www.diariocritico.com
Hasta siempre, comandante

Hasta siempre, comandante

viernes 29 de octubre de 2010, 16:42h

Ha quedado fijada en la retina y en la memoria indeleble de muchos de nosotros aquella imagen de Marcelino Camacho saliendo de la cárcel unos días después de la muerte del dictador -Paco el Paticorto, que le sigue llamando un ilustre colega mío de los de pluma en astillero-. Fue un hito para varias generaciones, un icono, uno de los actos más emotivos del primer postfranquismo. Y ahí, en ese frío mes de noviembre de 1975, estaba él, con esa sonrisa permanente, dulzona, casi beatificadora, dejando atrás el umbral enrejado y corriendo a los brazos de Josefina, que nunca dejó de hacerle jerseys durante sus 14 años de muros y barrotes, de galerías, de palos, de insultos y de celdas. De oprobio franquista.

Franco el Paticorto acababa de morir y Camacho, con su alma de autodidacta y de utópico, de campesino triste de Soria, se fue a hacer lo que siempre quiso: llevar flores al mausoleo de Lenin, en Moscú. Luego, más tarde, su entrada en el Parlamento, tras las elecciones de junio de 1977, junto a Dolores Ibárruri 'La Pasionaria', constituyó otro hito más a añadir a su larga lista.

Una vida apasionante, dirán algunos, la del camarada Marcelino Camacho. El hijo del guardabarreras de Osma la Rasa, más que crear símbolos, se convirtió en un símbolo en sí mismo en cuanto la sociedad, dormida, apaleada, en permanente penitencia y, sobre todo, callada y casi resignada durante tantos años, comenzó a saber de su biografía rebelde: militante de UGT (1934) y del PCE (1935); oficial voluntario del Ejército Republicano durante la Guerra Civil; prisionero de guerra (1939-1941)… Pero -y he ahí su primer hito- consiguió evadirse de un campo de concentración (el 93 Batallón Disciplinario de Penados en Tánger) y se instaló en Orán, Argelia (1944), donde militó en la Confederación General del Trabajo (CGT).

Luego, vuelta a España aprovechando la amnistía e inicio de una labor de zapa contra un franquismo esquizofrénico, profundamente enfermo, que había castrado física y mentalmente a una sociedad dolorida. Fue uno de los creadores de la primera Comisión Obrera de Madrid (1964), ese movimiento que arrancó en la mina muy asturiana de La Camocha y que se extendió por toda España como un reguero de pólvora. Y fue mal comprendido y hasta vilipendiado cuando siguió la estrategia de infiltración en el sindicato vertical, el único, el grande, el libre que teníamos entonces… y ése fue otro de sus hitos, dijeran lo que dijeran -que lo dijeron- sus detractores ugetistas. Bueno, los pocos ugetistas que entonces servían en esas históricas siglas.

Desde la fábrica de motores Perkins, y residenciado de forma permanente en Carabanchel -si no en la cárcel, en su casa; si no en su casa, en la cárcel, que era ya como su casa - Camacho ganó adeptos. Arturo Menéndez López, por ejemplo, desde su trabajo en la EMT, fue uno de ellos, de esos muchos miles que no aparecen en los libros de historia, pero que han hecho la Historia reciente de este país: reuniones clandestinas en sus domicilios, cientos de hojas de la vietnamita debajo de la cama, el miedo siempre detrás de la puerta de la casa y los niños a jugar en la plazuela mientras los mayores hablan… Esas reuniones, muy cotizadas por la Político-Social, eran como nidos de pichones: zas, zas… y caían como moscas. Al pobre Marcelino siempre le pillaban… y otra vez a Carabanchel.

Muchos glosarán su figura política y sindical -toda una vida al frente de Comisiones Obreras-; muchos recordarán el hito más sobresaliente de su biografía sindical, el Proceso 1.001 (de ahí que en los congresos de CC.OO. haya 1.001 delegados), en el que fue juzgado junto a otros nueve militantes de CC.OO. –entre ellos el sacerdote obrero Francisco García Salve (Paco el cura)– y condenado a 20 años y un día de prisión. Pero todos recordarán, sobre todo y por encima de todo, su amplia humanidad.

Porque el hito más importante de Camacho ha sido vivir su idea de la vida, la de la justicia social, la de la libertad; pero, también, el desprecio a la opulencia y la mirada triste hacia el opulento, la vida sencilla, la honradez… Acaso lo más importante en este país y en este tiempo de corruptos.

Marcelino Camacho ha muerto. Yo no le digo descanse en paz. Yo le digo: hasta siempre, comandante.



Lea también:

Opiniones:

La culpa fue de Marcelino Camacho Fernando Jáuregui
La culpa fue de Marcelino Camacho


Mujeres ricas y Marcelinos obreros Pablo M. Beleña
Mujeres ricas y Marcelinos obreros


Políticos de ayer Luis del Olmo
Políticos de ayer


El último apóstol Rrafael Torres
El último apóstol


Hombre honrado, causa equivocada Fermín Bocos
Hombre honrado, causa equivocada


Falleció Marcelino Camacho José Cavero
Falleció Marcelino Camacho

 

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios