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Aquello acabó muy mal

Aquello acabó muy mal

martes 03 de julio de 2007, 14:12h

Bueno, lo menos que se puede decir de las relaciones entre estos dos señores que nos gobiernan, desde el poder o desde la oposición, es que se muestran incapaces de entenderse por mucho que se lo pidamos. Empezaron mejor, y acabaron fatal. Zapatero, en su discurso inicial en el debate sobre el estado de la nación,  hizo lo que tenía que hacer: agarrar el toro principal –el proceso de paz con ETA-- por los cuernos, no tratar de salir del paso con dos palabras casuales y circunstanciales y prometer mano dura contra quienes han incumplido el pacto de seguir con este proceso,  o sea ETA y Batasuna. Rajoy seguramente también hizo lo que tenía que hacer: un discurso demoledor, sin concesiones al Gobierno, ofreciendo apoyo, pero no en estas circunstancias, contra la banda del terror. Y derruyendo todo el resto del andamiaje montado en estos tres años y medio de Legislatura. Concluyeron ambos reprochándose con especial dureza su manera de encarar el tema ETA y, así, la banda se convirtió, como era de temer, en la protagonista de la parte más interesante de la trascendental sesión parlamentaria.

Para mí, tras unos largos, muy largos, minutos de autobombo (lo de siempre), la parte central del discurso de Zapatero en la sesión inaugural del debate sobre el estado de la nación estuvo en los párrafos dedicados a la negociación con ETA, al trato que recibirá en el futuro (“seré implacable”) y a justificar lo hecho en el pasado. No hubo desmentidos innecesarios y poco creíbles, no hubo sino algún guiño a la oposición para que no dé a la banda “el premio de nuestra desunión”. Esta parte del discurso, unos diez minutos de un total de hora y cuarto, estuvo, a mi entender, bastante bien, aunque se sabía que sería la más polémica. Lástima que la mano tendida no fuese recogida desde la otra parte.Y desunión hubo, vaya si la hubo.

Y así fue: Rajoy, en su réplica, no concedió el más mínimo cuartel al Gobierno, al que acusó, era previsible, de engañar a los españoles. Como también era de esperar, la lucha contra el terror de ETA ocupó la parte central de ambos parlamentos, el de Zapatero, que estuvo bien en lo suyo, y el de Rajoy, que también estuvo acertado en lo que le correspondía, aunque acaso, como decía más arriba, debería haber tomado con más decisión la mano que le tendía, por la mañana, el presidente del Gobierno. Aunque fuese una mano acaso algo tramposa y aunque fuese, desde el PP, para reprochar al inquilino de La Moncloa las cosas que ha hecho mal.

Luego vino, claro, el capítulo de las promesas de Zapatero, a las que no se refirió apenas, quizá porque le pilló a contrapié, Rajoy.  Alguna de estas promesas tenía mucho impacto mediático, y ahora debería concretarla y ponerla en marcha cuanto antes. ¿Es electoralismo ofertar dos mil quinientos euros por cada nuevo niño que nazca en España? Seguramente sí. Pero, claro, si no hubiera elecciones cada cuatro años, aún estaríamos en la época del derecho de pernada. Así que el electoralismo no invalida una medida que debe ser acogida con una cauta –hasta conocer cómo y de dónde se saca el dinero—alegría.

Me gustó el tono poco hiriente, poco incisivo, poco mitinero, del discurso inicial de Zapatero (luego, ese tono iba a cambiar, y no poco) , al que le sobraron demasiados autoelogios, excesivas referencias a ese ‘España va bien’ con que siempre nos obsequian nuestros responsables en la gestión política, algo que contrasta casi cómicamente con el ‘todo va mal’ con que nos advirtió Rajoy desde la oposición. Digo yo que habrá un término medio, un centro al que aspirar entre lo celestial y lo infernal. Y aquí hay que reconocerle a Zapatero un entusiasmo sin límites por la labor bien hecha, y a Rajoy exactamente al revés: que diga que todo va mal es incierto, como lo es asegurar que todo va sobre ruedas. Vaya dos.

Si hay que mojarse, le daría un notable a Zapatero en su intervención inicial. A Rajoy, un aprobado. En el intercambio de golpes posterior, donde se concretan más las cosas, un suspenso a cada uno: en algo deberían entenderse o aproximarse. No fue así el rifirrafe entre ambos. Los discursos son incompatibles. Las dos españas. ¿Quién ganó los fuegos de artificio? Yo creo que Zapatero ofreció cosas más tangibles, y Rajoy estuvo algo más demoledor: me convenció más –es una manera de hablar-- el presidente del Gobierno, pero ninguno de los mucho, en todo caso. Lo dicho: deberían entenderse en algunas cosas, como ese trato “implacable” a ETA. Pero no lo hicieron, ni ya lo harán: la Legislatura ha concluído de hecho, por mucho que le pese a Zapatero, por mucho que le agrade a un Rajoy que insiste en que las elecciones deben adelantarse (no es su competencia, en todo caso). Hemos entrado en la etapa preelectoral, y eso es, ya se sabe, destructivo. Y nos quedan, salvo anticipaciones no previsibles, casi nueve meses, Dios mío…

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