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Ahora, ¿a por Rajoy?

Ahora, ¿a por Rajoy?

viernes 02 de octubre de 2009, 19:48h

Madrid se quedó finalmente a un paso del sueño de Gallardón. El enorme esfuerzo diplomático desarrollado durante meses no fructificó y Río de Janeiro se impuso en la recta final. Ahora vendrán los análisis sobre por qué salió Río y no Madrid, por qué cayó inesperadamente Chicago en la primera votación, si el desastre de Chicago le pasará factura interna a Obama, si Madrid lo hizo todo bien pero la designación de sedes para los Juegos Olímpicos no dejan de ser pura política…

Gallardón se defenderá, la gente olvidará pronto que tuvo un sueño y despertará a la dura realidad de estar viviendo en una ciudad en guerra -así de trincheras tiene abiertas-, con subidas descomunales de impuestos por el carácter faraónico de su alcalde y con una deuda brutal a pagar por varias generaciones. Una ruina de ciudad, en definitiva.

Sin embargo, Copenhague ya es historia. Ahora hay que afrontar el futuro… de Gallardón.

¿Alguien puede creer que ese hombre de corazón pétreo y de insaciable ambición se va a conformar con seguir siendo alcalde de una ciudad endeudada por decenios, sin posibilidad de abrir más zanjas en el próximo mandato ni de iniciar una sola obra por falta de presupuesto, sin la ilusión del olimpismo y, naturalmente, sin ser alcalde olímpico?

Quien conoce a Gallardón sabe de sus aspiraciones y conspiranoias, y lo que Gallardón quiere, con ayuda de cierto grupo mediático, es ser presidente del Gobierno, para lo cual debe ser primero elegido candidato por el Partido Popular. El fracaso de la candidatura olímpica es un gravísimo tropiezo, sin duda, pero en todo caso es olvidable. O eso piensan algunos, alegando que todo lo cura el tiempo. Así que, quien conoce bien a Gallardón sabe que la espalda de Rajoy no está cubierta y que su silla de candidato resbala. Rajoy delenda est, dicen que se rumorea en el Ayuntamiento de Madrid parafraseando a Catón el Viejo.

Río ha sido una chinita en el zapato de este (mal)alcalde, pero nada más, aunque Gallardón debería asumir su cuota parte de responsabilidad y dejar el sillón consistorial. ¿Lo hará? Probablemente no, porque su megalomanía es de libro y su sed de poder es mefistofélica, pero debería dimitir por vergüenza torera. En todo caso, hay quien cree que eso no es óbice para esperar sentado la caída de Rajoy. Atentos a esa otra jugada.

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