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Diario de una pesadilla (9)

lunes 30 de marzo de 2020, 13:01h

Entra en vigor la hibernación de la economía, el mismo día en el que hemos conocido que Fernando Simón, la cara y la voz de la evolución de esta enfermedad, se ha contagiado del Covid-19. Está claro que se trata de un virus muy contagioso. Mucho.

Entre tanto, el ingeniero Antonio Ibáñez de Alba, que ya ideó para el desierto un palmeral artificial para transformar el desierto libio en un vergel. Se lo contó en los años 90 a Muamar Gadafi y le convenció. Hace menos que demostró las bondades de su proyecto: una piscina anti-ahogamientos, tirándose atado de pies y manos. Bueno, ahora, este ingeniero de Ciudad Real ha ideado una mascarilla que antes de que entre el aire en nuestra nariz ha matado el virus que esté en el exterior. El caso es que este visionario ha llegado hasta la ministra de Defensa que a su vez, le ha derivado hasta el coronel jefe de Farmacia de la Defensa. Éste lo ha dejado en manos del Ministerio de Sanidad y ya hay dos empresas puestas a producir este invento que está en fase de experimentación. Asegura Antonio Ibáñez que entre tanto habría que fumigar las calles con fungicidas. El problema de estos productos químicos es que pueden matar el bicho pero además puede dañar la salud humana. Pero no está mal que investigadores, científicos e ingenieros estén exprimiendo su sesera para lograr protegernos primero del virus y después eliminarlo para siempre.

Bueno, la palabra siempre, hay que ponerla también en cuarentena. Para la ministra de Defensa, Margarita Robles, superar esta crisis no significa vencerla. Asegura la magistrada que esta situación se podría reproducir en el mes de otoño. Por lo tanto, cuando acabe esta primera fase y hasta que llegue la vacuna habrá que seguir extremando las medidas de autoprotección. Que nadie piense que cuando acabe esta crisis, nos podremos lanzar a abrazarnos y a besarnos. Esta situación de alerta permanente, ha llegado para quedarse. Solo nos devolverá a la normalidad el tratamiento médico eficaz y la vacuna, ¡nada más!

Es un goteo constante de personas cercanas, padres, suegros, primos, hermanos, amigos y rostros conocidas que sabemos que se han contagiado en las últimas horas. A esa larga lista de nombres añadimos hoy a un famoso restaurador, el dueño del famoso Casa Lucio, situado en la castiza Cava Baja. A sus 87 años está peleando contra una neumonía desde la Fundación Jiménez Díaz, con síntomas del Covid-19. Por supuesto, deseamos que salga victorioso de esta pelea porque de la otra, la del trabajo cotidiano, ya salió victorioso hace muchos años logrando que pisaran su casa personajes conocidos como el rey don Juan Carlos, Vargas Llosa, Camilo José Cela y tantos y tantos rostros de la política, de la economía, del mundo del “artisteo”, del deporte y de la televisión. Sus huevos rotos son inigualables. Hace muchos años me contó que el secreto de que salieran tan ricos estaba en el aceite muy caliente para que el huevo quedara con puntilla. Desde entonces procuro hacerlo como me dijo el bueno de Lucio.

Y la imaginación de la gente que no para. El balcón está dando mucho de sí. En él se dan conciertos, charlas, aplausos…Es el otro “balconing” que se ha puesto de moda. Lo último es casarse. Aquellos novios que se han quedado con las ganas, simulan boda: los novios en un balcón y cualquier autoridad de Ayuntamiento en otro. A voces se dicen el sí quiero y la autoridad les declara marido y mujer. Es lo que se ha llamado en las redes sociales la “coronaboda”. No tiene validez formal pero tranquiliza a los contrayentes que se han quedado con la boda frustrada.

En fin, la vida que se abre paso cada día a pesar de los pesares. ¡Extrememos los cuidados! Con todas las precauciones necesarias pero por cuarto día que desciendan los contagios, es una gran noticia.

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