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José Antonio Alonso y Soraya Sáenz de Santamaría, dos nadadores contracorriente

José Antonio Alonso y Soraya Sáenz de Santamaría, dos nadadores contracorriente

viernes 18 de diciembre de 2009, 21:24h
¿Pueden compararse dos figuras como las José Antonio Alonso y Soraya Sáenz de Santamaría? Partiendo de la base de que ostentan la misma  responsabilidad, la de portavoces parlamentarios, aunque en diferentes partidos – uno el gobernante y otro el de la oposición- en algunas cosas, los dos guardan cierto paralelismo. Hay algo que les une y hasta podría decirse que les ha hecho ‘cómplices’. Ambos aterrizaron en el cargo sin esperarlo, sus nombramientos levantaron muchas críticas internas y han tenido que trabajar  duramente a lo largo de este año y medio para ganarse el reconocimiento de propios y extraños. Un ‘rodaje’ que ni para uno ni para otro ha sido fácil
Toño’Alonso, el amigo leonés de Rodríguez Zapatero, acumulaba la experiencia de haber dirigido dos de los ministerios más importantes, el  de Interior, primero, y luego por el de Defensa. Su desembarco en la portavocía del Grupo Socialista del Congreso, un cargo que había ocupado hasta entonces con muy poco brillo, por cierto, el actual secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido,  dejó perplejo a más de uno y contrarió al propio Alonso que nunca ha ocultado que se resistió ante Zapatero porque “no se veía” para el puesto. Su apreciación la compartían muchos de sus compañeros que tampoco creían que el juez  leonés fuera la persona más adecuada para fajarse en  la Cámara con el resto de los grupos en una legislatura tan complicada como la que se avecinaba, tal y como se ha demostrado. Nadie veía en él las virtudes que se necesitan para este cargo, gran pericia negociadora, picardía, bastante ‘maldad’ y mucha experiencia parlamentaria, y que encarnaba a la perfección Alfredo Pérez Rubalcaba, de quien se dice que sigue manejando muchos de los hilos parlamentarios desde su despacho en Interior.

Los esfuerzos de Alonso para  adaptarse a su nuevo trabajo con la inestimable ayuda del veterano, Ramón Jáuregui - sustituido inexplicablemente por el joven Ecduardo Madina-han sido ímprobos. Sin embargo, contra todo pronóstico, el portavoz socialista tiene en su haber un  record de votaciones ganadas. Sus oponentes, -incluso Soraya- le aprecian y le ven como un negociador “templado” y “persistente”. Sin tener una oratoria brillante, ni la contundencia dialéctica de Rubalcaba, ‘Toño’ Alonso se ha ganado el reconocimiento de sus diputados. Su intervención en el debate del Alakrana – muy jurídica, terreno que el domina- fue muy alabada.

Con todo, su punto ‘flaco’ siguen siendo las ruedas de prensa a las que se le nota que acude a regañadientes. “Alonso aburre a las ovejas. Es muy flojo dando mensajes”, opinan muchos periodistas del Congreso que saben lo importante que es transmitir una buena imagen mediática.

Pero si el nombramiento de Toño Alonso sorprendió a muchos dirigentes del PSOE, más lo hizo en el PP la designación por parte de Mariano Rajoy de Soraya Sáenz de Santamaría, una jovencísima diputada sin otra trayectoria entonces que ser una de las mujeres de confianza del líder y haber ocupado la secretaría de Política Territorial del partido, en donde comenzó a fajarse en política.

Desde el día de su nombramiento, Soraya ha tenido que aguantar ‘carros y carretas’ hasta consolidarse en el cargo. En las filas del PP todavía resuenan los ecos de aquella mordaz frase que le dedicó Paco Cascos asegurando que “los noviciados y catecumenados se hacen en la bancada y no en los puestos de responsabilidad”. Un ejemplo de que la renovación dentro de los partidos escuece a las ‘viejas glorias’.

El listón, con su antecesor Eduardo Zaplana, lo tenía también muy alto. Pero la portavoz del PP, cuyo estilo es totalmente antagónico al del ex presidente de la Generalitat valenciana, se ha ido consolidando poco a poco dentro y fuera de su grupo a base de trabajar el doble que cualquier otro dirigente de su partido.

Cuando accedió a la portavocía se le criticó que “no repartía juego”, que sólo premiaba a su grupito de fieles. Se dijo de ella de todo, que no tenía experiencia política y que estaba allí solo porque era “la protegida de Mariano”, que le faltaba carácter y cualidades para fajarse con un grupo parlamentario tan grande y heterogéneo… Ella – lo ha confesado en privado muchas veces- encajaba las críticas con amargura pero con un reto, “resistiré”, como la popular canción del Dúo Dinámico, que ha convertido casi, casi en su ‘himno de cabecera'. Y lo ha conseguido. Sobre todo después de pasar la prueba de fuego, aquellas controvertidas y polémicas fotos del magazine de un diario nacional que de alguna manera le sirvieron para romper el molde de aquella Soraya modosita incapaz de sacar los pies del tiesto.

Su imagen se refuerza y su oratoria parlamentaria ha ido mejorando con el tiempo. Sus intervenciones en los plenos son duras y hasta agresivas cuando lo requiere el momento, a veces quizá demasiado en un intento de reafirmación de su genio. A ello indudablemente le ha ayudado bastante sus duelos en sesiones de control al Gobierno con la vicepresidenta De la Vega, que son memorables,  y que le han valido numerosas felicitaciones.

¿Su fallo? Según sus detractores – que aún le quedan unos cuantos-, que le sigue faltando ‘cintura política’ cuando se topa con adversidades inesperadas y que le cuesta encajar las derrotas. “Se le nota mucho cuando se enfada y entonces actúa impulsivamente”, aseguran algunos diputados de su grupo.
Sin embargo, ahora Soraya pisa fuerte por el Congreso y no se arredra ante los comentarios mordaces que en ocasiones sigue escuchando. Y hasta muchos de los que antes la criticaban con dureza reconocen  que ha sabido hacerse con las riendas del grupo en donde son pocos los que a estas alturas cuestionan ya su autoridad y coraje.
 
Fuera del grupo también  la aprecian. Sus relaciones con los demás portavoces son buenas. Sabe negociar, cae simpática,  y en las Juntas de Portavoces se ha creado todo un personaje. Todos coinciden en que a sus 37 años le queda mucha carrera política por delante.
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