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Los hijos de Gernika se desvanecen

viernes 29 de noviembre de 2019, 10:54h

Lo dijo el general Mc Arthur. ”Los viejos soldados nunca mueren, solo se desvanecen en la niebla”, frase que me vino al recuerdo tras ver, una vez más, el documental “Los Hijos de Gernika” estrenada en la Delegación del Gobierno Vasco en Paris el 26 de abril de 1968. Un año explosivo. Guerra de Vietnam, Joseba Elosegi en llamas ante Franco, Mayo francés, ETA mata a Melitón Manzanas y al guardia civil Pardines y la guardia civil mata a Etxebarrieta. Matanza de Tlatelolco en México. Estado de excepción. Asesinan a Luther King y a Robert Kennedy. Los Beatles estrenan Hey Jude…Mientras todo esto ocurría Franco vivía en el Pardo y Radio Euzkadi transmitía un programa de onda corta todos los días desde Venezuela.

Segundo Cazalis Goenaga nació en La Habana (Cuba) en 1924. Era el segundo hijo de Segundo Cazalis, famoso pelotari de Jai Alai, considerado en su época el mejor zaguero del mundo que jugaba con frecuencia en la capital cubana donde nacieron sus hijos. Cuando el crío tenía dos años volvieron a Bilbao hasta su caída en 1937. Refugiados tras pasar por Iparralde la familia recaló en Barcelona donde con 14 años se alistó en el ejército republicano y tras caer Catalunya lo internaron en un campo de concentración en Francia de donde le sacó un padrino cubano volviendo a La Habana en 1939. Tras terminar el bachillerato en La Salle se fue a Caracas donde hace periodismo e ingresa en el periódico El Nacional, cuya diagramadora era Karmele Leizaola, sobrina del Lehendakari. El Nacional lo manda en 1958 a cubrir los acontecimientos de la lucha contra la dictadura de Batista y clandestinamente logra en la Sierra Maestra entrevistar a Fidel Castro. Fue el primero en hacerlo. Cazalis presenta al barbudo de forma idealizada, de tal forma que al triunfo de la Revolución decide quedarse en Cuba donde le han ofrecido ser redactor jefe del periódico La Calle. En enero de 1960 empieza a escribir una columna llamada Siquitrilla, que será un éxito. En diciembre del 63 cambia de periódico y se va a Revolución llevándose su columna que no va a durar mucho.

En 1964 se atrevió a hacer un comentario crítico y el propio Fidel Castro bramó en su contra. Aquello le pareció una iniciativa tomada a destiempo. ”Yo quiero que me digan si debemos abandonar todos los planes económicos para dedicarnos a discutir sobre arte y sobre cine. Esas cuestiones pueden esperar diez años, pero la Revolución no” sentenció el comandante. En Siquitrilla, Cazalis hacía recomendaciones de películas objeto de censura porque “su contenido se estimaba nocivo para el pueblo”. Para colmo había escrito que la televisión castrista y su programación era aburrida y de baja calidad. Por si no se había enterado de que aquello era una dictadura le quitaron la columna y lo echaron del periódico. De esa situación lo rescató el Che Gevara que lo mandó a Paris como corresponsal de Prensa Latina, la agencia oficial de noticias cubana. Harto de lo que veía desertó y se fue a Caracas donde se dedicó a escribir libros y guiones, y a ser director del periódico El Mundo. En 1968 va a dirigir el documental del PNV “Los Hijos de Gernika”, producido por Ávila Films cuyo propietario, José Agustín Catalá tenía enorme simpatía por los exiliados vascos. Le recuerdo con su acento cubano, gran envergadura, gafas de concha, camisa blanca y brazos muy velludos hablando con Alberto Elósegui, donostiarra, el hombre de la propaganda del PNV en el exilio, más conocido por su nombre de guerra Paul de Garat. Director de la revista Gudari y la persona con más sentido de la propaganda y de la transmisión de la épica nacionalista y de su necesaria emoción para movilizar gentes que he conocido en mi vida. ”Si no tienes la fuerza, tienes que tener la leyenda de la fuerza” un axioma de Ho Chi Minh que nos repetía mientras elaboraba su informe con el sugestivo título de “Una Voz con mil ecos”. La traducción del Libro de Steer, la radio Euzkadi clandestina, esta película y la adaptación de un reportaje de Granada televisión sobre Joseba Elósegui titulado “El hombre en la Ventana” guión que tuvimos que adaptar al movimiento de los labios de los locutores en un trabajo de chinos, los calendarios de bolsillo y tantísimas cosas más se deben a este increíble abogado que vive en Donosti y que enviaba desde San Sebastián sus crónicas de la huelga general del 51 nada menos que al New York Times y que cuando, perseguido, llegó a Caracas trabajó en la revista Momento con Gabriel García Márquez y Plinio Apuleyo Mendoza. Fíjense los nombres que he citado: Castro, Guevara, García Márquez, Mendoza, New York Times para ilustrar una guerra de propaganda jelkide que aprovechaba cualquier resquicio para hacer resistencia a la dictadura. Lo que lamento es que nada de esto, ni nadie de esta generación haya sido tenido en cuenta para el programa Herenegun. Vivimos en el adanismo perfecto.

Luis Eguiraun, hombre de izquierdas, tras 16 años como programador y casi 20 como miembro del jurado del Comité de selección de Zinebi (Festival Internacional de Cine Corto y Documental de Bilbao) le llamó, en su último año de programador, a mi hermano Koldo interesándose por el documental. ”No entiendo como esta pieza de casi media hora no sea conocida. Vale mucho. Si se puede la programamos”. Se pudo y desde la Filmoteca vasca llegó al Cine Gran vía de Bilbao el pasado 9 de noviembre. Unas ochenta personas fue su público. Lástima no hubiera más pues la pieza, en la gran pantalla te permite ver un buen trabajo hecho con documentales, fotografías, un magnífico guión, las canciones de Monzón y Labeguerie, el énfasis del locutor y un resumen que termina en aquel Aberri Eguna de 1968 con una filmación hecha por Joseba Leizaola (ex presidente del Parlamento Vasco) desde la casa de un jelkide en la Plaza del Castillo de Iruña. En ella se ven las cargas policiales de los conocidos como grises. En el documental, la voz del Lehendakari Aguirre es la de Xabier Leizaola, su hermano, y quien fuera presidente del Consejo de Administración de Deia. Fue una obra colectiva del Grupo EGI de Caracas que sirvió al inicio de la transición para contar “la lucha del pueblo vasco por su libertad” en momentos en los que todo era ETA y había que reorganizar nuevamente el EAJ-PNV. La armonización musical fue de Iñaki Irureta, ex miembro del conjunto musical azkoitiarra “Los Contrapuntos” y que tocaba el armónium en buenos restaurantes del Este de Caracas y cuando veía entrar a un vasco conocido interpretaba el “Gora ta Gora”. Era un equipo fantástico aquel de EGI.

Tras la película hubo un coloquio con la escritora y bibliotecaria del Parlamento Vasco (fue quien la montó) Arantza Amezaga que impactó, hablando del exilio y de la película. Una joven vasco venezolana se mostró extrañada de que no hubiera correspondencia entre lo hecho por el exilio y las instituciones vascas en este ochenta aniversario. Lo decía con dolor. ”¿Hay, alguien aquí del Gobierno Vasco?. No. ¿Hay alguien aquí de la Diputación?. No. ¿Hay alguien del Ayuntamiento?. No. ¿Hay alguien de Gogora?. No. ¿Hay algún representante de algún partido político?. No. He aquí la respuesta”, lo dije también con dolor.

Y es que algo se está rompiendo en esa cadena que dicen que no se rompe. Está faltando emoción, promoción, apuesta y, desaparecida la generación de la guerra, el exilio y la clandestinidad, esto se va a ver en la lejanía como vemos a las guerras carlistas, para satisfacción de los comisarios de Sortu que consolidarán su teoría que todo empieza con ETA. Y no exagero. Juan Mari Atutxa tras la charla la semana pasada de Jean Claude Larronde, benemérito historiador de Iparralde que vino desde Bayona a hablarnos del coro Eresoinka y del Equipo Euzkadi (no Euskal Herria) y al ver una media entrada a la conferencia de unas cuarenta personas, apuntó que faltaban jóvenes y gente curiosa por el pasado. Tenía razón. Pronto oiremos estupideces sobre la Supercopa en San Mamés sin que los que más gritan sepan absolutamente nada, de aquella gesta del primer Gobierno Vasco. ¿Se recordará como Dios manda el hito del regreso de Leizaola del exilio el 15 de diciembre con todo lo que aquello supuso?. Lo desconozco. Solo sé que Mitxel Unzueta me comentó entristecido que en el 40 aniversario del Estatuto de Gernika, nadie, absolutamente nadie le había llamado. En la Fundación Sabino Arana en la jornada sobre Memoria y Literatura se decía. ”¿No hay un pasado colectivo?. Esta se crea en función de hechos compartidos. Necesitamos una narración bien hecha para saber de dónde venimos, porque si no la historia la seguirán escribiendo los vencedores. ¿Qué tienen que decir los perdedores?”. Al parecer mucho, pero sin que se les ponga un altavoz. Por eso digo que Los Hijos de Gernika se están diluyendo en la niebla. No nos quejemos.

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