfrutable por la gente que nos interesaba y que no hacía teatro: por la gente que solo se interesaba por el cine, la música o la literatura… Parecía que, para toda esta gente, el teatro estaba en otro mundo, anclado en el pasado”.

Violeta añade también que “cuando nos conocimos y empezamos a hablar, tampoco es que tuviéramos una idea muy clara de que fuéramos a ser una compañía de teatro. Nos bastaba simplemente con querer hacer cosas. Y, desde luego, ayudar a tener una superconciencia de quiénes somos, por qué estamos aquí, y qué nos toca hacer como personas y como artistas. Por eso, cuando comenzamos a hacer teatro, lo importante no era tanto representar una obra de teatro como generar un mundo, una experiencia. Lo importante no era hacer una obra, un producto –aunque, al final todo toma una forma, por mucho que te pares a revisar que todo salga perfectamente-, sino más bien generar una situación en la que pase algo entre nosotros, entre quien está en escena y quien está al otro lado, los espectadores…”.

Y no es extraño que en sus propuestas, esos mismos espectadores -en función de su experiencia personal, de su sensibilidad, de su ideología, incluso-, puedan percibir sensaciones absolutamente opuestas. En Future Lovers, por ejemplo, uno de los últimos montajes de La Tristura, se muestra la psicología de nuestros adolescentes, hoy absolutamente condicionada por el uso de las nuevas tecnologías y la banalización del sexo. “Hay quien ve un análisis de una realidad deprimente, y quien percibe todo lo contrario, un momento esperanzador de nuestra generación adolescente.: “hay una horquilla de percepciones bastante abierta, y eso está muy bien”, comenta Giménez.

CINE III (Foto: Mario Zamora)

Vivir del teatro

Pero, ¿qué aporta realmente la poética de La Tristura frente a otros modos de entender el teatro?, ¿qué es lo que hoy os define? “¡Qué difícil…!”, dicen los dos casi al tiempo, y es Celso quien primero se lanza a enmarcar ese espacio: “son muchas cosas a la vez, es una realidad muy poliédrica… Estaba pensando en una idea, que no es que la tuviéramos a priori, pero que luego te vas dando cuenta de que era puro instinto -aunque después se fuera racionalizando-, que ocupamos un lugar intermedio entre lo dramático y lo postdramático. O, quizás también, un lugar después de lo postdramático. Desde este se pensaba que ya no se tienen por qué contar historias; ya no se tiene por qué actuar porque el mundo es demasiado caótico para que pueda representarse de ese modo tan convencional… Cuando eso ocurre, en un momento en que nosotros éramos bastante jóvenes, y éramos fundamentalmente espectadores todavía, creo que sentíamos que ‘tampoco es esto lo que a nosotros nos definía, o la narrativa que a nosotros nos conmovía. Entonces hicimos como una pequeña vuelta de tuerca para intentar explicar cómo se puede volver otra vez al teatro después del teatro postdramático… Algo de eso hay en La Tristura. Y quizás eso también explica que los vanguardistas nos vean como convencionales, y los convencionales, por el contrario, nos vean como vanguardistas.”.

“Es un problema muy contemporáneo –añade a continuación Violeta-, esto de querer meterlo todo en cajas, de querer compartimentarlo todo, no siempre es posible hacerlo…”. Al margen de las clasificaciones, nosotros vemos en La Tristura –le decimos ahora a sus dos integrantes- mucho de honestidad y mucho de temeridad. Y, si no, basta con remitirse, además de Future Lovers, a la última de vuestras propuestas, Cine, una apuesta muy arriesgada que trata de destruir los límites entre el cine y el teatro… “Sinceramente –continúa afirmando Violeta- el aspecto económico de nuestros montajes es una de las cosas que, para bien o para mal, no suele condicionarnos”. Y después, con cierta ironía, dice también que “quizás nos tendríamos que haber preocupado algo más por esto y así, a lo mejor ahora no sería la ‘pobre’, si me comparo con mis compañeros de instituto…”. Celso, por el contrario, no coincide totalmente con Violeta porque “eso de ‘pobre’ es muy relativo. Yo tengo también compañeros de instituto, de universidad, de colegio que no han tenido trabajo en largas temporadas, mientras que a nosotros la crisis económica nos pilló mucho menos que a otra gente… No podemos quejarnos: vivimos del teatro, tenemos la vida que hemos elegido, podemos vivir en Madrid, que es la ciudad que hemos escogido y nos ha ido muy bien como compañía (hemos estado en contextos internacionales, nacionales…). Aunque, por otra parte, si se supone que somos unos artistas de éxito, ¿por qué vamos tan justos, económicamente hablando?”.

“Vivimos del teatro, sí, pero ahora -enfatiza Violeta-, aunque hemos podido engancharnos a otros trabajos teatrales o cinematográficos a la vez que nuestras obras, no lo hemos hecho. Queremos hacer obras como las queremos hacer, y con ellas nos lanzamos. Y, por supuesto, que ha habido propuestas con las que nos hemos estrellado, pero incluso esas recobraron un sentido con el tiempo”. Y Celso añade que “muchas veces es ahí donde está el posible éxito, en la posibilidad de poder seguir haciendo lo que quieres, aprendiendo tanto de los éxitos como de los fracasos”. Violeta vuelve a incidir en el tema diciendo que “lo tengo muy, muy claro desde los tiempos de la RESAD, manejando ya ideas, ensayando algún proyecto y luego nos sugerían que los mandásemos a salas que nosotros ni siquiera frecuentábamos como espectadores porque no nos interesaban nada. Pues no, es verdad que si estás empezando, no vas a hacer la propuesta de tu montaje al CDN, pero ¿por qué no a salas comprometidas? De hecho, lo mandamos a la sala El Canto de la Cabra, una de nuestros referentes, y fue allí donde estrenamos nuestro primer montaje. Luego en Cuarta Pared, etc. Es verdad que fuimos artísticamente ambiciosos, pero es que hay que serlo…”.

Nos interesamos ahora por conocer los procesos de creación de La Tristura, cómo son, como crecen: “Cada proyecto es un mundo –comienza afirmando Celso Giménez-, al principio, inicialmente escribía yo; luego escribíamos todos… Por ejemplo, en Cine, que hay una escritura muy marcada, Violeta estaba viviendo en USA, haciendo un master, el proceso de creación lo vivió desde la distancia…”. “Todo nuestro trabajo –añade ahora Violeta-, ha tenido siempre mucho que ver con el hecho de pasar mucho tiempo juntos. Hablar mucho, ver juntos las mismas películas, leer los mismos textos, y luego reflexionar en torno a todo eso juntos…”. Celso retoma la palabra para añadir: “hablamos sobre lo que vamos viviendo y eso, al final, es la base del material creativo. Como las vivencias que vas teniendo en la vida, y cómo tú vas cambiando en relación a lo que vives… Las primeras ideas vienen de ahí, de dónde estamos y de qué estamos viviendo. Eso es como una semilla que se planta en un huerto que está en medio de nosotros, de todo el equipo artístico y técnico de La Tristura. Luego, unas semillas crecen y otras no. Y en el proceso de crecimiento, vuelve a comentarse todo en grupo”.

“Cada proceso de creación de un nuevo montaje es siempre distinto”

El sur de Europa (VI); Imagen: Mario ZamoraÉse es otro asunto, el del grupo, el de diluir el yo en favor de un ente mayor, La Tristura. Un proceso que no sé muy bien cómo se vive entre vosotros, les decimos. Para Celso “hubo un momento en que todo estaba saturado de ‘nombres marca’, como Rodrigo García, Angélica Liddell, cuyo solo nombre alumbraba la marca de todo cuanto hacían. Casualmente, nuestra generación, que tiene unos 15 o 20 años menos que esta otra, se ha reafirmado mucho en la creación colectiva. No hay más que ver a La Veronal, El Conde de Torrefiel, La Pharmaco e, incluso, nosotros, La Tristura… por lo que sea nos dijimos algo así como ‘¡ya está bien de mi nombre, mi cara…!’”. Y Gil añade que “esto coincide mucho con que en los años 90 irrumpió la España de la burbuja, la de que ‘todo va bien’, la irrupción masiva de la publicidad, etc. La sensación general del momento del país tenía que ver con eso, con figuras que sobresalen, que brillan. La economía iba bien, y parecía haber muchas posibilidades para todo. Pero todo eso ya no estaba ahí cuando llegamos nosotros, y entonces nos parecía que la única forma de volver a levantarnos era haciendo un esfuerzo común y continuado”.

Incidimos de nuevo en este tema afirmando que parece haber un proceso natural por el que siempre surge la figura del líder en los grupos. ¿Os sucederá a vosotros algo de esto algún día?, preguntamos, y Violeta sale rápidamente al quite afirmando que “es verdad que surge Nacho Vegas pero, un poco después, Vetusta Morla. Hay épocas de nombres en solitario, pero también de grupos, aunque a veces sobresalga algún nombre en él, al final predomina la idea de banda, de grupo…”. “Es que, –añade Celso-, todo es siempre pendular; son movimientos en la historia que van y vienen, que vuelven… Nosotros hemos primado siempre lo colectivo a las individualidades. Y eso no significa que no estemos cuestionándonos permanentemente el modelo que hemos adoptado, si tiene sentido hacer las cosas como las venimos haciendo. Nos cuestionamos permanentemente y quizás por eso –repetimos- cada proceso de creación de un nuevo montaje es siempre distinto”.

“Nosotros, al principio, como veníamos de provincias –comenta ahora Violeta-, no habíamos visto tanto teatro porque no era tan accesible. Leíamos mucho y veíamos muchas películas y quizás por eso estábamos mucho más apegados al texto. Buscábamos un tipo de textualidad, por un lado, y una forma de decir en escena, por otro, que no fuera grandilocuente y, en cierto modo, extraño, que es lo que retiraba a mucha gente de nuestra generación del hecho teatral. Al mismo tiempo, nos atraía mucho el teatro porque tenía algo de ritual, de su posibilidad de generar un espacio como fuera del mundo, y por eso nos empeñamos mucho en buscar una forma de decir propia, más natural y cercana. En la primera obra que hicimos, el peso de la palabra era muy grande, mucho mayor del que tiene ahora en nuestros montajes. Aun así, el texto nunca fue lo primero que se hacía, siempre venia después. Ahora el texto no es ni más ni menos importante que antes, pero la forma de concebirlo ha variado mucho. Antes dedicábamos mucho más tiempo a buscar las palabras, a pensarlas y ahora, sin embargo, surgen de forma mucho más natural”.

El de La Tristura no es teatro documento y tampoco teatro ficción, sino una fórmula intermedia: “nosotros tratamos de no poner a nadie un traje del que realmente esté lejos. Hasta el momento hemos trabajado en esa dirección y creo que esta óptica la seguiremos manteniendo en adelante”. A lo que Violeta agrega que “tampoco hemos intentado nunca moralizar, una cosa que a mí me molesta mucho. Hay espectáculos interesantes que, al final, tratan de poner la puntita para intentar convencerte de algo, de poner una moralina, y eso me saca muchísimo porque, en realidad, no hacía falta”. Y Celso redondea el argumento al decir “ya es suficientemente explícito ver a chicos de 16 o 17 años, desnudos, bailando, besándose… Eso en sí mismo ya es impresionante presenciarlo. A partir de ahí, a qué conclusiones puede llegar cada espectador: ¿que ha perdido vida?, ¿qué antes eras más infeliz porque estabas perdido? ¿Qué querrías volver otra vez a ser adolescente?... En cualquier caso, todo eso lo está poniendo el propio espectador”.

Sus propuestas no siempre son recibidas del mismo modo en función del tipo de público ante el que se exhiben. Y no ya en países distintos, sino incluso dentro del nuestro: “se nota perfectamente cuando uno está en el norte, en el sur, en el este o en el oeste”, dice Violeta. Y Celso ejemplifica aún más: “recuerdo nuestro paso por Vitoria y Pamplona con Cine, en donde hubo una recepción absolutamente silenciosa, callada. Yo, que suelo estar en la zona del técnico, y observo las reacciones de toda la sala de forma panorámica, puedo verlo perfectamente. Eso mismo, cuando lo hacemos en Madrid o en Barcelona se recibe de forma muy distinta”. Pero eso tampoco quiere decir nada, más allá de la idiosincrasia del público porque “en Pamplona, que tuvimos encuentro posterior con el público –añade Violeta-, fue superbonito ver la acogida entrañable, amorosa y emocionante de la gente… A veces depende mucho de los estereotipos que uno tenga con respecto al público. En Francia, por ejemplo, puede que se espere de los españoles una cosa que, a lo mejor, nosotros no les estamos dando… En Brasil, notas mucho que, para ellos, eres Europa, y te ven como un verdadero artista y te tienen un claro respeto, que nos impresiona mucho. Todo lo contrario que en Francia…”.

“Hay que relativizarlo todo”

Este tipo de acogidas tan diversas, aunque sean en función de la distinta idiosincrasia del público receptor, ¿genera algún tipo de complejo en vosotros (ya sea de superioridad o de inferioridad?, les preguntamos. “Algo sí que se genera, obviamente –contesta Celso-. Pero, una vez más, yo me saldría de esa dicotomía inferioridad-superioridad para situarme en un intermedio porque esos extremos entre cómo te reciben en Brasil, o Madrid, o en una provincia pequeña… En unos sitios te miran como que vienes de un lugar privilegiado, mientras que en otros (Francia, Alemania, Finlandia) es justamente lo contrario, como si fuéramos unos pobres españolitos… Es curioso cómo puedes pasar de ser percibido como un artista pobre, un artista exótico, o un artista privilegiado. Hay que relativizarlo todo…”.

“Del fracaso se aprende un montón, pero del éxito también –afirma ahora Violeta-. Me fastidia un poco ese concepto cristiano de la culpa, según el cual de los errores se aprende mucho. Pero si estás atenta, todo sirve. No hay por qué pasarlo mal para aprender”. Para Celso, al mismo tiempo, “siempre me ha llamado mucho la atención la reacción que tiene la gente en los estrenos. A veces recibes siete comentarios buenos, sinceros además, incluso provenientes de gente habitualmente crítica, y, por otra parte, una o dos negativas, y las que te quitan el sueño luego son estas últimas… Habría que intentar aprender a baremarlas del mismo modo los dos tipos de críticas. ¡No sé por qué hay una tendencia neuronal en el cerebro que se orienta a guardar más tiempo lo malo que lo bueno…!”.

“Por nuestra forma de trabajar, por nuestra relación con la estética –apunta ahora Violeta-, muchas veces la gente no entiende a primera vista que podamos estar haciendo un trabajo político y social…”. “Volviendo a lo que hemos comentado aquí –completa Celso-, para mí es igual de político lo que se presenta en Future Lovers que en Cine. El microcosmos es, a la vez, también un universo”. Un universo, sí, en el que “cada vez tiene menos cabida el punto de vista del otro –subraya ahora Violeta-, sobre todo si es totalmente opuesto al que se ha expresado. Parece que se quiere hacer que la gente joven no se rebele contra lo que ve injusto. Creo que deben expresar que esto o aquello lo odian, y no coartarse porque tal o cual persona pueda sentirse ofendida por eso. O que hay que tener mucho cuidado porque estas personas han tenido estas otras experiencias y, si tú les dices que odias eso, se van a sentir muy mal… Todo esto está muy bien para procesar como sociedad, un tipo de convivencia superficial, inmediata, cordial, que puede estar bien para ciertas situaciones, pero que al mismo tiempo va en contra de construir sociedad. No se puede estar todo el rato conteniendo las opiniones porque si no, nunca llegarás a entenderte con el otro en profundidad”. “Solo se puede llegar a algún acuerdo a través del diálogo, por muy naif que pueda parecer esta postura”, concluye diciendo Celso.

Hay quien atribuye al teatro hasta la fuerza de cambiar el mundo. ¿Qué pensáis vosotros?, les planteamos a los dos componentes de La Tristura. Para Celso, “siempre digo que el mundo ya está cambiando. El teatro, ni lo cambia ni deja de cambiarlo, pero el mundo está cambiando permanentemente. Y todo lo que hacemos (esta charla, el teatro…) ayuda a que las cosas vayan en esa dirección”. A lo que Violeta, para terminar, añade, citando a Pina Bausch, “un gesto es una danza. El movimiento genera acción. Cualquier gesto provoca un movimiento, es decir, que por eso es tan importante no olvidar que las situaciones que generas tienen siempre unas consecuencias…”.

Con miembros tan lúcidos, reflexivos y apasionados, no nos cabe duda alguna de que, sin darnos cuenta, pronto estaremos celebrando las bodas de plata de la compañía. Eso que habremos ganado todos, compañía y espectadores. ¡Larga vida al teatro!, ¡larga vida a La Tristura!

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