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Un juego de apariencias a costa de los poderes públicos, incluida la Corona

miércoles 11 de diciembre de 2019, 07:45h

El juego de apariencias que muestra la negociación entre el PSOE y ERC para lograr la investidura de Sánchez podría dar lugar a una entretenida comedia, si su costo no corriera a cargo de la potestad del Estado, incluida su jefatura, la Corona. Desde luego, en este contexto fluido y opaco, resulta muy difícil saber a ciencia cierta hasta donde llegarían las afectaciones de las instituciones que se mencionan en la mesa de negociaciones entre representantes del Gobierno y el partido independentista. Pero el listado ya es importante.

En el poder ejecutivo se apuntan los cambalaches financieros y las concesiones en el ámbito del sistema penitenciario. ERC reclama que se detenga la represión y pide nuevas condiciones en cuanto al orden público. Paralelamente, se busca la creación de algún órgano decisorio que permita el encuentro entre el Gobierno y la Generalitat en un plano de igualdad o al menos de semejanza, aprobado por una escuálida mayoría en el Congreso. Como si eso resolviera la contradicción constitucional que supone. Pareciera que en su pérdida de potestad el Gobierno quisiera arrastrar también al poder legislativo.

En el plano judicial, las demandas de ERC aluden a detener la actuación de los jueces, como parte de su discurso sobre el fin de la represión. El Gobierno no tiene mucho margen de maniobra al respecto, pero en donde tiene competencias (el nombramiento del Fiscal General) ya hay novedades: la sustitución de la fiscal María José Segura, que ha mostrado firmeza respecto de los condenados del proces, aparece a la orden del día. Y respecto al otro campo de juego, el Tribunal Constitucional, el Gobierno ha decidido retrasar sine die la presentación de las últimas resoluciones secesionistas del Parlament, como gesto de buena voluntad.

En esta cascada de pérdida de prestigio institucional no queda al margen la jefatura del Estado. El peligroso juego que impulsa Sánchez coloca en un brete a la Corona. Obligaría al Rey a proponer un candidato a la Presidencia del Gobierno con apoyos que irrespetan la Constitución y rechazan de forma especial a la Corona. De hecho, convierte la ronda de consultas de los partidos parlamentarios en una farsa, por cuanto esa ronda se realiza para que el Rey tenga parámetros para medir el sustento del candidato a proponer. ¿Como podría formarse la Corona una composición de lugar, si el partido clave para que se consiga la investidura ni siquiera acude a la consulta con el Rey? Porque si la propuesta de candidatura a realizar por el Rey soló se basara en la eventualidad de una mayoría simple (en segunda vuelta), cabe preguntarse cuál es el objeto de realizar la ronda de consultas. Es evidente que el porfiado esfuerzo de Sánchez para permanecer en la Moncloa también obliga a la jefatura del estado a actuar de forma irregular, con el correspondiente desprestigio que ello supone.

Y lo peor del caso es que toda esta suerte de atropellos a la potestad de los poderes públicos se hace en referencia a un juego de apariencias, cuyo resultado final dista mucho de estar asegurado. Porque cada vez parece más claro que: 1) el acuerdo con ERC no se producirá antes de fin de año; 2) en este mes de diciembre se producirán eventos que complican la decisión favorable de ERC hacia la abstención; 3) es altamente probable que en enero ERC se decante finalmente por el NO, como mantiene hasta el momento.

No obstante, la gesticulación en los encuentros y los escuetos comunicados siguen tratando de ocultar esta realidad por parte de los dos interlocutores. Y resulta que una parte importante de los medios de comunicación sigue haciéndose cómplice de esta intoxicación. Tengo que admitir que me encuentro desconcertado por el ejemplo del diario El País en este contexto. Un medio con equipos de investigación de consistencia no debería hacer de comparsa en este juego de simulaciones que han emprendido las dos partes negociadoras. Sin embargo, casi todos los días es posible leer en ese diario artículos que anuncian el inmediato cierre del acuerdo en las próximas jornadas. Incluso si su línea editorial ya hubiera optado por favorecer un gobierno PSOE-Podemos, la edición de noticias podría ser un poco más cuidadosa.

Me parece más honesta la actitud de quienes defienden ese tipo de gobierno desde el campo de la opinión, incluso si sus argumentos llegan a ser tan discutibles como los expuestos por Xavier Vidal-Folch en su nota “O Esquerra o el PP” (El País, 9/12/19); donde hace una comparación de la situación en que estaría un Gobierno del PSOE apoyado por la abstención de ERC o por la del PP. Comienza por admitir que esa segunda opción seria normal en Alemania: “si España fuera Alemania quedarían pocas dudas”, admite. Pero de inmediato sostiene la siguiente arriesgada tesis: “En términos de estabilidad de la legislatura, también económica, el escenario PP podría revelarse como todavía más problemático, y ya es decir, que el de Esquerra”. Y da para ello tres motivos.

El primero es realmente sorprendente: (el escenario PP) dice “frustraría cualquier encauzamiento de la cuestión catalana. Un acuerdo con los republicanos no lo garantiza, pero posibilita negociarlo a fondo dentro de la ley”. ¿Está diciendo Vidal-Foch que puede haber referéndum y establecimiento de la República Catalana dentro de la ley? Mas bien parece que está sugiriendo que es mejor un conflicto sin resolver, mediante negociaciones ficticias, que una decisión del Estado de implementar los artículos de la Constitución que reconducirían la situación de esa Comunidad Autónoma. O sea que se recomienda seguir en la invidencia.

El segundo argumento consiste en afirmar que el escenario PP haría más difícil la aprobación del Presupuesto. El PP no aceptaría los presupuestos expansivos que pide Podemos. Desde luego, pero tampoco la UE, así que, dadas las circunstancias, al PSOE no le quedará más remedio que recortar sus ambiciones. Y en ese contexto, no puede descartarse un curso de negociaciones entre PSOE y PP.

Y el tercer argumento es que un escenario PP “abocaría a una legislatura más fugaz que efímera”, sobre todo porque el PP se vería sometido a la presión de sus “socios ultras”. Es indudable que el escenario PP tampoco garantiza una legislatura larga, pero aducir que sería más corta que con el apoyo de ERC es hacer uso de la bola de vidrio.

Así las cosas, la cuestión clave a dilucidar es como le iría al país durante esa legislatura corta (con PP o con ERC). Y en este punto Vidal-Folch simplemente florece. Afirma: “Al Banco Santander, a Iberdrola, a Ferrovial..., a todo el Ibex puede convenirle más según qué pacto con Esquerra —aunque levante obvios sarpullidos— que la otra alternativa teóricamente existente.” Sorpresa, al Ibex le acaba de surgir un consejero áulico. Y completamente gratis.

Con observadores tan ecuánimes como este, el juego de simulaciones de PSOE y ERC puede durar años, mientras el Estado se convierte en una entidad enfermiza. Por cierto, sorprende observar cómo es posible que con esos argumentos alguien no se dé cuenta de un efecto inmediato que produce este ninguneo estatal: el resentimiento ciudadano que garantiza el aumento de la fuerza política de Vox.

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