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Crucifixion

Crucifixion

jueves 11 de noviembre de 2010, 16:47h

En un país de tan hondas raíces cristianas la crucifixión, ese método tan antiguo como original de ejecución, donde el condenado es atado o clavado en una cruz de madera o entre árboles o en una pared, es nuestra forma natural de entendernos. Cosa diabólica es, sin duda, porque, aunque han cambiado los métodos y a los reos de crucifixion no se les deja morir en una cruz, sí se les lapida mentalmente hasta el agotamiento político y mental de forma que acaban arrojados al submundo de los antipsicóticos, que es algo como decir que quedan social y moralmente marginados.

Ésta es la España que nos ha tocado vivir, pero es que es la misma España en la que vivieron Cervantes o Quevedo, época más florida en castigos rápidos y justicieros y añorada hoy, por tanto, por algunos Torquemadas descerillados y con escasas neuronas en el cerebro. Son conocidos con nombres más modernos como ventajistas políticos, cuadristas o pesebristas, según las labores que profesen, y los hay de ambos bandos. No es nuevo. El Conde de Romanones, por ejemplo, el abuelo de la mujer de Raphael, para entendernos, cuando dijo aquello de “¡Joder, qué tropa!” sabía muy buen lo que se decía y con quién se jugaba –literalmente- los cuartos.

ETA, la peor pesadilla de España –después del paro, claro- en los últimos 50 años, está a punto de acabar. Pero eso parece que no les gusta a algunos y es fácil entender los motivos, según de quien hablemos. Por ejemplo, los ‘espiíllas’ y otros agentes de la lucha antiterrorista dejarán de manejar millones y millones de euros ahora destinados a la lucha contra ETA -¿sabían ustedes que un conocidísimo comisario francés cobraba por actuaciones contra etarras en territorio galo?-. Se cuenta que un día, allá en los tiempos de Felipe González, estallaron en la playa alicantina unas bombas caseras que causaron escasos destrozos, pero que hicieron mucho ruido. Un altísimo cargo de Interior llamó a un importante comisario de la lucha antiterrorista a su despacho y le dijo lo siguiente: “Como me vuelvas a poner otra bomba, te la cargas tú y todos los tuyos” (sic). “Cosas veredes, Sancho”, que decía nuestro loco más cuerdo Alonso Quijano.

Si miramos ahora al campo político-mediático, que ambos van unidos, las cosas no cambian mucho. ¿Se imaginan que balón de oxígeno para el zapaterismo moribundo significaría el fin de ETA y, en definitiva, la pacificación en Euskadi? Crucifixion es la palabra hasta conseguir que algunos hombres buenos –demasiado optimistas, acaso, pero con buenos fines- acaben en las fauces de los ansiolíticos.

Dicho lo dicho, imaginemos ahora el siguiente escenario de política-ficción: hay en marcha un proceso en Euskadi, un plan y una hoja de ruta que lleva a un final inequívoco de la violencia. Pero como en todo plan, se necesitan gestos de unos y de otros; gestos que suelen hacerse con hechos concretos -¿acercamiento de presos?- y con palabras pronunciadas. En este segundo campo, digamos que se sigue la técnica del poli-bueno -¿Eguiguren y Felipe González? y del poli-malo -¿Rubalcaba?-. Mientras, determinadas fundaciones presididas por un español con excelentes contactos, además, en determinada comunidad religiosa -¿Solana?- no han dejado de preparar el camino para un escenario de paz. Y otros hombres extranjeros -¿Currin?- se pasean por Euskadi consensuando los cinco nombres que formarán una comisión se verificación de un hipotético alto el fuego permanente y unilateral por parte de ETA.

El resultado final sería un proceso muy, muy, muy similar, pero a escala, al que ocurrió con Terra Lliure en Cataluña y la resultante será una batasuna esquerrizada en el País Vasco, la cual mantendrá una línea política de nacionalismo ortodoxo -¿como ERC?- frente al nacionalismo más moderado del PNV -¿como CiU?-. Y con el tiempo, puede haber hasta un tripartit en Euskadi -¿es lo que temen, por diferentes motivos, el PNV y el PP?-.

Si no estuviéramos hablando de política-ficción no nos sorprendería la gran afluencia que ha habido de torquemadasmefistotélicos en estos tiempos que corren. Pero como hablamos de política ficción, sí nos sorprende. O no. Porque las claves ya están dichas, y como decía el castizo: “Al tiempo”. Y el tiempo puede que dé la razón a los crucificados de hoy y crucifique a los de 'crucifixion'.


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