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El pavo real

NIKOLAI LESKOV
TRADUCCIÓN DE JORGE SEGOVIA Y VIOLETTA BECK
MALDOROR EDICIONES
94 PÁGINAS, 16 EUROS

lunes 14 de enero de 2008, 09:45h
Una historia de amor y deseo, de culpa y redención, es lo que relata el controvertido autor ruso N. Leskov (1831-1895) en “El pavo real”, novela corta publicada por primera vez en 1874 y que no gozó, ciertamente, como el resto de sus obras, de una gran estima entre sus contemporáneos. No sería hasta años más tarde cuando a Leskov se le empieza a valorar en su justa medida. Autores de la talla de Máximo Gorki, Thomas Mann o Walter Benjamin han ensalzado sus amplias dotes de narrador, su talento descriptivo y su capacidad para comunicar experiencias de una forma sencilla y cercana.
La trama de la novela gira en torno a cuatro personajes: Pavlin, un mayordomo que el narrador nos presenta al comienzo como una persona fría, altiva e impasible, pero de la que iremos poco a poco descubriendo sus otros atributos; Liubna, una niña a la que adoptó el mayordomo y de la terminará enamorándose pasado el tiempo, convirtiéndole así en el “hombre que jamás imaginó que podía llegar a ser”; Anna Lvovna, una acaudalada viuda sin escrúpulos y carente de moral que vive del alquiler de sus pisos y para la cual trabaja Pavlin; y Dodia, el hijo de ésta y el objeto del amor de Liubna, con la que mantendrá una relación amorosa, primero a espaldas de Pavlin y luego ante sus ojos.

Tanto Liubna como Anna Lvovna o Dodia son personajes estandarizados, arquetípicos, creados en tres o cuatro trazos rápidos, algo a lo que recurre Leskov para poder centrarse en la construcción del personaje que realmente le interesa. Éste no es otro, claro está, que Pavlin, el pavo real, el perfecto mayordomo a quien no le importa nada sino cumplir con su deber —lo que incluye mostrarse despiadado con los inquilinos que no pagan el alquiler a su debido tiempo—, y que irá evolucionando a partir de la adopción de Liubna, llegando, como decíamos antes en palabras del narrador, a un punto en el que nunca hubiera pensado que podría encontrarse, en el cual el deseo ha dado paso al amor o en el que se ha recuperado el amor previo al deseo, transformado ahora, además, en una suerte de amor inalcanzable, místico y redentor, extático y gozoso.

La estructura de la novela es convencional, de manera que el autor no investiga ni se aventura con formas narrativas complejas. Sin entretenernos mucho, diremos que se trata de un relato enmarcado. Pero esto es algo de lo que Leskov también es plenamente consciente, puesto que su atención está puesta —a parte de en la construcción y evolución de Pavlin— en el carácter oral del relato, en conseguir un lenguaje fresco y directo para narrar así unos acontecimientos que contienen el germen de las buenas historias: la universalidad.
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