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Construyendo Iberoamérica

jueves 30 de octubre de 2008, 12:11h
Cada nueva reunión anual de la Conferencia Iberoamericana supone un paso más en el proyecto de consolidar una comunidad de naciones entre los tres países de la Península Ibérica y los diecinueve de América Latina. No cabe duda que la iniciativa lanzada por la diplomacia española y mexicana en 1991 ha sido un completo éxito, pese a las carencias que puedan señalarse. Dieciocho años después de aquella primera cumbre de Guadajalara, el espacio iberoamericano está mucho más definido y, basándose en las múltiples afinidades de los países miembros, dispone ya de un importante contenido propio con la puesta en marcha de foros sectoriales.

Con una inteligente fórmula abierta de participación de los países, consistente en “aparcar” los desencuentros ideológicos y las diferencias nacionales para resaltar los grandes temas de interés común, la comunidad ha conseguido resistir todas las presiones que ha recibido durante estos años. Los duros enfrentamientos entre gobiernos y dirigentes políticos -el más célebre ocurrido el año pasado entre el rey de España y el presidente de Venezuela- no han podido destruir la solidez de los vínculos existentes entre las naciones. La mayoritaria voluntad de unidad de las sociedades iberoamericanas impide que prospere cualquier intento de separación que pudieran plantear sus gobiernos de turno. 

Cuando la iniciativa parecía estar agotándose, en los primeros años del nuevo siglo, la decisión de crear una organismo permanente –la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), dirigida por el uruguayo Enrique Iglesias– para velar por el cumplimiento de los acuerdos de las cumbres, impulsar la actividad iberoamericana durante todo el año y colaborar en la organización con el país anfitrión, se ha revelado como una decisión acertada. Las cumbres han recuperado vitalidad y se ha adelantado mucho en la vigilancia de los temas acordados. La comunidad cuenta con una representación común en determinados foros internacionales, que podrían ir ampliándose en el futuro inmediato.    

La cumbre que estos días se celebra en San Salvador tiene un doble contenido: el tema oficial que estaba previsto –Juventud y Desarrollo– y el que impone la actual coyuntura de crisis económica internacional. De esta forma, los jefes de Estado y de Gobierno, además de aprobar nuevos programas de cooperación y líneas de actuación sobre los jóvenes, tendrán la oportunidad de discutir sus propuestas para la próxima reunión de Washington. Sería deseable que se aprovechara el momento para, trascendiendo los intereses nacionales, fijar una posición común para el interés general del espacio iberoamericano; posición que representarían en la mesa de negociación los países participantes, donde, junto con Argentina, Brasil y México, debería estar también presente España. 

Iberoamérica ha ido superando la vieja retórica vacía de contenido para dotar de contenido real a la comunidad en ámbitos institucionales y sociales. Sin embargo, el camino recorrido no ha conseguido penetrar aún en los campos de la economía, la política internacional y la seguridad y defensa. La configuración actual del mundo, la interdependencia y los previsibles cambios en la arquitectura de las instituciones internacionales aconsejan avanzar también en la concertación y coordinación de políticas en estas materias. En este sentido, recuperar iniciativas ya consideradas en el pasado, como la constitución de una Fuerza Iberoamericana de Paz con carácter permanente, podrían servir para presentarse en el mundo con una sola voz y contribuirían a reforzar la posición de la comunidad ante posibles reformas de organismos internacionales.
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