La lectura más correcta de lo sucedido este jueves en Reino Unido es que los británicos han optado por una aplicación cuanto antes del Brexit y pasar página a esta etapa tan nefasta para su país en los últimos años. Votando a los conservadores y entronizando a Boris Johnson como un fuerte líder del gobierno se aseguran sus ciudadanos que el 31 de enero, ahora sí, la nación deje la Unión Europea.
La mayoría parlamentaria que ha logrado el Partido Conservador es abrumadora y por supuesto absoluta, con 364 representantes en la Cámara de los Comunes de los 650 posibles. Son 66 más que en las últimas elecciones. Eso sí, el recuento sigue en marcha. Ha sido un éxito de campaña, que se ha enfocado casi al cien por cien en garantizar un acuerdo favorable para el país de cara al Brexit.
Los laboristas, por su parte, se estrellan y, con su peor resultado casi en un siglo de la mano de Jeremy Corbyn, se habrían quedado en 203 representantes, 42 menos. El discurso confuso y radical de izquierdas de su líder no ha sido apoyado por los británicos, que han optado por la vía más segura en estos momentos. Corbyn es la nueva víctima, como en el lado conservador lo fueron antes David Cameron y Theresa May. El laborista dará paso a una transición en su partido para comenzar una nueva época en la izquierda británica, que no gobierna desde tiempos de Tony Blair (1997-2007) y Gordon Brown (2007-2010).
Los liberales también se hunden con 11 representantes, 10 menos, mientras que los nacionalistas escoceses logran 48, 13 más, con su posición contraria al Brexit y pidiendo otro referéndum, ya que si no, amenazan con impulsar otro proceso independentista.
El resto de partidos minoritarios también se estrellan, siendo penalizados por el voto útil de los ciudadanos, que se han tomado este proceso en las urnas como un plebiscito para confirmar y legitimar de una vez por todas el Brexit y poder así pasar página a partir de enero de 2020.
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