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Justos y benéficos

Justos y benéficos

martes 08 de abril de 2008, 14:17h
Llega José Luis Rodríguez Zapatero al Congreso de los Diputados bien provisto de papeles y con la complicidad ovacionadora --¡qué menos!— de su grupo parlamentario.  Y empieza su discurso con una muletilla bien aprendida: “Pido su confianza para…”  y ahí empieza el desgrane de lo que va a ser su programa durante esta nueva legislatura.

No obstante, el candidato a presidente del Gobierno, pese a su tradicional optimismo, dedico algo más de la cuarta parte de su intervención a hablar de economía. Aquí estuvo realista y reconoció que el nuevo Ejecutivo debe abordar urgentemente “la fase de desaceleración económica que atraviesa nuestra economía dentro del contexto mundial”. Quizá –o sin quizá—se cura en salud y pone la venda antes de recibir la pedrada de la oposición.
Otra de las novedades (reconozcamos que en plan contraprogramador a ataques pasados, presentes y futuros del Partido Popular) es las continuas alusiones que hizo a su “idea de España”. En ella ZP incluye la de estar “gobernando para todos, en diálogo con todos”. Porque su principal objetivo, más allá de la circunstancial y temporal –esperemos—recesión económica, es el de ayudar a construir “un país próspero y decente”. Hacia ello estará orientada la acción de su nuevo –y, de momento, de composición desconocida—Gobierno.

También, en el capítulo de lo nuevo, y a la hora de hablar de las infraestructuras es el reconocimiento que ZP (es la primera vez que el columnista le oye hablar de ello) hace de la España en Red, como contraposición a la España radial.

Dentro de su discurso el candidato estuvo entreverando los logros de la pasada legislatura con los propósitos para la presente: reforma de la Justicia, de la Ley del Gobierno y de la Administración Pública; “Estrategia General de Seguridad”, discutida en las Cortes Generales;  nueva Ley de Protección Civil, y anuncio de que la Unidad Militar de Emergencias se desplegará por completo y se integrará en el Sistema Global de Protección Civil; modernización de las Fuerzas Armadas; rebajas de impuestos; cooperación internacional…

Eso sí, Rodríguez Zapatero no pudo resistirse a obsequiar –es un decir— a los ciudadanos con lo que viene siendo su imagen de marca en materia de libertades y derechos. El Gobierno, durante esta legislatura, presentará en el Congreso  una Ley Integral de Igualdad de Trato. Para que nadie sea discriminado, no ya por su sexo biológico (que eso ya está regulado por ley), sino por su orientación sexual, ideología, forma de vida, convicciones religiosas, hábitos alimenticios, aptitudes psicofísicas y hasta por movilidad reducida.

Lo mejor del discurso es que ZP ha hecho los deberes económicos y ha abordado con la seriedad e importancia que se merece la recesión económica que afecta al Primer Mundo. Lo peor: el buenismo que le invade y el subsiguiente intervencionismo legislativo. Intervencionismo del que la Ley Integral de Igualdad de Trato es un ejemplo, un tautológico ejemplo, por reiterar la protección de derechos ya recogida en la Constitución y en recientes leyes anteriores. Aquí tuvimos al Rodríguez Zapatero de siempre, porque estuvo en un tris, al modo de las Cortes de Cádiz, con la Constitución de 1812, de proclamar que “los españoles serán justos y benéficos”.

[Estrambote neoministerial: estando en trance de hacer público su nuevo Gobierno, el que remitirá a las Cortes el proyecto de Ley Integral de Igualdad de Trato, ZP debería predicar con el ejemplo y llevar a su Ejecutivo a un/a usuario/a de silla de ruedas, a un/a adventista del Séptimo Día, a un/a alcohólico/a en vías de reformarse, a un/a fumador/a irreductible, a un/a vegetariano/a y hasta a un/a sintecho… Sea todo por la igualdad, claro]
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