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Relatores, agitadores y gentes de bien

viernes 15 de febrero de 2019, 08:53h

Reconozco que cuando escuché a la vicepresidenta Carmen Calvo hablar de la figura de un relator, algo muy cercano sentí. Durante algo más de seis años, viví en la calle Relatores de Madrid, una de las más antiguas de la Villa y Corte. Es una pequeña y tranquila calle que comienza en la esquina con la bulliciosa calle Atocha y desemboca en Tirso de Molina. Allí en el número 20 se alza un edificio rehabilitado que perteneció en su día al Marqués de la Vera y a doña Manuela Antonia de la Ysequilla cuya construcción data del 18 de mayo de 1615. En ese edificio que fue además de palacio convento, cada vez que traspasaba el umbral de la imponente puerta de madera de la entrada, se respiraba la paz de un edificio señorial que conservaba su escalera palaciega, una entrada monumental y el patio de carruajes hoy poblado de macetas, que te transportaba a otra época. También tenía la fortuna de contar en tabique medianero, con el gran Joaquín Sabina; este sí que era un incansable relator de historias cotidianas al cual me encontraba en algunas ocasiones saliendo del portal contiguo. Pero la curiosidad me llevó a saber el origen y por qué ese nombre de la calle. Allí aparte de nobles personajes, vivían muchos relatores de los tribunales, dada su proximidad al Palacio de la Audiencia en la Plaza de la Provincia, donde se alza el Palacio de Santa Cruz actual sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. En las placas de cerámica pintadas a mano por el artesano ya fallecido Alfredo Ruiz de Luna que adornan el Madrid de los Austrias, ilustra el nombre de esta calle con la imagen de tres escribientes tomando nota. Los relatores eran funcionarios públicos a quienes se encargaba la tramitación de los asuntos pendientes ante los órganos judiciales. La figura original del relator era solo judicial, pero terminó trasladándose a instancias superiores de gobierno. Correspondía a los relatores tener al tanto de los procesos a los jueces o autoridad correspondiente, y comprobar que cuantos documentos y testimonios, se llevasen a término. Su actividad finalizaba al relatar al tribunal o consejo, el contenido del expediente que había ido conformando, para que este dictase sentencia u orden para su tramitación. Está claro que el hecho de que este viejo oficio volviese a primera plana de la actualidad al intentar incluir su figura como testigo de las presumibles reuniones previstas para dialogar sobre el futuro de Cataluña, ha pillado por sorpresa a muchos que no se ha detenido como yo a conocer la etimología de la actividad mencionada.

El detonante fue la aparición de esta figura en los famosos 21 puntos presentados por Torra al presidente Sánchez en su último encuentro, para que los hooligan de la derecha encabezados por el masterizado a lo Cifuentes-Pablo Casado, empezase con su discurso incendiario más propio de un barriobajero que de alguien a quien el tratamiento obliga a llamarle “su señoria”. Este personaje, figura de guiñol manejada por Aznar, se ha encargado de sacar del diccionario de la RAE la mayor colección nunca vista de insultos dirigidos a un contrincante político. Recuerdo un lamentable calificativo vertido en un debate televisivo cara a cara, donde Pedro Sánchez dijo: “usted señor Rajoy no es un político decente”. Posteriormente Sánchez matizó que “se equivocó en la forma, pero no en el fondo", que viene a ser una especie de disculpa light, pero insulta, que algo queda……..Aquello no me gustó y es evidente que a Pedro Sánchez tampoco, a tenor de su disculpa, pero son cosas de las campañas electorales y pueden tener una explicación, pero jamás he visto un lenguaje tan vulgar, cargado de odio y calumniador como el que emplea Casado para desacreditar y difamar al presidente del Gobierno.

Es evidente que la batalla de la derecha va a ser feroz. La irrupción de Vox y la resurrección de Aznar, sitúan al PP a la caza del voto del mismo electorado, en una batalla tan cruenta como desalentadora para la democracia. Debo de confesar que esto es como el turrón y el praliné; si tengo que elegir, me quedo con el auténtico y no con el sucedáneo. Durante el tiempo de Rajoy al frente del PP, se han esforzado en aparentar una posición política de centro derecha, desplazando al partido de viejos postulados tardofranquistas que arrastraban desde la refundación de Alianza Popular en el PP en los tiempos de Fraga. Rajoy fue el hombre de los recortes y de los recursos al Tribunal Constitucional. Su política como oposición a Zapatero fue de cuchillo entre los dientes, pero su discurso fue impecable en todo momento cuando debatía en sede parlamentaria. Su sucesor al frente del partido se ha convertido, mitad en una mala copia de Gabriel Rufián y otro tanto de portero de discoteca con tono chulesco. Su falta de rigor es manifiesta y su voluntad por manipular, forma parte de su credo. La derecha se merece otra persona al frente del partido ¿Alguien se imagina a Núñez Feijóo utilizando ese lenguaje? ¿O a Soraya Sáenz de Santamaría...? Casado solo puede competir con Esperanza Aguirre que llamaba hijo p… a Gallardón, pero eso sí, eran compañeros del mismo partido y entre hermanos, se perdona casi todo.

Y queda por analizar en este despropósito político la famosa frase del secretario general de Vox Ortega Smith, diciendo que los que se manifestaron en Colon el pasado 10 de febrero “son los españoles de bien”. Vamos a ver figura, los que no fuimos ¿somos españoles de mal? ¿no somos patriotas? Es evidente que gentes como este personaje, sobran de la política española, pero me temo que muchos van a votar esta opción política, lo cual es tan respetable como cualquier otra, pero con un matiz diferenciador: es una vuelta atrás en materia de derechos y libertades. A este país le quieren resucitar unos cuantos el sentimiento de la mano dura invocando el Artículo 155 versión Casado, es decir, 155 carros de combate por el Paseo de Gracia, camino de las Ramblas y en ese guerracivilismo, no estamos la inmensa mayoría de los españoles.

Mientras tanto estamos en pleno juicio a los considerados responsables del procés. Se van a escuchar en sede judicial durante tres meses aproximadamente alegatos en favor y en contra de lo ocurrido en Cataluña el pasado año. El juicio está siendo una especie de Gran Hermano donde se televisa hasta el último suspiro del proceso, en aras a la transparencia del mismo, algo muy necesario para la credibilidad del Tribunal Supremo, pero precisamente por ese efecto mediático de la máxima publicidad de los testimonios, cada acusado y cada testigo declararan en un tono cercano al empleado en un mitin electoral. Por cierto, Puigdemont mientras de copas por Europa sin privarse de nada, es lo que tiene ser independentista... de los propios independentistas; unos en la cárcel comiendo rancho y otros comiendo foie en Waterloo.

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