www.diariocritico.com

Cuando un Rey cumple 70 años...

viernes 28 de diciembre de 2007, 10:12h
Setenta años no es ya, en estos tiempos modernos, edad provecta, aunque sea hito de jubilación para muchos. No, lo es al menos, pienso, para un Rey. Algunos quisieron forzar una abdicación del jefe del Estado a favor de su hijo Felipe hace ya algunos años; otros -los mismos- han vuelto a intentarlo más recientemente. El caso es que las encuestas siguen advirtiendo, tozudas, de que Juan Carlos de Borbón está a la cabeza de los personajes populares entre los españoles. Y, aunque Felipe de Borbón y Grecia, el futuro Felipe VI, también obtenga una considerable dosis de popularidad, el caso es que, en mi opinión, no parece llegado el momento de los experimentos; si las cosas van bien como están, ¿a qué acelerar soluciones prematuras.

Pero sí es llegado el momento, entiendo, de algunos cambios. En primer lugar, en la Constitución. Reforzando el apoyo a la Corona como institución -ya no caben muchas más dilaciones para reformar el artículo 57, referente a la equiparación de derechos entre el hombre y la mujer a la hora de heredar el trono- . En segundo término, pero sin que ello signifique menor importancia, hay que introducir cambios en las costumbres, en algunos ritos, en determinados comportamientos. Mejorar algunos aspectos de la imagen de la Corona, y para ello se hace preciso un plan de comunicación que nunca parece haber existido en la Casa, pese a los meritorios esfuerzos de la mayor arte de sus responsables.

No acabo de entender, si no es por algún motivo personal que en el entorno de La Zarzuela anide, la razón por la que aún no se ha creado, por ejemplo, una Casa del Príncipe, como existe una Casa del Rey. El heredero precisa, es obvio, apoyos jurídicos, mediáticos, infraestructura que le asista en todas aquellas actividades, importantes aunque puedan a veces parecer secundarias, encomendadas a su agenda. Porque no podemos olvidar que, paralelamente al cumpleaños del Rey, se produce, poco más de tres semanas después, el del Príncipe, que alcanza una edad de madurez: cuarenta años.

Desde luego, no quisiera dar la sensación de que evito cuestiones espinosas: como una parte más de lo que ha sido este ‘annus horribilis’ para la familia real, crecen los rumores acerca de algunas desavenencias internas; las familias crecen, experimentan nuevas incorporaciones y separaciones y, lógicamente, las relaciones no siempre pueden permanecer estáticas. Pero la disparidad de caracteres y los desencuentros no pueden condicionar actuaciones institucionales, ni la Corona puede estar al albur de simpatías o antipatías personales; es demasiado importante.

El Rey, en casi treinta y cinco años en el ejercicio de su cargo, puede haber tenido claroscuros, pero sin duda, en su actuación, priman los claros sobre los oscuros, y ello no puede sonar a lisonja de quien se proclama más bien monárquico que a favor de una incierta República. No: cualquier análisis desapasionado entiende que Juan Carlos de Borbón, eficazmente secundado por la Reina Sofía, ha jugado un papel clave a la hora de procurar la cohesión territorial y de facilitar las relaciones entre las fuerzas políticas. No siempre ha sido fácil  esta tarea: la pujanza de los nacionalismos y las limitaciones del Estado de las Autonomías han obstaculizado no poco esta labor de cohesionar eficazmente Comunidades que no pocas veces han rechazado la propia idea de integración en este Estado.

El de Juan Carlos de Borbón ha sido, en todo caso, un ejercicio más personal que institucional: su cargo era de nuevo cuño y muchas cosas han tenido que inventarse, en estas tres décadas, sobre la marcha, en un país que ya digo que se caracteriza por su carencia de sentido del Estado. El Príncipe no podrá reinar como este Rey: tendrá que ganarse, en compañía de doña Letizia, el cargo día a día, en un mundo diferente, en una Europa diferente de la que formará parte una España distinta, en la que la figura del Jefe del Estado estará sometida a mayores controles y críticas que hasta ahora.

Pero eso no será mañana, ni, ya digo, hay por qué acelerar artificialmente las cosas. Ahora toca felicitar a Juan Carlos de Borbón, reconocer su trayectoria, aunque sin olvidar la crítica allá donde corresponda, y no ponerse nerviosos: creo, contra lo que algunos dicen con cierta ligereza, que los españoles tenemos Monarquía para bastante rato, y ojalá no me equivoque.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios