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El rédito del 23-F

El rédito del 23-F

jueves 24 de febrero de 2011, 20:55h
Hoy, corriendo el día 23 de Febrero de 2011, a treinta años del aquel 23-F de 1981, han transcurrido sus horas sin reducir su intensidad emocional para quienes nos vimos implicados directamente, repletas de una desconocida carga de  recuerdos personales y colectivos, y también de consideraciones sobre aquellos gravísimos hechos. Quienes los padecimos secuestrados, podemos repasar pese a los años transcurridos los hitos de aquella aventura alocada de unos grupos de resentidos e iluminados que pretendían una España a su medida, con libertades y derechos otorgados y por supuesto cercenados. Quienes no vivieron aquellos hechos, tienen  abundantes muestras para reflexionar sobre los valores que estuvieron en riesgo de perderse en aquél funesto día.
    
    Hoy en el hemiciclo del Congreso de los Diputados se han puesto de manifiesto las conductas más positivas de aquellas horas y sus autores. El presidente de la Cámara José Bono articuló una densa nómina de agradecimientos a diversas personas, muchas de ellas desaparecidas y alguna otra, como Adolfo Suárez, ausente de la realidad pero presente en nuestro pensamiento y en nuestra gratitud por sus continuos y valiosos servicios a la democracia. Al fin, oficialmente y en el marco físico en que tiene sede la representación popular, se le hizo justicia valorando positivamente su contribución personal  a la reforma democrática y a sus intentos para desmontar el peligro de un golpe militar. Precisamente su dimisión como presidente del Gobierno y la propuesta para que Calvo Sotelo le sucediera en la presidencia fueron la causa desencadenante del cambio de planes de los golpistas y la precipitación de los acontecimientos en aquella segunda votación de investidura del 23-F. Como también se hizo justicia a Francisco Laina, otro personaje tan eficaz como sencillo a todo lo largo de su vida política y señaladamente en aquella dramática ocasión.

Pero la historia y la secuencia de los distintos episodios de la ocupación del Congreso, incluso de sus principales personajes, así como los reductos de la trama golpista han obtenido una continua y abundante atención de comentaristas e investigadores que, con diversa fortuna, han jalonado estos treinta años transcurridos. En algo han coincidido todos: a partir de entonces se ponen unas bases firmes para desarrollar nuestra democracia y hacer posible la alternancia de partidos en el poder sin que se tambalee la estructura del Estado.

    Pero se produjeron otros dos efectos beneficiosos que se han consolidado con el paso de los años. Por una parte, la resistencia siquiera pasiva de los secuestrados en el interior del Congreso de los Diputados y la organización del Gabinete de Crisis en el exterior que bajo la dirección del Rey  respaldaron al sistema constitucional , tuvieron el alcance de consolidar al sistema democrático y sus instrumentos del estado de Derecho  con la eficacia suficiente para desmantelar cualquier intento de subversión de la legalidad constitucional.

    Pero además, y es muy importante, las reacciones institucionales y populares, dejaron  de manifiesto al estamento militar que su historia de golpes y asonadas se había quebrado para siempre; y que de entonces en adelante ocuparían un papel relevante en la sociedad española: el que les reservaba la Constitución de 1978, pero no más.

    Desde aquel día es evidente que el sentimiento democrático se ha asentado en la sociedad ocupando todos sus niveles y reductos; que la añoranza de la dictadura es residual; y que los ejércitos se han ganado  el favor de los españoles como se desprende de numerosas encuestas.
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