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Durán y 'El árbol del ahorcado'

Durán y 'El árbol del ahorcado'

viernes 07 de mayo de 2010, 17:09h

Durán i Lleida no es, precisamente, un personaje estrafalario, sino que suele ser más bien todo lo contrario: un político inconcuso y poco dado a los ditirambos. Por eso ha sorprendido su petición de este viernes de considerar como "ideal" la presentación de una moción de censura para formar un gobierno central amplio que haga las reformas necesarias y convoque elecciones anticipadas dentro de unos meses.

Ha sorprendido, primero, porque la petición se produce el mismo día en que se conoce que la economía española ha crecido un 0,1 % del PIB en el primer trimestre del año. Este dato -ya anunciado previamente por el Gobierno al toque de fanfarria-, junto a la disminución del paro -aunque por razones puramente estacionales-, ha dado un cierto respiro a Zapatero, que se ha encaramado aún más en su pedestal autocomplaciente. Luego, parece que el momento elegido por Durán i Lleida no era el mejor de los posibles.

Ha sorprendido, segundo, porque denota un cierto acercamiento a las posturas de Rajoy, que, aunque no quiere mociones de censura que no puede ganar, sí reclama -él y sus voceros de presa- un adelantamiento de las elecciones generales en la creencia de que tal acción redunda en la formación de un gobierno popular. Cosa que, por cierto, estaría por ver, "digan lo que digan las encuestas" (parafraseando al propio Rajoy).

Ha sorprendido,  tercero, porque Durán i Lleida, un político de raza y excelente conocedor las más diversas tesituras, trampas y trucos parlamentarios, conoce cumplidamente el significado de una moción en España. El hecho de que sean 'constructivas' -con candidato sustitutorio-sustitutivo incluido- indican casi al cien por cien que quien las plantee es un perdedor nato. Hasta ahora, todas se han perdido, aunque unas más que otras. La perdió Felipe González frente a Adolfo Suárez, pero le sacó el suficiente rédito político como para arrasar en las siguientes elecciones, las generales de octubre de 1982. Pero, sensu contrario, la perdió Antonio Hernández Mancha frente a Felipe González y quedó tan tocado que no pudo siquiera mantener la Presidencia en su propio partido, Alianza Popular (hoy PP).

Ha sorprendido, cuarto, porque hay expresiones que tienen un mal recuerdo en este país de amnésicos selectivos. Un gobierno de concentración nacional es lo que pedía el ex general Alfonso Armada. No es lo mismo, ya sé, pero a la conciencia colectiva esta denominación y otras similares, como 'gobierno de amplio espectro', pueden olerle a algo así como a fatalismo, a excepcionalidad y podría denotar, incluso, poca confianza en un sistema que está, más que tocado, casi hundido.

De lo anterior podrían deducirse dos cosas: que a Durán i Lleida le han sabido bien sus almuerzos de novios clandestinos -que sé que los ha tenido- con Rajoy y que uno respecto al otro se profesan más cariño que desdén. O puede significar lo contrario: que son amores reñidos, y no obstante no queridos, y que el catalán ha aprendido a utilizar la prueba de la manzana envenenada.

Ahora bien, la realidad es terca, casi tanto como el Rodríguez Zapatero que ya hemos aprendido a conocer, y no habrá nada de nada: ni mociones de censura -que Rajoy no está ya para esos trotes de mozalbete ligón, políticamente hablando- ni, por supuesto, adelanto electoral, que Zapatero no quiere hacer de Gary Cooper, no sea que "El árbol del ahorcado" termine de una forma escasamente conforme a la cinta original.

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